El debate sobre la ley de Autonom¨ªa Universitaria
EL DEBATE sostenido anteayer, en una emisora en directo de Televisi¨®n Espa?ola, sobre la ley de Autonom¨ªa Universitaria mostr¨® las grandes posibilidades que existen para acercar a los ciudadanos las cuestiones centrales de nuestra vida p¨²blica. No es f¨¢cil vaticinar cu¨¢les van a ser los efectos sobre la poblaci¨®n estudiantil de la discusi¨®n mantenida, en la noche del martes, por los representantes del Gobierno y de la oposici¨®n. Pero no parece aventurado suponer que los debates a fondo y sobre ese pol¨¦mico proyecto pueden resultar mucho m¨¢s ¨²tiles para devolver la normalidad a los campus, hoy en huelga, que las cargas de las Fuerzas de Orden P¨²blico o los expedientes disciplinarios.Los oyentes sacaron la impresi¨®n de que las diferencias de planteamiento entre el Gobierno y la oposici¨®n socialista y comunista, si bien serias e importantes, no son tan abismales como para excluir la posibilidad de convergencias, transacciones y negociaciones en las materias m¨¢s conflictivas. El ministro de Universidades sintetiz¨® con acierto las l¨ªneas generales de su proyecto de ley y defendi¨® con honestidad y convicci¨®n sus posiciones; y tanto el se?or Solana, en representaci¨®n del PSOE, como la se?ora Vintr¨®, en nombre del Grupo parlamentario Comunista, renunciaron ¨¢ la tentaci¨®n de las agresividades teatrales y de las demagogias populistas para exponer con seriedad y rigor sus discrepancias y sus cr¨ªticas. El delegado de Alianza Popular puso de relieve las afinidades de su grupo con el Gobierno en determinadas materias, pero no tuvo oportunidad de desarrollar debidamente su apolog¨ªa de las universidades privadas. La presencia del se?or G¨¢mir, diputado de UCD, no result¨® plenamente justificada, pues el ministro de su partido, que aguant¨® el peso principal del debate, no necesit¨® de la ayuda, de su sobresaliente.
Ni la se?ora Vintr¨® ni el se?or Solana rechazaron de plano la selectividad universitaria y el principio de reducir la brecha hoy existente entre los costes reales de la ense?anza superior y el pago de las tasas acad¨¦micas. De esta forma queda abierto, pese a las evidentes dificultades de alcanzar acuerdos satisfactorios en el Congreso, el camino para una discusi¨®n fruct¨ªfera tanto sobre los criterios y los procedimientos concretos de una selectividad admisible para todos, como acerca de la forma y el nivel en que los estudiantes deben contribuir, seg¨²n el nivel de rentas de sus familias, al mantenimiento de la ense?anza superior. Y quedan en la cuneta, ante la opini¨®n p¨²blica. dos consignas demag¨®gicas y, a la vez corporativamente aristocr¨¢ticas que han circulado con excesiva desenvoltura e irresponsabilidad por los medios universitarios: que la poblaci¨®n universitaria espa?ola puede crecer indefinidamente, con independencia de las necesidades sociales y econ¨®micas del pa¨ªs y sin relaci¨®n con la capacidad intelectual y la voluntad de trabajo de los alumnos matriculados, y que la ense?anza superior debe ser gratuita, incluso para los hijos de familias con elevados niveles d¨¦ ingresos, aunque la ense?anza elemental y secundaria contin¨²e constituyendo un pesado gravamen para muchas familias. Que socialistas y comunistas se muestren recelosos y suspicaces acerca de los criterios para determinar los procedimientos de selectividad y de distribuci¨®n de las tasas es comprensible; pero la sugerencia del se?or Gonz¨¢lez Seara de que estos son temas negociables resulta esperanzadora.
M¨¢s complicada se presenta, en cambio, la armonizaci¨®n entre la autonom¨ªa de las universidades y la autonom¨ªa de las comunidades territoriales; dos formas de autonom¨ªa que, en efecto, pueden rozar entre s¨ª y dar lugar a graves tensiones. Por lo dem¨¢s, el representante de Alianza Popular se qued¨® pr¨¢cticamente s¨®lo en la defensa de las universidades privadas; el se?or Gonz¨¢lez Seara, el se?or Solana y la se?ora Vintr¨® parecieron coincidir en el apoyo a las universidades estatales y, con mayor ¨¦nfasis por parte del diputado socialista y la diputada comunista, en la improcedencia de subvencionar con fondos presupuestarlos las universidades privadas, esto es, de la Iglesia, en tanto que los centros p¨²blicos no hayan salido de su miseria y estancamiento. Lo cual, por otra parte, pone de relieve las incongruencias de UCD, se?aladas tanto por el se?or Gonz¨¢lez P¨¢ramo como por el se?or Solana y la se?ora Vintr¨®, con opuesta intenci¨®n, en su diferente tratamiento de los distintos niveles de ense?anza.
,Muchas otras cuestiones quedaron fuera de foco y de tiempo, entre otras, el fuerte predominio que el Ministerio de Universidades y el cuerpo de numerarios vitalicios seguir¨¢n ejerciendo sobre unos centros universitarios que s¨®lo tendr¨¢n de aut¨®nomos su r¨®tulo en lo que se refiere a la contrataci¨®n de buena parte del profesorado, la elaboraci¨®n de los planes de estudio y la concesi¨®n de t¨ªtulos. Tampoco tuvo cabida un tratamiento serio de los problemas de la investigaci¨®n en la vida universitaria.
En este sentido es doblemente de lamentar la breve duraci¨®n del debate, en la que tal vez hayan influido m¨¢s causas que la tradicional miop¨ªa de los directivos de Televisi¨®n para se?alar prioridades. Imaginemos, por ejemplo, que este debate, menos recortado en el tiempo, pudiera contribuir a que la opini¨®n se aficionara a presenciar discusiones televisadas en directo, sobre las grandes cuestiones de nuestra sociedad, exigiera la comparecencia de otros hombres p¨²blicos para discutir tales temas -digamos, el se?or Otero Novas o el se?or Mart¨ªnez Fuertes en pol¨¦mica con el se?or G¨®mez Llorente, a prop¨®sito del Estatuto de Centros- y aprendiera a separar el trigo de la paja y a los pol¨ªticos competentes de los simples figurones. Aunque el se?or Gonz¨¢lez Seara, el se?or Solana o la se?ora Vintr¨® salieran -por ejemplo gananciosos de esa comparaci¨®n, la generalizaci¨®n en el procedimiento resultar¨ªa enormemente peligrosa para nuestra clase pol¨ªtica en general y forjar¨ªa h¨¢bitos de comportamiento democr¨¢tico que -mucho tememos no ser¨ªan del agrado de buena parte -de quienes nos gobiernan, o aspiran a gobernarnos, precisamente en nombre de esa teor¨ªa democr¨¢tica que tanto les cuesta aplicar en la pr¨¢ctica.
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