Teor¨ªa del disfraz
Me llama Pilar Trenas, que tan hospitalaria fuera para m¨ª -un hospital rubio donde se com¨ªa bien- cuando la vida me dio su pen¨²ltimo tajo. Pilar quiere que yo me disfrace de algo para el dominical de Abc, donde han decidido celebrar el carnaval sacando a unos cuantos famosos o populares en carnestolenda:-?De qu¨¦ quieres t¨² disfrazarte? -me dice Pilar.
-Yo, de Larra.
En seguida me arrepiento de haberlo dicho, pero creo que m¨¢s vale sostenella y no enmendalla. V¨ªctor M¨¢rquez, esta semana, en Triunfo, juega a la intercomunicaci¨®n y el intercambio Larra/Umbral, partiendo de un juego que supone he iniciado yo mismo, hace ya muchos a?os. El juego, en todo caso, me perjudica, por comparaci¨®n obvia, pero pienso que la sociedad nos quiere disfrazados de algo, de alguien, y ya que eleg¨ª ese viejo disfraz de rebajas literarias para mi primer libro, sigamos en el rollo. Lo que nadie soporta de nadie es la verdad desnuda, o vestida de s¨ª misma. Cuando la pornograf¨ªa, la libert¨¦ y la ecolog¨ªa nos han llevado, por fin, al desnudo griego, se ha visto -ay- que no ¨¦ramos griegos.
Me lo dijo hace poco Oriol Maspons:
-Mira, Umbral, los griegos de hoy no son m¨¢s que unos turcos.
Y la poes¨ªa de Elytis, depurad¨ªsima, parece de un metafisico ingl¨¦s. S¨®lo entre las adolescentes de sombra en flor queda alguna griega perdida. Pero ya tienen chorvo o van de ¨¢cido. El escritor vallisoletano Pablo Rodr¨ªguez se ha disfrazado toda la vida de Blas Pajarero, y como tal me env¨ªa su ¨²ltimo libro. El disfraz, el seud¨®nimo o la mentira. Los espa?oles somos carnavaleros, mentirosos y censores porque la doble moral religiosa, por evitar el esc¨¢ndalo. tiende a evitar la verdad. Claro que el que se finge fantasma acaba si¨¦ndolo, como dicen los ¨¢rabes, y nadie se disfraza sino de lo que profundamente es o quiere ser, que viene a resultar lo mismo. Eugenio d'Ors asisti¨® a una fiesta de disfraces. aqu¨ª en Madrid, vestido de Goethe. El disfraz es la gala de la mentira/verdad y la censura es la mentira como rito pol¨ªtico. Jos¨¦ Marcos me env¨ªa dos oficios del Servicio de Prensa de Le¨®n, 18 y 19 febrero de 1939: ?Reservado. Siguiendo instrucciones de la Superioridad deber¨¢ prohibir terminantemente cualquier noticia o referencia a posible gesto final de Aza?a, pues, fuere cual fuere su actitud de ahora, debe ser considerado en justicia como uno de los grandes responsables.? Y el otro oficio: ?El se?orjefe del Servicio Nacional de Prensa, en telegrama cifrado de fecha 18 de? actual, me dice lo siguiente: Peri¨®dicos se abstendr¨¢n referirse a los prop¨®sitos de paz de Aza?a, al que se considerar¨¢ en todo momento como primer responsable tragedia. Se autoriza publicaci¨®n art¨ªculos que ataquen a Aza?a.? Ambos oficios van dirigidos al alcalde de Le¨®n. Dos viejos y breves ramos de palabras secas para el actual homenaje a don Manuel Aza?a.
1939. Veinte a?os m¨¢s tarde, otro alcalde de Le¨®n me expulsaba a m¨ª de la ciudad. Me vine directamente al Caf¨¦ Gij¨®n vestido de libro/Larra. Esqueletos de Vald¨¦s Leal con mitra de obispo. Brujas de Goya vestidas de escoba. Meretrices de Solana vestidas de colcha. Carnavales de La Mancha (Herencia, Tomelloso), que yo visitaba, en lo m¨¢s pertinaz del franquismo, cuando la media Espa?a eterna se iba al carnaval de R¨ªo, de Niza, de Montecarlo, de Estoril, y al porno de Perpi?¨¢n.
Cuarenta a?os disfrazados de nacionalcat¨®licos por la censura. Ahora, como el Ayuntamiento de Madrid es rojo, vuelve el carnaval. ?La primera cena fuera de casa la tendr¨¦ con usted?, me dice Tierno. No creo, como Larra, que todo el a?o sea carnaval. En carnaval es cuando todo el mundo se disfraza de s¨ª mismo, se revela ocult¨¢ndose, manifiesta el color de su alma por el color de su colcha. El resto del a?o, unos van de uced¨¦s, otros de pesoes o de fragalianzas. S¨®lo los proletarios van de proletarios. Con Franco iban de Coros y Danzas.
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