Prietas las filas
Las ¨¦pocas de desmoralizaci¨®n suelen ser las ¨²nicas verdaderamente morales que consiente la historia. Se habla de ?desmoralizaci¨®n? desde un punto de vista totalizador, colectivista, estatal: la gente ya no cree en los Sublimes Ideales, deja de sacrificarse por la Misi¨®n Redentora de su patria, se burla del Imperio decadente, de la Raz¨®n Absoluta, de la Verdad Unica, del Camino Justo... Los hombres se despiertan solos y ateridos, mientras fr¨ªas corrientes subversivas disipan el calor de establo de la comunidad. Del desconcierto y la soledad nace la componenda, se traman urgentes solidaridades parciales, se reinventan nuevos sentidos utilizando escombros del gran Sentido muerto: pululan epic¨²reos y estoicos, c¨ªnicos y cristianos, la moral pasa de nuevo del dogma a la b¨²squeda y de ¨¦sta a la confrontaci¨®n ambigua con ¨¦ticas opuestas. Quiebran los maniqueos y abren juego los ecl¨¦cticos y los esc¨¦pticos. Epocas de confusi¨®n, de inmoralidad, de ?caos?, seg¨²n los Sumos Pont¨ªfices y, los Invictos Generales, los Mes¨ªas de Suburbio y los Promotores de la Prosperidad P¨²blica y su riqueza privada. Pero ¨¦pocas de indagaci¨®n ¨¦tica, donde la opci¨®n individual, su disidencia y su divergencia, vuelve a tener m¨¢s peso que la fe inquebrantable en las ¨®rdenes rabiosamente aulladas desde las tribunas. Las catedrales se vac¨ªan de fieles y se llenan de turistas fr¨ªvolos, se bosteza en las Universidades mientras se arde de pasi¨®n te¨®rica por cien sofistas y mil curanderos del alma, cunde la desgana en los cuarteles y el entusiasmo en burdeles y tabernas. Los hombres, por un momento, dejan de marcar el paso. Dicha transitoria, desde luego: la confusi¨®n acaba, la claridad vuelve. Tras la desmoralizaci¨®n, la fuerza aunadora de una nueva fe, de un nuevo Destino en lo Universal, de otra gran Tarea Colectiva. Renacen los inquisidores, se desempolvan los uniformes y las campanas y clarines llaman otra vez a la Guerra Santa. Somos visceralmente ineptos por la incredulidad y la duda: animales de rutinas, de imitaci¨®n, de aprobaci¨®n p¨²blica, sociales, en suma, no sabr¨ªamos sobrevivir mucho tiempo en la intemperie ideol¨®gica. Al redil, al redil.Por lo visto, se acab¨® la desmoralizaci¨®n de finales de los sesenta y de la d¨¦cada del setenta. Epoca en la que ninguno pod¨ªamos decir con certeza si segu¨ªamos siendo de los nuestros. Los ?buenos americanos? comenzaron a alzarse contra el ?sue?o americano?, a favor de la oposici¨®n a Vietnam y de la reivindicaci¨®n de una forma de vida sensual en la corporalidad. Despu¨¦s, los inconformistas radicales dejaron de ser vistos como sicarios de Mosc¨² y los agentes de la CIA, tan ?brillantes? en Chile y cien atracos internacionales m¨¢s, perdieron paulatinamente su aura de h¨¦roes populares y escucharon crecientes protestas contra su omnipotencia, que acabaron por plasmarse en restricciones legales. La imagen intocable del propio Presidente comenz¨® una pendiente de descr¨¦dito que acab¨® en el lodazal de Watergate. La ¨¦tica puritana de eficiencia, ahorro y sacrificio entra en quiebra, sustituida por afanes de gratificaci¨®n inmediata, derroche, juego y un hedonismo a veces ag¨®nico que se burla de lo m¨¢s tradicional de la mentalidad capitalista. En el ¨¢rea de los pa¨ªses de socialismo ir¨®nicamente llamado ?real?, tambi¨¦n pierde puntos el dogmatismo burocr¨¢tico frente a la apat¨ªa y la disidencia. Los tanques sovi¨¦ticos arrasan toda la resistencia en Praga, salvo el ejemplo mismo del descontento checoslovaco, que se llevan pegado en sus orugas cuando vuelven a Rusia. Entre la ¨®pera, la comedia de intriga y el milenarismo, la ?Revoluci¨®n Cultural? china convulsiona el comunismo oriental que, tras la muerte de Mao, emprende un giro pol¨ªtico cuyo alcance internacional todav¨ªa apenas se vislumbra. Por su parte, los partidos comunistas europeos proclaman a quien quiera escucharles su alejamiento de la ¨®rbita moscovita y su decidida colaboraci¨®n con el parlamentarismo llamado democr¨¢tico. El marxismo como ?ciencia absoluta de las contradicciones de lo real y filosof¨ªa insuperable de nuestro tiempo? ya s¨®lo es venerado a ciegas por quienes no lo conocen m¨¢s que a trav¨¦s de catecismos de ciento cincuenta p¨¢ginas y se convierte en una de las aportaciones te¨®ricas al conocimiento de nuestra sociedad, ¨²til como ingrediente en an¨¢lisis complejos, est¨¦ril y embrutecedor cuando se le a¨ªsla y enfatiza. A partir de Mayo del 68, la desconfianza contra las organizaciones pol¨ªticas y sindicales entre los j¨®venes se duplica con un desgaste significativo de los Nombres Sagrados de fanatismos redentores. Mala ¨¦poca para las Iglesias, bonanza de herej¨ªas y convent¨ªculos; incluso los pol¨ªticos m¨¢s atrabiliarios tienen que hablar de ?calidad de vida? y la gente se preocupa cada vez m¨¢s por los jardines y las ballenas, cada vez menos por el incremento a ultranza de la producci¨®n y por las radicales diferencias ?espirituales? que le hacen superior a su vecino.
Bueno, se acab¨® todo este babelismo desmoralizado. De nuevo se oyen voces de mando que ordenan apretar las filas. Un, dos... Hubo una se?al que me parece muy importante y que no he visto analizada suficientemente todav¨ªa: desapareci¨® del mercado del ¨¢cido lis¨¦rgico, barato, largo en duraci¨®n e imaginaci¨®n, resistente a una manipulaci¨®n provechosa por las multinacionales del crimen y poco apto para la autodestrucci¨®n; fue sustituido por las ?drogas duras?, cuyos precios enormes y efectos epis¨®dicos las convierten en una especie de mercanc¨ªa absoluta, algo a lo que entregar la vida y por lo que perderla en la cosificaci¨®n pura. La muerte recobra su prestigio abrumador en todos los campos: los postulantes de la imaginaci¨®n al poder convierten su escepticismo en acatamiento ?liberal? del terror establecido o transforman su rabia en terrorismo pedag¨®gico: no nos dej¨¢is ser socialistas, pues seremos vuestros b¨¢rbaros. La cr¨ªtica a los totalitarismos con pretensiones redentoras y el apoyo a las disidencias cobra con fuerza creciente aires de ?defensa de la tradici¨®n occidental amenazada? y as¨ª traiciona su compromiso con una humanidad que padece por el poder de cualquier signo. Los jefes fomentan el espanto ante el desalinado que puede despojarnos cualquier noche de vida y hacienda, o el fan¨¢tico que nos asestar¨¢ su bomba, para as¨ª reforzar las medidas de control sobre los ciudadanos: la seguridad p¨²blica se alimenta de la inseguridad privada que pretende combatir. En-tre tanto, la aut¨¦ntica y m¨¢s peligrosa alta delincuencia internacional contin¨²a invadiendo pa¨ªses, explotando a trabajadores y amenazando permanentemente con el holocausto definitivo. Se desv¨ªa el p¨¢nico del individuo acosado hacia el adolescente ?salvaje?, hacia el navajero o el agitador profesional, para que olvide la patente amenaza que pesa sobre ¨¦l, sobre su trabajo, sobre su vida y sobre sus hijos, arropada en arengas pol¨ªticas e himnos militares, el sue?o teocr¨¢tico del Islam se revigoriza con nueva energ¨ªa... petrol¨ªfera. ?Es la escasez energ¨¦tica la que dicta la nueva pol¨ªtica de guerra fr¨ªa o el cansancio de una adhesi¨®n ambigua y contradictoria a los Gobiernos, que ans¨ªan recuperar la unanimidad de las ideas simples y la mano dura? En cualquier caso, volvemos a agruparnos n¨ªtidamente en buenos y malos, a la sombra de los misiles en danza. Ya nos est¨¢n vendiendo la inevitabilidad, la oportunidad incluso de la guerra: ellos o nosotros. Y lo peor es que le coeur n'y est pas, que la fe maniquea suena a hueca y a fingida tras el desgaste de los esc¨¦pticos a?os recientes: se acerca una hecatombe hip¨®crita, un sacrificio universal por m¨®viles representados sin convicci¨®n. A no ser que la mayor¨ªa termine creyendo de veras que para salir del bache -de la incertidumbre personal, de la tragedia ¨¦tica- lo importante es creer en algo claro, tajante y agresivo. A formar, pues, y a la carga. Adi¨®s, dulce Babel; bienvenido, Armagged¨®n.
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