Malos consejeros
Sobre la eterna cuesti¨®n de si Satan¨¢s es capaz de establecer relaci¨®n con los humanos, influir en su destino y vida a trav¨¦s de m¨²ltiples formas o campar a su capricho entre nosotros, Jay Anson, novelista en agraz por estas latitudes, ha escrito una historia que parece destinada a tomar el relevo de El exorcista y las ya conocidas obras de demonolog¨ªa al uso. Aunque cuartas o quintas partes nunca fueron buenas, hay que reconocer a ¨¦sta un arranque inquietante que, no obstante, va malogr¨¢ndose a medida que el relato avanza debido m¨¢s que nada a una excesiva acumulaci¨®n de efectos casi siempre forzados para llegar a conseguir el miedo, aunque, a la postre, desaten una cierta hilaridad en parte de los espectadores.Se repiten algunos personajes precedentes, se sit¨²a la acci¨®n en la inevitable casa solitaria y se van anotando apariciones y desgracias en una especie de calendario que culmina en la ¨²ltima noche con una apoteosis de amenazas, apariciones, rel¨¢mpagos y terrores. Tambi¨¦n aparecen en esta ocasi¨®n un religioso que en su lucha con Luzbel resulta malparado, una pareja empe?ada en no abandonar la casa y una ni?a que conversa de cuando en cuando con un desconocido e invisible visitante.
Terror en Amityville
Gui¨®n de Sandor Stern, seg¨²n la novela de Jay Anson. Int¨¦rpretes: James Brolin, Margot V¨ªddery Rod Steiger. Direcci¨®n: Stuart Rosenberg. EEUU. Terror, 1979. Locales de estreno: Palacio de la M¨²sica y Novedades.
Para poner en pie la historia y darle cierto aspecto de realidad, al menos en lo que se refiere a su planteamiento, se ha echado mano de una an¨¦cdota confirmada en su d¨ªa por la prensa: un crimen m¨²ltiple cometido en el mismo lugar a?os atr¨¢s. El asesino asegur¨® en su d¨ªa que llev¨® a cabo la matanza empujado o aconsejado por una voz que le obligaba.
No puede hablarse aqu¨ª de aportaciones fundamentales o personales, a no ser el tratamiento del color en determinadas secuencias. Lo dem¨¢s repite antiguos precedentes para satisfacci¨®n de un p¨²blico que prefiere olvidar el temor cotidiano con este otro terror m¨¢s llevadero que concluye nada m¨¢s encenderse las luces de la sala.
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