Julia /Arg¨¹elles /Lugar sin l¨ªmites
Empez¨® a llamar a deshora para pedirme art¨ªculos, Empez¨® a venir por casa con sus veinte-a?os-no-es-nada, con su sentimiento malague?o de la vida, con su ceceo progre y su uniforme informe de pasota militante y llena de marcha. Se llama Julia y la llam¨¦ una vez; no s¨¦ por qu¨¦, Julia/Arg¨¹elles /Lugar sin l¨ªmites, esto ¨²ltimo, supongo, como homenaje a ella y a Donoso, a ella en Jos¨¦ Donoso. Tiene el pelo muy negro, siempre mojado por la lluvia de su generaci¨®n, que a nosotros ya -ay- nos deja en seco. Tiene la piel oscura, de un dorado retostado y secretamente p¨¢lido, tiene la nariz inteligente, la risa ampl¨ªa, frecuente y ni?a, las manos mordidas por la impaciencia, las u?as devoradas por la aceleraci¨®n hist¨®rica.-?Y c¨®mo va lo tuyo, Julia?
-Gan¨¢ndome la pela como puedo.
Es como la nieta de una modelo de Julio Romero, pasada por Malasa?a, El origen de la familia, de Engels, la coca y el caballo, que seguramente ni siquiera ha probado. Tiene el encanto de su marcha, la marcha de su juventud, la juventud de sus ideas, las ideas de su generaci¨®n y la gracia generacional que en ella se hace particular. Ahora ha venido a casa a robarme un art¨ªculo, a sablearme un art¨ªculo, a arrancarme un art¨ªculo, y precisamente sobre el revival, ella que, por su edad, no podr¨ªa montar otro revival, sino el del parvulario reciente que todav¨ªa perfuma sus manos. (Uno se ha pasado la vida madrugando novias nacionales y multinacionales para luego dej¨¢rselas en barbecho a los retronov¨ªsimos.) Un d¨ªa habr¨ªa que tumbarse para siempre, sin escribir nada, a la sombra roja de las muchachas como Julia/Arg¨¹elles/Lugar sin l¨ªmites. Est¨¢ aqu¨ª, sentada frente a m¨ª en un sill¨®n que le queda grande, pero que ella llena con su palabra, su nervio, su inquietud y su risa. Se ha tomado un caf¨¦ fr¨ªo con un poco de ron, que es lo que hab¨ªa por casa. En ese mismo sill¨®n se han sentado j¨®venes escritores que vienen a conocerle a uno y sonr¨ªen de que uno todav¨ªa trate ?la cuesti¨®n social?. Le hacen sentirse a uno casi como un poco don Joaqu¨ªn Costa. De vez en cuando voy a almorzar y coloquiar en alg¨²n colegio mayor y compruebo, asimismo, como sin querer, tom¨¢ndome la sopa boba de los colegios mayores, que nuestra juventud universitaria se ha despolitizado mucho, o eso creen ellos:
-S¨ª, ya, Drag¨®, la Espa?a m¨¢gica, todo eso est¨¢ muy bien -les digo-, vende mucho y yo soy partidario de vender, pero la Historia de Espa?a la prefiero contada por Tu?¨®n de Lara, Men¨¦ndez-Pidal y Am¨¦rico Castro. O sea que me aclaro m¨¢s.
Los hermanos mayores de estos muchachos discutieron sobre mao¨ªsmo, muy cruentamente, contra los caballos de Franco. Pero no era m¨¢s que el asesinato freudiano y mon¨®tono del padre: el padre gen¨¦rico y el padre gen¨¦tico, inmediato, el que hab¨ªa estado en, Brunete y lo contaba todos los d¨ªas a la hora de la sopa unida. Muerto Franco se acab¨® la rabia. Muerto Franco, la cebada al porro, que ya se hacen porros hasta de cebada:
-Parece que flipa mucho el nescaf¨¦ -me dice mi pasota.
La juventud, esa autonom¨ªa jam¨¢s votada ni auscultada, vuelve a una Casa de la Troya renaciente tras el revolucionario Hundimiento de la casa Usher. La juventud obrera, a la que nadie conoce, ni siquiera los partidos de izquierda, pasa de Espa?a m¨¢gica y hace bien, porque est¨¢ en la Espa?a tr¨¢gica del paro, la delincuencia y la movida de madrugada, hacia el bot¨ªn confuso que traen los gale¨®nes de provincias. En ¨¦ste mogoll¨®n y gran vacile, JulialArg¨¹elles/Lugar sin l¨ªmites me dice: ?Le he dado ya a esto cinco a?os de mi vida.? Ella, y como ella muchos y muchas, no ha perdido la marcha, no ha perdido el camino, sabe de qu¨¦ va el rollo y escribe la verdad y la denuncia, con manos de pupitre, como un ejercicio de redacci¨®n que le manda hacer la Historia.
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