Aqu¨ª manda El Cordob¨¦s
ENVIADO ESPECIAL, A su primer toro, Rafael de Paula le pegaba mantazos de ac¨¢ para all¨¢, sin parar quieto. Como dicen en t¨¦rminos taurinos, corri¨® m¨¢s que la jaca de la algaba. En el otro se seren¨® un poco m¨¢s, pero es imposible torear con el coraz¨®n encogido y estirado el brazo. Se empe?aba tanto en marcar hacia afuera un viaje que deb¨ªa ser hacia adentro, hacia la cadera, que el muletazo no pod¨ªa salir. Paula marcaba el pase hacia la cadera del presidente.El Ni?o de la Capea, m¨¢s decoroso que el jerezano, en cambio le ganaba en las carreras, pues si aqu¨¦l tiene del toreo una concepci¨®n rom¨¢ntica, en la que cuadra muy bien la jaca, ¨¦ste la tiene mec¨¢nica, y lo que le cuadra es el reactor. De manera que El Ni?o de la Capea toreaba a reacci¨®n.
Plaza de toros de Valencia
Primera corrida fallera. Cuatro toros de Jos¨¦ Mat¨ªas Bernardos, desiguales de trap¨ªo. Cuarto y quinto, de Luis Sep¨²lveda, bien presentados. Todos nobles, sospechosos de pitones. Rafael de Paula: pinchazo y bajonazo (gran bronca). Estocada ca¨ªda (pitos). El Cordob¨¦s: dos pinchazos y otro descordando (divisi¨®n y saludos). Pinchazo atravesado y descabello (dos orejas). Ni?o de la Capea: dos pinchazos, media atravesada y tres descabellos (aplausos). Dos pinchazos y estocada (ovaci¨®n). Hubo tres cuartos de entrada.
Con estos apasionados de la velocidad como compa?eros, result¨® que de los tres diestros, el que toreaba m¨¢s lento era El Cordob¨¦s. El contraste es pintoresco. Un coletudo que jam¨¢s ha tenido reposo en la ejecuci¨®n de las suertes, para quien, si nos apuran, ni siquiera hay suertes, consegu¨ªa lo que eran incapaces los otros: dar muletazos con un remota sensaci¨®n de ritmo.
No se trata, evidentemente, de que El Cordob¨¦s toree m¨¢s despacio en esta su segunda etapa. Se trata de que, al retorno, ha tenido la fortuna de que quienes podr¨ªan hacerle la competencia son bastante peores que aquellos a los que hizo sombra o a¨²n barri¨® en la d¨¦cada de los sesenta. Se ha encontrado con que el melonar no tiene amo, y sin esfuerzo ninguno, apenas con tres saltos de la rana y media docena de gestos histri¨®nicos, lo ha hecho suyo y no hay quien se lo dispute. El Cordob¨¦s manda aqu¨ª, y con todo derecho, al menos por el momento.
La gente estaba feliz con el ¨ªdolo, y el ¨ªdolo se divert¨ªa con un toreo que no tiene cr¨ªtica, porque ni la admite ni la necesita. Como al cordobesismo le da lo mismo si el titular de la causa deja o no los pies quietos (que no los deja), si templa o no (que no templa), si crea o no arte (que no lo crea), los ol¨¦s se suceden con fluidez, pues forman parte del espect¨¢culo, y luego viene el salto de la rana para jolgorio de las masas. Sin embargo, a¨²n tiene mayor importancia la vuelta al ruedo, porque en ella se produce la comunicaci¨®n desenfadada astro-tendido, que bien mirado es una pura horterada, pero que indefectiblemente alcanza las altas cimas del paroxismo. Al p¨²blico cordobesista le va eso, qu¨¦ quieres.
El lado malo de la fiesta es que los toros se van al desolladero muertos a pellizcos y sin torear. Los seis de ayer eran de calidad excepcional y habr¨ªan sido la envidia de todos los toreros de todas las ¨¦pocas; nobleza y suavidad bastante para consagrar a cualquier mediocre espada de otros tiempos, que en ¨¦stos ser¨ªa el rey. Hay muchos, a lo largo de la historia de la tauromaquia, con valor, arte y t¨¦cnica muy superiores a las tres figuras de la primera corrida fallera, que jam¨¢s se encontraron en una feria importante con un ganado as¨ª, el cual les habr¨ªa permitido bordar el toreo. En cambio, estos tres han tenido esa gran oportunidad y les ha servido a unos para correr y a otro para pegar saltos de la rana. Angelitos.
Dicho sea con intenci¨®n: se supone que las astas de esta corrida habr¨¢n sido enviadas a Madrid, para examen de laboratorio.
El Cordob¨¦s repite en la corrida de hoy, domingo, con Jaime Ostos y Palomo Linares como compa?eros de cartel, con toros de Manuel Camacho, de Medina Sidonia (C¨¢diz). En la novillada del lunes alternan Andr¨¦s Blanco, Mario Triana, Pepe Luis V¨¢zquez y Vicente Ruiz el Soro, con ocho reses de Diego Romero.
Babelia
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