Reforma fiscal al "ralent¨ª"
A NUESTRA flamante reforma fiscal le pasa lo que a la bicicleta: mientras pedalea, aunque sea lentamente, mantiene el equilibrio y avanza, pero cuando deja de pedalear cae estrepitosamente. Este peligro de esclerosis fiscal lo estamos viendo venir, de una parte, por la falta de capacidad real de la Administraci¨®n para aplicar la reforma ya en vigor y, de otra, por la resistencia pasiva, la escasa voluntad y falta de disposici¨®n mostrada por algunos sectores.Ayer se inici¨® la campa?a oficial para convencer e incitar a los contribuyentes espa?oles a declarar el impuesto sobre la renta, bajo el eslogan Contribuir da derecho a exigir. Alentados por esta p¨²blica ense?anza, deber¨ªamos exigir primero al Ministerio de Hacienda una mayor seriedad en el respeto y uso de las leyes antes de que ¨¦stas pierdan sentido y credibilidad ante los contribuyentes.
Desde que se abri¨® el plazo legal (el 1 de marzo) para presentar la declaraci¨®n del impuesto sobre la renta, algunos ciudadanos, de los muchos que se acogieron a la amnist¨ªa de 1978 y declararon honestamente en 1979 sus ingresos, tienen ahora dudas sobre la verdadera solvencia de la reforma fiscal. Y lo que es peor: a la vista del escaso uso que se da a los instrumentos legales vigentes, muchos tienen la triste sensaci¨®n de haber sido a su vez defraudados.
Efectivamente, desde que se aprob¨® la ley 50/ 1977, sobre Medidas Urgentes para la Reforma Fiscal, hay dos instrumentos legales de primera magnitud que se est¨¢n apolillando en al ba¨²l de los recuerdos: el secreto bancario sigue inmaculado, pese a la autorizaci¨®n para romperlo que la ley da al inspector de Hacienda, y el delito fiscal a¨²n no ha sido siquiera estrenado por nuestros jueces.
Si el anuncio realizado por el ministro de Hacienda de enviar, en mayo, al ministerio fiscal veinte expedientes presumiblemente constitutivos de delito fiscal no se materializa en la persecuci¨®n real de alg¨²n conocido defraudador, la credibilidad de la reforma fiscal puede quedar por los suelos. Otro elemento para determinar la solvencia de la reforma vendr¨¢ determinado por el escrupuloso funcionamiento de las devoluciones de dinero para aquellos que pagaron de m¨¢s. Si no se devuelve el dinero a tiempo, y no se detectan aquellos contribuyentes que teniendo obligaci¨®n de declarar -y la tienen casi todos los cabezas de familia- no lo hicieron el a?o pasado, algunos ciudadanos honestos pueden dejar de creer que las leyes se hacen para ser cumplidas.
Lo m¨¢s grave no es que se recaude poco o mucho, sino que est¨¢ en juego la credibilidad de la reforma fiscal, tan necesaria para legitimar a la propia democracia. No se trata tanto de una denuncia como de una advertencia, porque a¨²n estamos a tiempo. En estos momento s, en que muchos espa?oles dedican sus fines de semana a la reflexi¨®n fiscal, puede resultar muy conveniente salir al pase, del contagioso escepticismo con cierta urgencia y recuperar as¨ª la confianza perdida. No se pide que llenen las c¨¢rceles de defraudadores, pero s¨ª que al menos den un ejemplo -un solo ejemplo- de que la ley est¨¢ para ser cumplida. Ello animar¨¢, sin duda, a los reticentes a confesar por fin sus ingresos al fisco como respetables ciudadanos.
Ya no pueden quejarse los inspectores de Hacienda de que no tienen instrumentos adecuados para perseguir a los ladrones. Basta con pedir al delegado provincial del Ministerio autorizaci¨®n para romper el secreto de una cuenta bancaria.
Las autoridades fiscales deben saber que si no reaccionan a tiempo no se podr¨¢ hablar en Espa?a de reforma fiscal en serio hasta dentro de cuarenta a?os.
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