Cuarenta muertos en San Salvador en los funerales del arzobispo Romero
Cuarenta muertos y m¨¢s de doscientos heridos es el balance de los tr¨¢gicos sucesos ocurridos el domingo en la plaza de la catedral de San Salvador, mientras se oficiaban los funerales por el arzobispo Oscar Arnulfo Romero, asesinado el pasado d¨ªa 24. Una provocaci¨®n, al parecer, de la extrema derecha, mediante la explosi¨®n de varias bombas, provoc¨® el p¨¢nico en la multitud que llenaba la plaza. Elementos armados de la guerrilla izquierdista presentes en el lugar utilizaron tambi¨¦n sus armas. La mayor¨ªa de las v¨ªctimas no fueron de bala, sino que murieron aplastadas o asfixiadas.
En la plaza de la catedral, que en la nomenclatura oficial de la capital salvadore?a se llama plaza Barrios, hab¨ªa entre 60.000 y 70.000 personas cuando, a las once y dos minutos, comenz¨® la misa concelebrada en memoria de monse?or Oscar Arnulfo Romero, asesinado el lunes 24 de marzo.El f¨¦retro estaba colocado sobre un t¨²mulo, al frente del altar, en el ¨²ltimo descansillo de las escalinatas de acceso al templo. Los cardenales y arzobispos oficiantes hab¨ªan llegado al lugar, en procesi¨®n, desde la bas¨ªlica del Sagrado Coraz¨®n, desde donde pronunciaba sus homil¨ªas, domingo tras domingo, el prelado muerto.
La ma?ana era calurosa y soleada. Desde la altura, el espect¨¢culo colorista de la plaza, salpicada de sombrillas, pa?uelos, pancartas, palmas y retratos de monse?or, resultaba fascinante. La multitud estaba integrada, en m¨¢s del 60%, por mujeres de varias edades. Hab¨ªa tambi¨¦n muchos ni?os y algunas decenas de personas de aspecto campesino. Ni en la plaza ni en las calles aleda?as hab¨ªa presencia militar uniformada.
Cuando la misa hab¨ªa comenzado, presidida por el representante personal del Papa, el arzobispo de la ciudad de M¨¦xico, monse?or Ernesto Corripio Ahumada, lleg¨® a la plaza la manifestaci¨®n, integrada por militantes y simpatizantes de la Coordinadora Revolucionaria de Masas, que se hab¨ªa concentrado con anterioridad en el parque Cuscatl¨¢n, a un kil¨®metro de la catedral. Muchos de los manifestantes, que en total podr¨ªan calcularse en 20.000, aparec¨ªan armados. Algunos ocultaban sus rostros con pa?uelos.
Cuando monse?or Corripio comenz¨® la homil¨ªa, pasadas las once y media, en la plaza hab¨ªa cerca de 150.000 personas, que segu¨ªan piadosamente las ceremonias religiosas.
A las 11.42, en un costado de la catedral se escuch¨® una fuerte detonaci¨®n, que luego se comprob¨® correspond¨ªa a una bomba. Inmediatamente se oyeron otras tres, en distintos puntos del lugar, y sonaron igualmente los primeros disparos. La gente comenz¨® a huir, despavorida, en todas direcciones, mientras los militantes de las organizaciones populares empu?aban sus armas.
Una buena parte de la aterrorizada multitud pugnaba por entrar en la catedral, a cuyo interior ya hab¨ªan pasado las dignidades eclesi¨¢sticas presentes en la ceremonia. En esa lucha por conseguir refugio se produjeron la mayor¨ªa de los muertos, que, sin cifras oficiales a mano, se calculan alrededor de cuarenta y m¨¢s de doscientos heridos. Pocas personas perdieron la vida por impactos de bala. La mayor¨ªa, se?oras de edad, murieron aplastadas, asfixiadas.
Otro grueso de gentes escap¨® por las calles laterales. Entre tanto, segu¨ªan sonando disparos y explosiones. No hab¨ªa forma de ver qui¨¦n disparaba contra qui¨¦n. Algunos de los militantes izquierdistas se?alaban las ventanas superiores del Palacio Nacional. Otros apuntaban sus armas contra el techo de un edificio cercano.
Las ambulancias comenzaron a llegar a la zona y a evacuar a los primeros heridos. Obispos, periodistas y refugiados en el interior de la catedral comenzaron a salir, pasada la una de la tarde, con los brazos en alto. Ninguna persona de uniforme se ve¨ªa en los alrededores. A la una y media, sin finalizar la misa, fue enterrado el cad¨¢ver del arzobispo Romero, que hasta entonces hab¨ªa sido custodiado por sacerdotes y religiosas.
A las cuatro y media de la tarde el Gobierno emiti¨® un dur¨ªsimo comunicado en el que acusaba de los, incidentes a la Coordinadora Revolucionaria de Masas y enfatizaba en que las fuerzas armadas y los cuerpos de seguridad hab¨ªan estado acuartelados todo el d¨ªa. Minutos m¨¢s tarde se pidi¨® a la ?ciudadan¨ªa honrada? que se recluyese en sus casas y se anunci¨® la salida del Ej¨¦rcito a las calles.
No hay muchos elementos de juicio para asegurar de qui¨¦n parti¨® la est¨²pida provocaci¨®n del domingo. Lo m¨¢s l¨®gico es atribuir esa responsabilidad a la extrema derecha, que act¨²a en este pa¨ªs con un cerrilismo dif¨ªcilmente comprensible. Pero, a diferencia de otras ocasiones, en ¨¦sta no es tan f¨¢cil emitir un juicio definitivo.
En anteriores episodios de violencia las personas que han disparado contra manifestaciones o concentraciones populares han podido ser vistas. En esos mismos casos han hecho acto de presencia, y uso de sus armas, Ej¨¦rcito y cuerpo de seguridad. Ninguno de estos dos puntos se han repetido en los episodios del domingo. Nadie vio personas uniformadas y son escas¨ªsimos los testimonios sobre presencia de sospechosos desconocidos haciendo disparos a la concentraci¨®n.
Versiones singulares
Circulan versiones de lo m¨¢s singular con respecto a los hechos. Algunas aseguran que exist¨ªa un plan de las organizaciones izquierdistas para secuestrar el f¨¦retro con los restos del arzobispo asesinado y realizar con ¨¦l un recorrido por el centro de la ciudad.
Si parece cierta otra, confirmada por algunas de las personalidades asistentes, que aseguraba que los grupos de la CRM ten¨ªan el proyecto de ocupar alguno de los lugares donde se iban a reunir cardenales y obispos despu¨¦s de la misa y de tomar a ¨¦stos como rehenes, con el objeto de exigir la dimisi¨®n del Gobierno.
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