Gide, Sartre, Barthes
Lo dijo Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, a trav¨¦s del cristal amarillo:-Los libros que forman al adolescente son los que lee a escondidas en las copas de los ¨¢rboles.
Con motivo de la muerte de Roland Barthes, quisiera uno ahora hacer estas tres visitas sentimentales, m¨¢s que intelectuales, ya que ellos nos dieron una educaci¨®n sentimental y clandestina a los ni?os espa?oles de postguerra y luego (Barthes) a las carrozas que hemos ido pasando de la dial¨¦ctica fenomenol¨®gica de Hegel a la dial¨¦ctica parad¨®jica y con pluma de Barthes.
No es que a Andr¨¦ Gide lo ley¨¦ramos en las copas de los ¨¢rboles, pero s¨ª me recuerdo yo, en la memoria m¨¢gica, emboscado en las acacias vallisoletanas o en el jard¨ªn umbr¨ªo del Campo Grande, leyendo la Sinfon¨ªa pastoral, La Puerta estrecha, Si la semilla no muere, y repitiendo el lema gideano con obcecaci¨®n adolescente:
-Mon petit, mi ¨¦tica es mi est¨¦tica.
Uno tambi¨¦n quer¨ªa que su ¨¦tica fuera su est¨¦tica, pero uno ten¨ªa por entonces una ¨¦tica de monta?as nevadas y una est¨¦tica con las rodillas sucias. La ¨²ltima anotaci¨®n del Diario de Gide que he citado es una anotaci¨®n est¨¦tica, y eso me fascinaba: ya en su lecho de muerte, anota la bella conjunci¨®n de azules en el modelo de calle que viste su hija. Y aqu¨ª, mientras tanto, los del socialrealismo dando la paliza con su coliflor engag¨¦ y los del Imperio confundiendo los luceros con los asteriscos de la prensa del Movimiento. Sartre poritif¨ªciaba existencialismo en caf¨¦s y cuevas de Par¨ªs, y aqu¨ª nos empez¨® a los ni?os de derechas la duda met¨®dica y la crisis de identidad,cuando a¨²n no ¨¦ramos amigos de Rof Carballo para que nos la resolviese. Sartre tambi¨¦n ten¨ªa su contrase?a:
-Mon petit, el hombre es un compromiso burgu¨¦s.
?Mi ¨¦tica es mi est¨¦tica o el hombre es un compromiso burgu¨¦s? Demasi¨¦ para un joven pensador de provincias con los zapatos remendados de postguerra y el abrigo dado la vuelta. (Ahora hablan de dar en El Sol mi pieza a?os cuarenta La cola del aceite.) Decidimos arrear con todo, ser sartriano/gideanos, afrancesados de cuerpo entero, m¨¢s que nada por fastidiar. Luego, los j¨®venes han salido m¨¢s anglosajonizados que afrancesados. Eso tambi¨¦n es bueno y nada es malo. Cada nueva generaci¨®n descubre su Atl¨¢ntida en Francia, Inglaterra, Rusia, Estados Unidos o donde sea, y ¨¦sta me parece una lectura tan correcta como otras del mito de la Atl¨¢ntida. Donde no suele estar la Atl¨¢ntida es en la Atl¨¢ntida. o sea en casa, aqu¨ª mismo, en los escritores de la propia lengua, pero ¨¦sa es una Atl¨¢ntida de madurez que se descubre m¨¢s tarde. Primero hay que curarse de universalismo, no sea que se quede uno en Chamizo y El maj¨¢n de los cast¨²os.
Roland Barthes. Alguien ha escrito que Gide.era mucho m¨¢s perverso que Sartre, nada perverso, o sea que el mundo se ha ido moralizando. Hasta que vinieron Barthes, Delcuze, Levi-Strauss, a estructuralizar la coliflor socialrealista del engagernent y descubrieron que la coliflor no era sino la contradictoria rosa rilkeana, sue?¨® de nadie .bajo tantos p¨¢rpados. O sea, que la literatura no est¨¢ comprometida de nacimiento, sino que si se la sigue tocando, aunque sea la rosa, va perdiendo p¨¦talos (Borges dice que el Ulysses es una cebolla que va perdiendo capas) y al final de la rosa, de la cebolla, de la literatura, no queda nada, porque la escritura es un todo. (Aqu¨ª los cr¨ªticos siguen emparedados entre fondo y forma.)
Como homenaje personal, funeral, ¨ªntimo, m¨ªnimo a Roland Barthes en su muerte, no me he comprado ni rele¨ªdo un libro suyo, sino que he comprado y rele¨ªdo Los alimentos terrestres, de Gide (Gide era el modelo de escritor que realizaba Barthes de alguna forma: todos realizamos alguno). He querido remontarme al manadero de un pensamiento paradojal e ir¨®nico, aun cuando mis alimentos terrestres fueron las casta?as pilongas, el regaliz de palo, las algarrobas secas y las pipas de gigantes.
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