Pol¨ªtica, democracia y justicia
Las observaciones de un fiscal general del Tribunal Supremo acerca de la penuria de dem¨®cratas entre jueces y fiscales han producido deliciosas respuestas. El secretario de Estado para la Informaci¨®n, se?or Meli¨¢, ha calificado de grav¨ªsimo el hecho; no el que haya pocos magistrados dem¨®cratas, que es lo preocupante y grave, sino el hecho de decirlo, que, cuando menos, es actitud c¨ªvica y saludable. Por la radio y por alg¨²n peri¨®dico se ha publicado -es de pensar que casualmente- el futuro texto de la ley Org¨¢nica del Poder Judicial, que proh¨ªbe a sus miembros intervenir en actos pol¨ªticos. M¨¢s de un compa?ero del fiscal general revelador se ha conmovido ante el descubrimiento y se le han quebrado el gesto y la color.He aqu¨ª c¨®mo unas cuantas palabras pronunciadas oportunamente generan una gran convulsi¨®n. Sin duda, la palabra es un acto espec¨ªficamente humano. El llamar a las cosas por su nombre, el nombrarlas, fue lo. primero que hizo Ad¨¢n pala dejar de ser lodo, seg¨²n cuenta el G¨¦nesis.
El poder judicial no est¨¢ peor que otras profesiones en caudal de democracia, se ha o¨ªdo decir. No hay, por tanto, por qu¨¦ hacer saber lo que no es excepcional.
Es este un modo de discurrir parecido al del se?or Meli¨¢. El cual cree que el juez ha de dedicarse solamente a hacer buenas sentencias, algo as¨ª como exigir del carpintero buenas mesas y del herrador que no marre el golpe en su momento. Pero la sentencia no est¨¢ fuera de la ideolog¨ªa -lo dice el buen sentido, lo acredita la jurisprudencia (basta leerla) y lo imponen el C¨®digo Civil y la Constituci¨®n, con leerlos basta.
Ni la de juez es profesi¨®n, que ser¨ªa rid¨ªculo tener por oficio el de ser justo, aunque ya hubo quien crey¨® que su profesi¨®n era la de jefe de Estado -y parece que lo hizo creer a otros.
La actividad del juez es una manifestaci¨®n del poder del Estado, porque ajusticia emana del pueblo, que es donde reside la soberan¨ªa. As¨ª que los jueces -sin perjuicio de que sepan leyes- encarnan un poder. Y en una sociedad democr¨¢tica los que detentan el poder han de ser dem¨®cratas, requisito que no es de exigir a los odont¨®logos o a los ingenieros de montes, porque sus profesiones no son un poder del Estado, no son emanaci¨®n de la soberan¨ªa.
El mundo de silencios y de adhesiones enfervorizadas que nos ha precedido ha de dejar paso a la libertad de expresi¨®n, de denuncia y cr¨ªtica de las situaciones, para que los ciudadanos puedan conocer y examinar los hechos. En el buen sentir, en la sentencia generalizada, esto es parte esencial de la vida democr¨¢tica. As¨ª sucede en cuanto a otros poderes del Estado. Por ejemplo, se critica a concejales y diputados, lo que antes no era posible, cuando las Cortes org¨¢nicas con sus procuradores, incluso con los familiares. ?Por qu¨¦ raz¨®n los jueces, que son poder, no han de regirse por criterios democr¨¢ticos? ?Son a caso hombres fuera de la Historia, que labran las tierras de Iv¨¢n de Vargas -con lo que el terrateniente Iv¨¢n nunca pierde-
La libertad de expresi¨®n es uno de los derechos cuyo reconocimiento y amparo vinculan a todos los poderes p¨²blicos. Eso quiere decir que si al ciudadano no se puede reprochar el ejercicio de ese derecho, tampoco ser¨¢ l¨ªcito cercenario a quien tiene por funci¨®n su defensa. De la democracia es propio el debate. Podr¨¢ exigirse la prueba de lo que se afirme o rebatir lo afirmado, pero nunca descalificar o excluir al discrepante.
Ha habido un tiempo en que se cre¨ªa -al menos as¨ª se hac¨ªa valer oficialmente- que luchar por la democracia era hacer pol¨ªtica. Por esa confusi¨®n muchos espa?oles sufrieron persecuciones y condenas y hubieron de meditar durante largos a?os en las c¨¢rceles acerca de su ?grav¨ªsimo delito ?, como hoy ocurre en algunas rep¨²blicas de Latinoam¨¦rica. Entre aquellos espa?oles luchadores se cont¨® la admirable persona del fiscal Jauralde, cuyas opiniones son hoy censuradas por el se?or Meli¨¢ y por otros. Sin duda alguna esto que ahora se le imputa como ?grav¨ªsimo? le fue tambi¨¦n entonces imputado -siendo los mismos la palabra empleada y muchos de los que las pronunciaron.
Pero es sabido, aunque no por todos, que democracia no es igual a pol¨ªtica. Democracia tiene que ver con civilizaci¨®n, con cultura, con humanismo. La pol¨ªtica concreta se realiza dentro de la democracia como ¨¢mbito (Constituci¨®n, art¨ªculo 1, n¨²mero 1). El que confunda democracia con pol¨ªtica puede empezar a dudar de los contenidos democr¨¢tico y pol¨ªtico de sus convicciones. La composici¨®n del poder judicial no ha sido determinada por los nuevos aires. La extracci¨®n social, las ense?anzas recibidas y el oficio cumplido durante el tiempo pasado deben evitar la sorpresa ante determinadas actitudes judiciales. En su intervenci¨®n, el fiscal Jauralde explic¨® que, en su sentir, el instrumento que ha de utilizarse para cambiar la situaci¨®n es el de persuadir con el di¨¢logo, con la conducta. El mundo judicial es poco permeable a las innovaciones. Es retra¨ªdo, rutinario, t¨ªmido; aunque hay que exceptuar de la timidez a los resueltos y numerosos jueces, magistrados y fiscales que fueron gobernadores civiles, directores generales, asesores de ministerios y hasta ministros en el r¨¦gimen anterior, y a los que en honor y respeto a su entereza habr¨¢ que tener por firmes y consecuentes en sus convicciones.
Que el fiscal Jauralde lo sea tambi¨¦n en las suyas debe producir orgullo en sus conciudadanos -vistos m¨¢s de un ejemplo, que incitan a lo contrario-. A¨²n creo que todos debi¨¦ramos ser alentados para que la actitud cr¨ªtica fuera frecuente y que al fiscal Jauralde habr¨ªa de serle agradecida su conducta. Que hoy, como en los a?os pasados, no conozca el miedo ante el deber de decir su opini¨®n es reconfortante. Mejor fuera examinar y verificar lo que nos ha dicho, que no atribuir a labor de ?expertos? lo que debe ser materia de reflexi¨®n de muchos. Seguramente es llegado el momento en que hay que sustituir el misterio por la explicaci¨®n de los fen¨®menos, en que las palabras de la Constituci¨®n dejen de ser literatura -no demasiado buena, es verdad- para que se transformen en posibilidades al alcance de los ciudadanos, para que encarnen en la vida social. Hay jueces dem¨®cratas y fiscales dem¨®cratas, desde luego. Pero no es este el problema. No debe serlo. El problema es su escaso n¨²mero.
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