Parir con marido
Poco despu¨¦s de acabar la carrera de Medicina asist¨ª a ?mi? primer parto en un hospital de Madrid. Me impresion¨® de tal forma que escrib¨ª una carta a la revista Triunfo, con el coraz¨®n dolorido y rabioso. Y comprend¨ª que mi rabia y mi dolor no estaban descaminados cuando, poco despu¨¦s, se publicaron varias cartas m¨¢s en dicha revista, en las que algunas mujeres daban las gracias de que, por fin, un m¨¦dico comprendiese el desamparo en que se encontraban en esos momentos. Han pasado los a?os. Servidor es ya un doctor instalado y con complejo de ?carroz¨®n?. La democracia, por la que tanto luchamos de estudiantes, ha llegado a Espa?a como la primavera, sin saber c¨®mo ha sido y con el peligro de que una nueva ola de fr¨ªo hiele las flores tempranas sin que den fruto. Pero yo nunca olvidar¨¦ a aquella matrona vieja que gritaba: ?Empuja, puta. Em(Pasa a p¨¢gina 10)
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puja, puta.? Ni a aquella pobre mujer joven, desfigurada por el dolor, que sollozaba: ??D¨®nde est¨¢ mi marido?? Para recibir como contestaci¨®n: ?Estar¨¢ en la sierra, divirti¨¦ndose con otra mujer mientras t¨² est¨¢s pariendo.? No, yo sab¨ªa que su esposo estaba en el pasillo del hospital, nervioso y angustiado. Y por eso me impon¨ªa a m¨ª mismo la obligaci¨®n de, nada m¨¢s acabar el parto, salir del quir¨®fano y, quit¨¢ndome la mascarilla, decirle: ?Todo ha ido bien. Su mujer est¨¢ ya tranquila y tiene usted un chico precioso.? Pero, ?hab¨ªa ido todo realmente bien? Por eso, cuando hoy muchas mujeres defienden el derecho de que sus maridos les acompa?en y est¨¦n con ellas cuando den a luz, yo recojo su idea con entusiasmo. Aquella matrona ya estar¨¢ jubilada, como tantos otros pol¨ªticos de aquellos tiempos, que entonces me parec¨ªan omnipotentes y eternos. Pero si el marido hubiera estado all¨ª con su esposa, ¨¦sta se habr¨ªa sentido protegida y no hubiese tenido que soportar humillaciones in¨²tiles. Con esta carta quiero animar a todas las embarazadas para que mentalicen a sus esposos y para que todos los matrimonios vayan ganando la batalla de que en La Paz, el Cl¨ªnico, los sanatorios privados, etc¨¦tera, se permita que en uno de los momentos m¨¢s cruciales de su existencia la pareja pueda estar junta, am¨¢ndose y compartiendo uno al lado del otro la angustia, el dolor y la esperanza. Y la alegr¨ªa del nacimiento del hijo de ambos.
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