Crisis econ¨®mica y econom¨ªa de una crisis
En c¨ªrculos acad¨¦micos se res¨¬ra desesperanza. ?Que es lo que est¨¢ fallando? ?La pol¨ªtica econ¨®mica, la teor¨ªa, o simplemente los supuestos en que ambas se asientan? Las distintas respuestas que se han dado han conseguido algo m¨¢s que dividir a la comunidad cient¨ªfica. Ha habido importantes intentos de dar soluci¨®n a lo m¨¢s apremiante, sin salir de esquemas macroecon¨®micos. Sin embargo, los diferentes enfoques no han conseguido ensanchar lo suficiente el, margen de maniobra de las pol¨ªticas. Este hecho ha venido a confirmar en cierta forma el origen del problema, La teor¨ªa d la pol¨ªtica econ¨®mica se ha venido elaborando en base a una serie de supuestos y relaciones de comportamiento, muchos de los cuales s¨®lo se verifican sobre el papel.Ya en los a?os sesenta, los impulsores de la ?nueva econom¨ªa?, auspiciados por el presidente Kennedy, introdujeron la aparente innovaci¨®n de complementar una pol¨ªtica de demanda puramente keynesiana, con medidas orientadoras de pol¨ªtica de rentas. Sin pasar por el alto papel desempe?ado en el desenvolvimiento econ¨®mico brit¨¢nico desde finales de la segunda guerra mundial, el control de las rentas monetarias comenzaba entonces a adquirir aut¨¦ntica relevancia en la regulaci¨®n de las econom¨ªas. La mira fundamental segu¨ªa puesta en el manejo de la demanda, pero quedaba contrastada la eficacia de la pol¨ªtica de rentas para afectar a los costes y, por consiguiente, a la oferta.
Quiz¨¢ sea tan perjudicial como el enfrentamiento micro-macro intentar asociar a problemas de demanda soluciones ?macro? aplicables a la econom¨ªa concebida como un todo), y a estrangulamientos de la oferta, pol¨ªticas ?micro? (sobre unidades de producci¨®n y consumo). Desde una ¨®ptica istrumentalista., podemos, no obstante, dar cierta validez provisional a estos dos binomios. Con independencia del juicio que nos pueda merecer la ejecutoria concreta de los distintos gobiernos, el d¨¦bil pulso de la demanda que caracteriza la situaci¨®n internacional no autoriza racionalmente a propugnar una rebaja del papel de la pol¨ªtica coyuntural. La pol¨ªtica fiscal debe seguir intentando sostener a demanda sin perder de vista el problema de la inflaci¨®n, hoy atacado primordialmente por la pol¨ªtica monetaria. El papel de las pol¨ªticas ?micro? es bastante m¨¢s delicado.
Al nivel de las unidades de prolucci¨®n y consumo existen una serie de leyes en absoluto r¨ªgidas, pero cuyo incumplimiento en largos per¨ªodos de tiempo es causa de obst¨¢culos generalizados a la estabilidad y el desarrollo. Una unidad de producci¨®n incurre en tres tipos b¨¢sicos de costes. Primero, costes de las materias primas y la energ¨ªa. Estos vienen hoy determinados en gran parte de forma ex¨®gena a las econom¨ªas occidentales. El profesor Rojo ha explicado este punto retrotray¨¦ndose a la ¨¦poca de D. Ricardo, en la que el factor de oferta limitado era la tierra. Existen tambi¨¦n unos costes financieros elevados, fruto tanto de una organizaci¨®n bancaria, que traslada con ventaja a intereses gran parte de sus elevaciones de costes, como de la menguante importancia de la autofinanciaci¨®n empresarial. La partida m¨¢s importante, los costes de trabajo, se mueve m¨¢s a impulsos de la inflaci¨®n. esperada, y la capacidad sindical de negociaci¨®n que con miras a la productividad.
La tarea de la pol¨ªtica ?micro? es amplia, aunque podr¨ªamos distinguir dos direcciones fundamentales. Primeramente, la m¨¢s general, y al mismo tiempo la m¨¢s vaga: corregir las imperfecciones del mercado. Temas implicados en este objetivo son, entre otros, mejorar la distribuci¨®n personal y funcional de la renta, afectar subsidios e impuestos a costes y beneficios no monetarios y aplicar a la elecci¨®n p¨²blica, en lo posible, criterios de coste y beneficio. Pero actualmente la meta ?micro? m¨¢s palpable consiste en presionar a la baja sobre los distintos costes por la v¨ªa del mercado. Liberalizaci¨®n arancelaria y del comercio exterior para abaratar las materias primas; moderaci¨®n de la expectativas de inflaci¨®n, fomento de la productividad y flexibilizaci¨®n del mercado de trabajo para reducir los costes de mano de obra; eliminaci¨®n de intervencionismos e introducci¨®n de competencia creciente en el sistema financiero, a fin de disminuir los costes del cr¨¦dito. Sin olvidar por supuesto, la necesidad de vigilar los costes de comercializaci¨®n y los m¨¢rgenel. que la industria, mayoritariamente oligopol¨ªstica, carga. sobre los costes de producci¨®n.
La tosquedad con que se han venido desenvolviendo en los ¨²ltimos a?os las pol¨ªticas de corte macroecon¨®mico est¨¢ consiguiendo al fin acabar con uno de los males que m¨¢s ha pesado sobre la ciencia eco?¨®mica durante decenios. Samuelson lo ha popularizado como ?esquizofrenia del economista?, refiri¨¦ndose a la escisi¨®n de micro y macroeconom¨ªa. La vulgarizaci¨®n del ?keynesianismo hidr¨¢ulico? como con acierto ha denominado Coddington a esa forma de entender la econom¨ªa como gobernada por las leyes de los fluidos, accesible incluso para no iniciados, ha tendido a postergar a lo largo de tres d¨¦cadas de ortodoxia el estudio profundo de los hechos que mueven a las econom¨ªas individuales.
Los economistas est¨¢n hoy a la b¨²squeda de un nuevo paradigma, que pueda conjugar todos estos aspectos. Entre tanto, los gobiernos, y ello no es paradoja, habr¨¢n de ser los primeros valedores del mercado.
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