Anillos para una f¨¢bula
El Se?or de los Anillos.Seg¨²n el libro de Joan R. R. Tolkien. Realizaci¨®n: Ralph Bakshi. Historia ficci¨®n. Dibujos animados e imagen real. Locales de estreno: Pompeya y Palace.
Joan Ronald Reuel Tolkien, fil¨®logo ingl¨¦s de principios de siglo, a fuerza de estudiar primitivas leyendas n¨®rdicas, decidi¨® un buen d¨ªa escribir la suya propia, una historia entre medieval y fant¨¢stica con alusiones a temas actuales y m¨¢s concretamente en contra de la civilizaci¨®n industrial, la guerra y la influencia del capital sobre los sufridos mortales.
Aquello fue por los a?os cincuenta y se comprende que el libro viniera a ser una especie de Biblia para ciertas generaciones j¨®venes, a medias entre la contestaci¨®n anglosajona y el mundo pintoresco de los hippies. Se entiende que quienes se creyeron capaces de transformar la humanidad a base de flores y guitarras hallaron en sus p¨¢ginas un eco a sus deseos o ambiciones. A fin de cuentas, hacer triunfar al Bien sobre el Mal siempre resulta m¨¢s f¨¢cil en libros y canciones.
De entonces a ac¨¢ han pasado unos cuantos a?os. Ya apenas, quedan hippies, salvo en los pa¨ªses pobres, porque all¨ª todos lo son y, mal que bien, parecen descubrir por s¨ª mismos el medio de dejar de serio sin remontarse precisamente a leyendas teut¨®nicas. Bien es verdad que las sagas noruegas siguen estando de moda y entre cierto p¨²blico resulta mucho m¨¢s interesado y excitante so?ar que un vikingo descubri¨® Am¨¦rica antes que el consabido Crist¨®bal Col¨®n, sobre todo ayudado por Isabel la Cat¨®lica.
Se dir¨¢ que las reglas de la fantas¨ªa van por cauces distintos de los de la Historia, pero con todo y eso, y volviendo a la pel¨ªcula, es preciso afirmar, como Unamuno respecto al ajedrez, que como juego es demasiado, y como ciencia, poca. Es mucho, porque el c¨²mulo de nombres, regiones, tribus y personajes que, por cierto, fuman tabaco en tiempos medievales, hace dif¨ªcil seguir la an¨¦cdota para los no iniciados en el libro.
Caso aparte es la realizaci¨®n, a medias entre la imagen real y los dibujos animados, procedimiento ya intentado por Walt Disney con resultados tan mediocres como primitivos en alguno de sus filmes folkl¨®rico-ternurista-tur¨ªsticos. Como es sabido, cuando en tales empe?os aparece la figura humana, el dibujo se calca sobre una falsilla previa rodada con actores, a fin de darle el movimiento adecuado. Tal procedimiento ha sido utilizado aqu¨ª y no supone mayor novedad. Lo verdaderamente nuevo es el tratamiento de las masas, de los extras, como se dir¨ªa en una pel¨ªcula convencional, a lo largo de algunas secuencias, y sobre todo, en las batallas. Utilizando el procedimiento llamado ?solarizaci¨®n?, es decir, exponiendo el negativo a una luz de mayor intensidad que la normal, se han conseguido im¨¢genes in¨¦ditas, a medias entre la realidad o lo fant¨¢stico. Ayudado por un h¨¢bil montaje, que mezcla sabiamente ambos procedimientos, a m¨¢s de los alardes que hoy d¨ªa el color permite, Ralph Bakshi ha conseguido efectos francamente espectaculares.
Mas, a pesar de todo, la f¨¢bula de Tolkien, ya de por si bastante complicada, queda m¨¢s para solaz de chicos que para filosof¨ªa de mayores, as¨ª al menos parece demostrarlo la edad del p¨²blico, que sufre a ratos y a veces se asombra, a la espera de la segunda parte de esta saga famosa.
Babelia
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