Las nuevas autonom¨ªas y el pago de la deuda
Si examinamos el reciente proceso que, de momento, ha culminado con la consolidaci¨®n de las autonom¨ªas del Pa¨ªs Vasco y de Catalu?a, podremos establecer dos clases de lectura: una de ellas, a la que ya las m¨¢s prestigiosas plumas de nuestro pa¨ªs han dedicado brillantes p¨¢ginas, es la pol¨ªtica; otra, que hasta el presente no ha merecido la misma atenci¨®n, es la econ¨®mica y es a ¨¦sta a la que, con permiso de otras voces mucho m¨¢s cualificada que la m¨ªa, me atrevo a dedicar estas breves consideraciones.Para abordar con un m¨ªnimo criterio objetivo el an¨¢lisis de la coyuntura actual del Estado, con dos regiones (o nacionalidades) que cuentan ya con un ordenamiento legal diferenciado del resto deja naci¨®n, estimo imprescindible pasar al examen de ciertas circunstancias hist¨®ricas.
En efecto, s¨ª volvemos nuestra vista a la Espa?a de mediados del siglo XIX, obtendremos una radiograf¨ªa mucho m¨¢s uniforme que en la actualidad del desarrollo econ¨®mico a lo largo de la geograf¨ªa del pa¨ªs. Independientemente de los distintos grados de concentraci¨®n de la propiedad, que entonces era primordialmente agraria, no exist¨ªan diferenciales notables en los niveles de renta de las distintas regiones espa?olas. Pronto, sin embargo, empiezan a cambiar las cosas, al producirse simult¨¢nea y paralelamente ciertos movimientos econ¨®micos en dos regiones muy cualificadas del pa¨ªs, a las cuales identifica su proximidad a Europa. Es la ¨¦poca en la que la revoluci¨®n industrial est¨¢ en marcha y las nuevas tecnolog¨ªas empiezan a ser exportadas a los pa¨ªses lim¨ªtrofes desde la Europa industrializada. Obviamente, Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco iban a recibir, por su inmediatez geogr¨¢fica, los primeros beneficios, aumentados en el ¨²ltimo caso por la importante corriente comercial que se establece, principalmente con Inglaterra, al alumbrarse los ricos yacimientos de mineral de hierro de Somorrostro. As¨ª, al tiempo que en el Pa¨ªs Vasco se incorporan nuevas tecnolog¨ªas a la siderurgia, en Catalu?a se introducen patentes francesas que pronto, ponen en cabeza a la industria textil catalana, haciendo desaparecer, en poco tiempo, a sus competidoras del resto de Espa?a.
El proceso de industrializaci¨®n, en estas regiones principalmente, se consolida con la adopci¨®n durante un largo per¨ªodo, s¨®lo interrumpido por el arancel libre cambista de 1869 y llegando a nuestros d¨ªas, de una marcada pol¨ªtica proteccionista. Los pol¨ªticos vascos y catalanes, entre ellos Bosch y Labr¨²s, Zaracondegui y, m¨¢s tarde, Camb¨®, supieron hacer pesar su influencia en los sucesivos gobiernos con objeto de obtener el monopolio del mercado espa?ol para sus productos, y as¨ª consiguen la aprobaci¨®n de los aranceles proteccionistas de 1841, 1891 y 1906. El resto de las regiones espa?olas, que pr¨¢cticamente viv¨ªan de la agricultura, fueron las sustentado ras de las industrias vasca y catalana, al tiempo que las t¨ªmidas muestras de despegue industrial que pose¨ªan, como los altos hornos de Marbella o Huelva y las f¨¢bricas textiles de Sevilla o B¨¦jar, desaparec¨ªan ante la superioridad tecnol¨®gica -de las industrias del Norte.
Paralelamente al auge econ¨®mico, se empiezan a desarrollar en las dos regiones citadas sendos movimientos de concienciaci¨®n nacionalista que, al principio, representan la necesidad de expresi¨®n de una, cuItura propia que, ciertamente, a trav¨¦s de los siglos hab¨ªa quedado ahogada por el centralismo. Estos leg¨ªtimos sentimientos de identidad, que no ten¨ªan por qu¨¦ cuestionar la unidad del Estado, son aprovechados por las burgues¨ªas catalana y vasca en favor de conseguir una nueva aspiraci¨®n: la de que estas regiones se liberaran de la presi¨®n econ¨®mica directa del Estado, consiguiendo estatutos auton¨®micos, en los que la mayor parte de los recursos fiscales fueran administrados por gobiernos propios. Es decir, al tiempo que segu¨ªan conservando, mediante la intervenci¨®n del Estado, el mercado nacional, lograban disminuir el grado de su contribuci¨®n a la Hacienda P¨²blica.
Estos estatutos se consiguen aprobar, tras algunas incidencias, durante la Segunda Rep¨²blica, y, si bien eran claramente defendibles desde el punto de vista de los derechos hist¨®ricos, de estas dos nacionalidades, no lo eran tanto en su formulaci¨®n concreta, al dejar al margen una de las obligaciones primordiales del Estado, cual es la de proteger por igual los intereses de todos los ciudadanos y, por ende, de sus regiones. El resto de las regiones espa?olas quedaban as¨ª menos amparadas por el Estado, al haber disminuido la participaci¨®n en la financiaci¨®n general de las dos regiones de mayor nivel econ¨®mico, mientras que precisamente ¨¦stas segu¨ªan benefici¨¢ndose de la exclusiva del mercado, estando el resto de los espa?oles obligados a adquirir sus productos industriales.
La calda de la Rep¨²blica, con la guerra civil y la posterior implantaci¨®n de un centralismo autoritario no trajo consigo, como cabr¨ªa esperar, una nueva pol¨ªtica econ¨®mica que tendiera a la aminoraci¨®n de los desequilibrios territoriales. Tanto en la etapa de autarqu¨ªa como en la desarrollista son las regiones de mayor nivel econ¨®mico, y a la cabeza de ellas Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco, las que vuelven a beneficiarse de la pol¨ªtita econ¨®mica estatal.
La mitolog¨ªa del desarrollo de los sesenta y los principales instrumentos de fomento industrial empleados, tales como planes de reestructuraci¨®n, acciones concertadas y otros, contribuyeron a la elevaci¨®n del nivel econ¨®mico de las regiones aludidas, siendo reforzada, adem¨¢s, esta tendencia gracias al trasvase financiero proveniente de las regiones m¨¢s atrasadas y que se canalizaba a trav¨¦s de la banca privada o de los coeficientes de inversi¨®n obligatoria de las cajas de ahorro. Otra importante contribuci¨®n de las regiones menos favorecidas a las m¨¢s desarrolladas fue la numerosa aportaci¨®n de mano de obra que, en un principio, fue contratada a salarios de subsistencia, lo que contribuy¨®, sin lugar a dudas, a la f¨¢cil capitalizaci¨®n de la industrias del Norte. Por otra parte, los t¨ªmidos intentos de hilvanar una pol¨ªtica de compensaci¨®n territorial reflejada en los Planes de Desarrollo, resultaron escasamente eficaces, e incluso en alg¨²n caso, como ha sucedido en Huelva y Lugo, han servido para desviar de ciertas regiones instalaciones industriales con efectos externos de car¨¢cter conflictivo.
Pasando ya al an¨¢lisis de la coyuntura presente, la situaci¨®n sigue ofreci¨¦ndonos dos vertientes: en el aspecto pol¨ªtico, actualmente, no solamente Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco han tomado conciencia de su identidad nacional, sino que, con el mismo leg¨ªtimo derecho y dentro del indiscutible supremo marco de la unidad del Estado, otras regiones espa?olas, principalmente Galicia (que ya tuvo un nonato estatuto en 1936), Canarias, Andaluc¨ªa, Extrernadura y otras, han optado por concretar sus aspiraciones en un proyecto pol¨ªtico auton¨®mico, en tanto que, en su vertiente econ¨®mica, esto se traduc¨¦ en la posibilidad de elecci¨®n de un modelo. econ¨®mico no impuesto y surgido del autoconocimiento de su potencialidades regionales y para cuya puesta en pr¨¢ctica se hace imprescindible la detracci¨®n de recursos provenient¨¦s de la regiones m¨¢s desarrofiadas.
Este proyecto pol¨ªtico, que no interfiere las aspiraciones de las nacionalidades hist¨®ricas, viene perfectamente configurado c¨¢ la nueva Constituci¨®n, en donde se establece expresa y reiteradamente la necesidad de un desarrollo arm¨®nico de todas las regiones o nacionalidades espa?olas y la solidaridad de las m¨¢s favorecidas con las m¨¢s atrasadas.
La precipitaci¨®n con que Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco han reclamado sus estatutos de autonom¨ªa, adelant¨¢ndose a una configuraci¨®n que incluyera una previa ley de Financiaci¨®n de las Comunidades Aut¨®nomas, podr¨ªaponer en peligro el cumplimiento del mandato constitucional y, m¨¢s concretamente, la consecuci¨®n de un justo y eficaz Fondo de Compensaci¨®n Interregional, y es por lo que es obligado instar a nuestras m¨¢s altas instituciones democr¨¢ticas, y muy especialmente a las recientemente puestas en marcha en Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco, a tomar conciencia del grave problema que supone para la estabilidad del Estado la pervivencia de fuertes desequilibrios territoriales en Espa?a y que la solidaridad que deben ahora ofrecer las regiones m¨¢s adelantadas hacia las m¨¢s atrasadas no es ni m¨¢s ni menos que ¨¦l justo pago de la deuda que con ellas tienen contra¨ªda por la contribuci¨®n de ¨¦stas a su desarrollo industrial.-
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