Dos pol¨ªticos cercados
La situaci¨®n espa?ola admite m¨²ltiples comentarios. Pol¨ªticos, economistas, soci¨®logos y un interminable etc¨¦tera de expertos podr¨ªan cada uno llenar, al menos, una p¨¢gina concreta en su especialidad, describiendo o definiendo la hora de Espa?a. Pero hay un aspecto tangencial que me gustar¨ªa poner de relieve: dos grandes pol¨ªticos de la transici¨®n est¨¢n entrando en la soledad de planteamientos escasamente compartidos entre sus bases y el pa¨ªs. Son dos pol¨ªticos que, aplaudidos hasta por sus adversarios en la transici¨®n, han resultado solitarios en la consolidaci¨®n de la democracia. Son dos pol¨ªticos cercados. ?Qui¨¦nes son y c¨®mo se ha producido este fen¨®meno? Aqu¨ª van unas l¨ªneas dedicadas a dos vidas sorprendentemente paralelas a partir del inicio de la democracia. Uno de ellos es el presidente del Gobierno y del partido UCD, don Adolfo Su¨¢rez, y el otro es el secretario general del PCE, don Santiago Carrillo. Dos pol¨ªticos rodeados de silencio y soledad. Dos pol¨ªticos cercados y con dif¨ªcil salida.Don Adolfo Su¨¢rez, el genial cuentista de la transici¨®n. Don Santiago Carrillo, el incre¨ªble inventor del final del comunismo tradicional en Espa?a.
?Que hay m¨¢s pol¨ªticos con problemas? Por supuesto que es extra?o el l¨ªder pol¨ªtico que no tiene, ha tenido o tendr¨¢ problemas de comunicaci¨®n con los suyos y con sus conciudadanos. Pero lo de estas dos figuras es distinto. Lo fueron todo y la gente aplaud¨ªa. Lo son todo y la gente los mira hoscamente. Apasionante espect¨¢culo de soledad. Pero ?tambi¨¦n errores?, ?tambi¨¦n terquedad?, ?tambi¨¦n autocracia ciega?
Don Adolfo Su¨¢rez. No pienso considerar las circunstancias concretas de su situaci¨®n. No es s¨®lo un problema de porcentajes electorales, con no ser poco el tema. Es un problema m¨¢s profundo. Su¨¢rez se est¨¢ quedando absolutamente solo en la m¨¢s aparatosa compa?¨ªa de su vida. Nunca -ni Franco- tuvo un pol¨ªtico espa?ol un entorno tan numeroso: el llamado significativamente ?complejo de la Moncloa?. Periodistas, diplom¨¢ticos, pol¨ªticos menores,- expertos, y m¨¢s y m¨¢s gentes se incorporan a unos u otros edificios de las hect¨¢reas que circundan el palacete. M¨¢s expertos para hacer que sea m¨¢s fuerte el estruendo de la soledad de su ocupante.
Todo empez¨® el d¨ªa que se plante¨® el problema de que para pasar de la dictadura a la democracia era imprescindible enga?ar a los herederos formales del r¨¦gimen anterior. Pero, adem¨¢s, era tambi¨¦n necesario enga?ar a los dem¨®cratas para que la ruptura no tuviera que retar a la continuidad. Ha sido un confusionista hist¨®rico. En aras de una concepci¨®n -que el tiempo dir¨¢ si fue acertada- de que s¨®lo cab¨ªa una democracia inicialmente controlada, Su¨¢rez ha dicho s¨ª a lo imposible de cumplir y no a lo imparable. El resultado es nuestra democracia. Ese pol¨ªtico de la transici¨®n ha resultado ser un gran pr¨¢ctico de puerto: magn¨ªfica la maniobra de paso de los rompientes y los arrecifes costeros, pero un mal capit¨¢n de buque: ?d¨®nde vamos?, ?d¨®nde nos llevan? Nadie tiene una respuesta solvente, ni por lo menos veros¨ªmil, en el entorno, de Suarez.Pero no es s¨®lo esta falta de capacidad; es que Adolfo Su¨¢rez empieza a estar totalmente cercado. ?Tiene partido? Los ¨²ltimos resultados electorales; las tensiones internas de UCD; las dudas de si es un conglomerado variopinto de intereses o una democracia cristiana edici¨®n espa?ola; el desesperado apoyo de los empresarios a UCD sin fe, pero como mal menor; el desconcierto de tantos; la b¨²squeda sistem¨¢tica de l¨ªderes alternativos; el desconocimiento de c¨®mo se logra la comunicaci¨®n, la barrera extra?a de los Aza, Abril, Alc¨®n y dem¨¢s privados. Ya no sabe Su¨¢rez c¨®mo ha de comunicarse con los espa?oles. La televisi¨®n es demasiado descarada y la escalera de la tribuna del Congreso de los Diputados es cada d¨ªa m¨¢s empinada para el que no hace pr¨¢cticas.
?Qui¨¦n cree en Su¨¢rez? Pocos. ?Qui¨¦n se apoya en Su¨¢rez? Todav¨ªa muchos. Esta es exactamente la disposici¨®n de las piezas ante un pol¨ªtico cercado. S¨®lo falta que se encuentre una alternativa interna o externa a su minigalaxia para que la fortaleza del solitario caiga con estr¨¦pito.
?C¨®mo caer¨¢ Su¨¢rez? En primer lugar, hay que exigir que se callen todos los que plantean derrocamientos franquistas, o providenciales. No. Su¨¢rez caer¨¢ democr¨¢ticamente. Eso quiere decir que s¨®lo puede caer por estos medios: moci¨®n de censura en el Parlamento; elecci¨®n de otro l¨ªder dentro de un congreso de UCD; paso de un n¨²mero suficiente de diputados de, UCD a otro grupo parlamentario (incluido el mixto). Lo dem¨¢s es so?ar con el pasado y socavar la democracia. Su¨¢rez debe caer de
Parte de la consolidaci¨®n de la democracia ser¨¢ el hecho de que el hombre de la transici¨®n caiga democr¨¢ticamente. Todo lo que se habla, escribe o murmura sobre actuaciones del jefe del Estado o de las Fuerzas Armadas no es aceptable por un dem¨®crata. Los que eso defienden o hacen circular, dejan en el aire la duda de si creen en la democracia.
Hasta aqu¨ª un personaje. Frente a ¨¦l, en pura estructura de espejo otro pol¨ªtico equivalente: Santiago Carrillo. Nadie pod¨ªa pensar que un azul se desti?era para construir la democracia. Ni nadie pod¨ªa pensar -por parecida raz¨®n- que un enrojecido se aguase hasta un rosado perfectamente aceptable por lo m¨¢s conservador del mundo occidental. Si Adolfo Su¨¢rez o alguien semejante pod¨ªa ser imprescindible en un determinado modelo que alguien se hizo de la transici¨®n, Carrillo no era imprescindible. Ha sido un adem¨¢s, un regalo para la democracia, un confuso, oportuno y gratuito regalo para la iniciaci¨®n de la democracia La l¨®gica de Su¨¢rez hubiera sido permanecer en la esfera de algo parecido a Alianza Popular; sin embargo, hoy resulta estar potencialmente a la izquierda de la democracia cristiana. La l¨®gica de Carrillo hubiera sido reeditar el ¨¦xito coherente de Cunhal en Portugal y, sin embargo, ha puesto en marcha la concepci¨®n de un Berlinguer italiano. No como resultado de un proceso l¨®gico de an¨¢lisis de fuerzas, sino como fr¨ªo razonamiento de un experimentado dirigente de la debilidad. Hay tanto voluntarismo racional en uno como en otro dirigente. Pero los dos han tenido que confundir. Confundir a los dem¨¢s y a s¨ª mismos.
En Carrillo tenemos el caso del l¨ªder carism¨¢tico entre sus gentes, a las que exige que abandonen sus l¨ªneas de creencia y trabajo y pasen a una estrategia fr¨ªa, racional y regida por la idea de oportunidad. Como Su¨¢rez, Carrillo ha ofrecido a los suyos para¨ªsos desproporcionados a cambio de ceder y arriar muchas banderas. Es curioso lo que est¨¢n sacrificando dos personajes como ¨¦stos para llevar a sus gentes hacia una democracia en la que posiblemente en el pasado no creyeron ninguno de los dos.
Pero a Carrillo se le empieza a revolver el entorno. Desde el punto de vista pol¨ªtico, su partido mira con envidia la claridad lineal de un Marchais o mejor de un Cunhal. El partido no est¨¢ c¨®modo con la sofisticaci¨®n propia de la democracia; prefiere el choque frontal contra el sistema que el complejo proceso convencionamiento-poder. Y ya le han salido las primeras dificultades concretas. Un sindicato de su direcci¨®n (con un nombre que pretendi¨® capitalizar los hero¨ªsmos de muchos m¨¢s) le empieza a jugar el viejo deporte de parecer de acuerdo con el sistema y a la par atacarlo sin recambio ni esperanza. Unos dicen que es cierto que la democracia es un proceso de libertades, mientras que la mayor¨ªa aplauden que unos tanques consoliden la dictadura de un Estado imperial sobre un pa¨ªs fronterizo. Un d¨ªa se apoya un oportunista pacto social timoneado por Santiago Carrillo y poco despu¨¦s se boicotea el primer acuerdo serio y de futuro sobre relaciones laborales.
?En qu¨¦ o qui¨¦n se puede apoyar Carrillo? Hasta ahora sus activos le han sido dados por la derecha. S¨®lo un triunfo electoral importante o una brutal derechizaci¨®n de Espa?a puede evitar que el cerco de Carrillo vaya estrech¨¢ndose.
?C¨®mo puede caer Carrillo? No es f¨¢cil la ca¨ªda de un l¨ªder de un partido tan espec¨ªfico como el suyo. Pero si las gentes de Su¨¢rez le exigen que gobierne en tono de derechas en raz¨®n de que lo fue toda su vida, el entomo de Carrillo le demanda que sea la izquierda radical de que presumi¨® siempre. Dif¨ªcil salida para ambos. Santiago Carrillo ya no puede cambiar de imagen, aunque intente adaptar su estrategia, lo m¨¢s que pueda, a los deseos de sus partidarios hasta el l¨ªmite de lo que su nueva imagen le pueda permitir. Un paso atr¨¢s se puede dar un giro de noventa grados le cuesta el puesto.
Su¨¢rez y Carrillo son ya dos pol¨ªticos cercados que van a afrontar los pr¨®ximos a?os su aut¨¦ntico futuro. Es dif¨ªcil saber c¨®mo les resultar¨¢ a ambos el envite y casi ni importa. Lo importante es saber si tienen alg¨²n papel que jugar en consolidaci¨®n de la democracia espa?ola. No creo en ellos, pero si fuera posible medir su trascendencia para la libertad y la democracia y la medida resultase positiva, le desear¨ªa los mayores ¨¦xitos en un situaci¨®n l¨ªmite para ellos. De lo contrario, lo mejor ser¨ªa que se retirasen. Lo que ocurre es que est conocimiento es imposible y por tanto mejor es quedar de espectador y observar los resultados de reto.
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