El psicodrama de "Le Monde"
El Primer Congreso Internacional de Psicodrama se celebr¨® en Par¨ªs en 1964. El psicodrama es un invento de Jacob Levi Moreno, uno de los m¨¢s apasionantes, apasionados y discutidos personajes de la psicolog¨ªa moderna. Pero ha sido Francia uno de los pa¨ªses donde m¨¢s difusi¨®n y derivaciones ha venido teniendo el inicial psicodrama moreniano. Hasta tal punto que este nuevo sistema de terap¨¦utica psicol¨®gica es posible que haya encontrado un cauce insospechado en el ?estado de elecciones? que vive uno de los peri¨®dicos diarios m¨¢s famosos e influyentes del mundo: Le Monde.
Como se sabe, el pasado 24 de febrero tuvo lugar el primer intento -frustrado- de la elecci¨®n democr¨¢tica de un nuevo director por parte de los redactores. Caso ins¨®lito de democracia interna period¨ªstica. Caso ins¨®lito el hecho de las elecciones, no el de la frustraci¨®n, que de eso sabemos mucho desde siempre todos los periodistas. Pero estas elecciones han desatado tales movimientos psicol¨®gicos en el interior de la redacci¨®n de Le Monde que bien pueden acogerse a la denominaci¨®n de psicodrama. Tambi¨¦n es posible que no sea el primer psicodrama de una redacci¨®n -?cu¨¢nto podr¨ªan hablar de eso muchas redacciones espa?olas!-, pero s¨ª el primero de esta especie.
Ya Jacob Levi Moreno hab¨ªa indicado que ?en las condiciones normales de existencia, la organizaci¨®n profunda de un grupo se mantiene generalmente oculta, inconsciente incluso?. Para convertir en ?manifiesta, expresa? esa profunda organizaci¨®n grupal, Moreno propone un detonador: el examen sociom¨¦trico. Y mucho de examen sociom¨¦trico impl¨ªcito tienen, est¨¢n teniendo, las elecciones de Le Monde. Los redactores se han visto obligados a concretar sus preferencias personales y a condensar en un nombre mil posibles inclinaciones hacia un compa?ero ?ideal?, un l¨ªder-amigo, un colega-eficaz, que es lo que viene a ser, debe ser, cualquier director salido de las mesas de trabajo.
Le Monde es mucho m¨¢s que un simple peri¨®dico. No vamos a hacer aqu¨ª su historia, suficientemente conocida, al menos, por los interesados en estos temas. Le Monde es un s¨ªmbolo, una bandera, servidos por algo m¨¢s que un conjunto de periodistas asalariados. El grupo m¨¢s o menos artificial que compone cualquier redacci¨®n de prensa se convierte, en el caso de Le Monde, en una especie de ?casta?, respetada desde fuera y consciente desde dentro, de su poder, influencia y elitismo. Un grupo, pues, muy especial y que, por tanto, necesita funcionamientos y resortes especiales. En consecuencia, puede ser m¨¢s proclive a ?enfermedades? y delirios psicol¨®g¨ªcos. El prestigio creciente en un mundo de desprestigios, lo saneado de su econom¨ªa en una prensa que se hunde -s¨®lo en el balance de 1977 empez¨® a tener alguna p¨¦rdida-, no se pueden manter impunemente si no es en base a un funcionamiento totalmente excepcional. ?Y es excepcional el funcionamiento interno de Le Monde? La personalidad de su fundador, Hubert Beuve-M¨¦ry, inteligente, cauto, silenciosamente ir¨®nico, independiente con respeto, director desde 1944 hasta 1969, dej¨® una herencia s¨®lida, pero no indestructible. No hay dos Beuve-M¨¦ry. Por eso, en marzo de 1968, antes de irse, Beuve-M¨¦ry revoluciona la estructura del peri¨®dico para salvar a toda costa su independencia: las acciones empresariales se reparten: un 40% a los redactores, otro 40% a los fundadores y sus sucesores, un 11 % a los dos gerentes (Fauvet y Sauvageot, por entonces) y un 9% a los empleados y administrativos. De este modo, nadie es due?o absoluto del peri¨®dico y el ?personal trabajador? tiene mayor¨ªa del 60%. Nada, pues, se puede hacer sin ellos, y ellos pueden imponer sus criterios con tal de mantenerse unidos. Pero esa unidad no es nada f¨¢cil, y menos en un ¨®rgano que se precia de pturalista y liberal. Beuve-M¨¦ry tiene un sucesor inevitable y ?natural?: Jacques Fauvet, nacido en 1914, ingresado en Le Monde en 1945, y que ha ido escalando, por m¨¦ritos, todos los puestos del peri¨®dico hasta redactor-jefe, en 1963. Fauvet es inteligente, trabajador, serio, eficaz. Hereda una situaci¨®n dif¨ªcil y sale adelante siempre a la sombra de Beuve-M¨¦ry, que conserva despacho en la casa. Y la sucesi¨®n de Fauvet se plantea de forma muy diferente. En realidad deber¨ªa haberse jubilado al cumplir los 65 a?os (el 14 de junio de 1979); pero, como el fundador se jubil¨® a los 68, una disposici¨®n interna establece que Fauvet puede pedir una prolongaci¨®n de tres a?os -hasta finales de 1982-, que debe ser aceptada por el voto de los redactores y ratificada por el consejo de administraci¨®n. Puede f¨¢cilmente imaginarse el mundo de intrigas, sospechas, intereses..., que es capaz de desatar semejante posibilidad democr¨¢tica. Pero esa posibilidad se hace realidad, ya que, el 15 de octubre de 1978, Fauvet somete su petici¨®n de continuidad por tres a?os m¨¢s al voto de los redactores. Complicadas consultas previas y ocho horas de reuni¨®n cost¨® la decisi¨®n de los votantes. Y all¨ª empez¨® el psicodrama, que se prolonga hasta hoy. Una autoridad reconocida, inevitablemente aceptada durante casi diez a?os, como la de Fauvet, se ve de pronto sometida a consultas, juicios, opiniones, expresiones insospechadas en normal situaci¨®n directiva. Y m¨¢s en situaci¨®n de herencia fundacional, como es el caso de Fauvet. Aparentemente sale bien parado, porque es reelegido por 372 votos favorables contra 292 negativos. Pero fueron necesarias dos votaciones, porque en la primera no logr¨® la mayor¨ªa requerida. ?Y con qu¨¦ psicolog¨ªa y coraje puede gobernarse un grupo de m¨¢s de seiscientas personas entre las que se sabe que hay casi trescientas que han votado en contra?
En octubre de 1978 hubo tambi¨¦n otras votaciones de sondeo con vistas al posibic sucesor de Fauvet. Aparecen cuatro nombres de compa?eros: Lauzanne (47 votos), Viansson-Pont¨¦ (45), Fontaine (14) y Decornoy (9). S¨®lo era un sondeo. Pero bast¨® para desatar-amistosamente, por supuesto- multitud de hilos psicol¨®gicos que nunca quedan sueltos impunemente. Un a?o m¨¢s tarde (1979) vuelve ahacerse votaci¨®n de son deo, esta vez ya m¨¢s con car¨¢cter de una cierta inminencia electoral. De los cuatro nombres anteriores, s¨®lo dos quedan en liza: Andr¨¦ Fontaine, 58 a?os, redactor jefe, y Jacques Decornoy, 42 a?os, redactor jefe adjunto. Se les unen, en las preferencias de los votantes, tres nombres m¨¢s: Claude Julien, 54 a?os, responsable del suplemento Monde Diplomatique; Jacquesi Amatric, 41 a?os, jefe de interna cional, y Jean-Marie Dupont, 41 a?os, secretario del equipo de direcci¨®n. Cinco nombres, cinco preferencias, cinco puntos de fricci¨®n, cinco divisiones.
Le Monde sigue cada d¨ªa, de cara a sus lectores, como si tal cosa, y es acaso el que menos informa de sus propios movimientos internos, que son pasto de comentarios en todos los medios franceses y mundiales. Pero no es nada dif¨ªcil adivinar que en las entra?as del diario muge y se revuelve una dom¨¦stica fiera. Fierecilla, si se quiere: el involuntario, aunque inconsciente, psicodrama.
De los cinco candidatos, uno, Dupont, se retira. Y los cuatro restantes cumplen su papel en el psicodrama. Los electores cumplen el suyo: reuniones, preguntas, debates, mesas redotidas. Fauvet asiste impert¨¦rrito, porque acaso no tiene preferencias o las tiene demasiado claras. En cualquier caso, es como si se estuvieran preparando sus funerales profesionales. Beuve M¨¦ry hace tambi¨¦n su papel, el de s¨ªempre: callar, sonre¨ªr, esperar y estar un poco por encima del bien y del mal. El que a¨²n exista no deja de ser un desesperado seguro a todo riesgo. Y llega el domingo 24 de febrero, el d¨ªa D y la hora H. El propio diario informa, el 26, de un modo fr¨ªamente objetivo, como si la cosa?o fuera con ¨¦l, del resultado de las votaciones: ?Una jornada y media de debates no ha sido suficiente para que ninguno de los cuatro candidatos se destaque?. Ninguno consigue la mayor¨ªa requerida, aunque dos (Julien y Amalric) quedan muy por encima del resto. A Fontaine, que hace meses era quiz¨¢ el candidato de mayor relieve, le ha hecho polvo electoral su edad y la continuidad de Fauvet hasta finales de 1982. Fontaine tiene 59 a?os. Demasiado viejo. El papel de anciano, triste papel, en el psicodrama. Aunque Fontaine est¨¦ a¨²p de buen ver y con carrera por delante.
Los dos primeros, in¨²tilmente primeros, a muy pocos votos de diferencia entre s¨ª: Julien y Amatric. Claude Julien, maduro, simp¨¢tico, brillante, acogedor, calurosamente batallador, como pez en el agua en el gran debate, hombre de izquierdas. Jacques Amalric, joven; altanero , un tanto as¨ª despectivo, inc¨®modo en el debate, con fama quiz¨¢ no del todo justificada de ser de derechas. Esos son sus papeles en el drama. Protagonista y antagonista, o al rev¨¦s.
Nada ha terminado y el drama sigue. Dentro de unos meses podr¨¢ ocurrir cualquier cosa. Por e¨ªemplo, que ninguno de estos dos hombres pinten ya nada. La comedia es as¨ª, sobre todo cuando se va escribiendo y representando sobre la marcha.
Pero ?necesitaba Le Monde este psicodrama? Puede ser que s¨ª. Es demasiado fuerte y orgulloso este ins¨®lito grupo de periodistas para no padecer alguna grave enfermedad. Por ejemplo, cuando en 1976 un antiguo colaborador del peri¨®dico, Michel Legris, escribi¨® un libro contra Le Monde, calificado por el propio diario de ?panfleto indigno?, la reacci¨®n del famoso grupo fue excesiva e impropia de su poder. Los poderosos no reaccionan as¨ª. Algo pasa en Le Monde -tenga o no raz¨®n la dura requisitoria de Legris- ?Demasiado poder, orgullo enfermizo, v¨ªctima del ?mal franc¨¦s?, estipendio obligado de su propia categor¨ªa? A Le Monde puede venirle bien este ps¨ªcodrama, que podr¨ªa ser ?tri¨¢dico?- al estilo de Anne Ancelin-Schiltzenberger con tal de que encuentre a¨²n su terapeuta. ?Por qu¨¦ no el propio Beuve-M¨¦ry? Esper¨¦moslo para bien de Le Monde, de todos los dem¨¢s peri¨®dicos del mundo y de los ?mondianos? fervorosos, que somos muchos.
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