El Parlamento respalda la postura brit¨¢nica ante el contencioso econ¨®mico con la CEE
El fracaso de la cumbre europea de Luxemburgo para resolver el espinoso tema de la contribuci¨®n brit¨¢nica al presupuesto comunitario ha sido juzgado a esta orilla del canal de forma muy distinta al resto de Europa. Porque en el Reino Unido todo el mundo no s¨®lo est¨¢ de acuerdo, sino que ha aplaudido la decisi¨®n de Margaret Thatcher de rechazar las propuestas comunitarias.
Y el sentimiento del pueblo brit¨¢nico, que recientemente mostr¨® de forma inequ¨ªvoca su rechazo de los planteamientos comunitarios en varias encuestas de opini¨®n, qued¨® reflejado de forma palpable en la recepci¨®n ofrecida a la primera ministra, ayer, en los Comunes.La C¨¢mara en pleno aplaudi¨® de forma ruidosa a la se?ora Thatcher cuando se levant¨® para comunicar a los miembros del Parlamento que Gran Breta?a no dar¨ªa su aprobaci¨®n a ?ninguna propuesta o medida importante comunitaria? hasta que no se resuelva el tema de la contribuci¨®n del Reino Unido al presupuesto de los nueve.
Posici¨®n que mereci¨® el benepl¨¢cito del l¨ªder de la oposici¨®n, James Callaghan, para quien ?al final se nos har¨¢ justi cia, porque la situaci¨®n actual es claramente intolerable?. Callaghan, en medio del asentimiento general, dej¨® bien claro que la se?ora Thatcher contaba ?con el apoyo total de la C¨¢mara ?.
La se?ora Thatcher, que en una clara advertencia a la iz quierda laborista dej¨® bien sentado que ?no exist¨ªan planes para la retirada (brit¨¢nica) de la Comunidad?, hizo una exposici¨®n de los argumentos que hab¨ªa utilizado en Luxemburgo para rechazar, ante el asombro del resto de los pa¨ªses comunitarios y la irritaci¨®n del presidente Giscard d'Estaing y el canciller Schmidt, las ofertas de reducci¨®n de la contribuci¨®n neta inglesa, principalmente por dos razones.
Primera raz¨®n: porque la soluci¨®n ofrecida por la Comunidad, que -dejaba el balance negativo reducido nada menos que en ochocientos millones de libras (unos 128.000 millones de pesetas), desde los 1. 120 millones actuales, es una reducci¨®n temporal s¨®lo aplicable durante un a?o y sin garant¨ªas de que en 1982 Gran Breta?a se viese de nuevo afectada por saldos negativos muy parecidos a los actuales. Y, segunda o ¨²ltima, pero no menos importante, porque la contrapartida puesta por los franceses y otros pa¨ªses comunitarios ha sido considerada como excesiva.
Esta contrapartida o, mejor, contrapartidas, supone que Gran Breta?a tendr¨ªa que aceptar un aumento de los precios agr¨ªcolas, para el a?o en curso, de un 5%, algo que no est¨¢ dispuesto a consentir, no s¨®lo porque la espiral de aumento de los excedentes comunitarios seguir¨ªa in crescendo, sino porque tal aumento se traducir¨ªa inmediatamente en una subida de los productos alimenticios en Inglaterra.
Traducido al ¨ªndice de precios y a la tasa de inflaci¨®n, que roza el 21 % en la actualidad, supondr¨ªa un incremento de cerca de un punto. Es, pues, comprensible desde el punto de vista pol¨ªtico que Gran Breta?a, a trav¨¦s de su ministro de Agricultura, Peter Walker, haya vetado tal propuesta.
El veto brit¨¢nico supone de hecho que la Comunidad se queda por el momento sin pol¨ªtica agr¨ªcola com¨²n y sin presupuesto comunitario, y de ah¨ª que Callaghan haya pedido a la se?ora Thatcher que no ceda en el tema de los precios agr¨ªcolas hasta que no se resuelva el tema de la contribuci¨®n presupuestaria.
Poco a poco, Margaret Thatcher se va acercando a sus objetivos. En Dubl¨ªn, sus colegas europeos le ofrecieron 350 millones de libras; en Luxemburgo, la oferta ha ascendido a ochocientos millones. La cuesti¨®n pr¨®xima a discutir no es sobre cantidades, sino sobre espacio de tiempo.
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