Eso del problema vasco
AL FILO de la jura de los miembros del Gobierno auton¨®mico vasco vuelven a evidenciarse los viejos hilos de la complicada trama pol¨ªtica en Euskadi: el atentado de ETA Militar en Oyarzun, la pat¨¦tica carta p¨²blica de un industrial vasco que no acepta el ominoso chantaje del impuesto revolucionario y el descabalgamiento del se?or Del Burgo de su poltrona foral, tras una larga y tragic¨®mica peripecia que el interesado procur¨® magnificar colocando como tel¨®n de fondo de sus deslices la relaci¨®n entre Navarra y los actuales l¨ªmites del Gobierno de Euskadi. El asesinato de un guardia civil en el autob¨²s San Sebasti¨¢n-Fuenterrab¨ªa (que caus¨® tambi¨¦n la muerte de uno de los agresores) se?ala la p¨¦rdida de rumbo de ETA Militar. En medio de una fuerte campa?a pro amnist¨ªa propiciada por Herri Batasuna se esperaba, como en ocasiones an¨¢logas, una tregua de ETA. Sin embargo, las antiguas correlaciones -por tortuosas que resultaran entre los atentados terroristas y los an¨¢lisis pol¨ªticos de la direcci¨®n de ETAm han sido sustituidas por la simple criminalidad terrorista.
La fragmentaci¨®n de ETAm y la ausencia de argumentaciones pol¨ªticas comprensibles en sus ¨²ltimas acciones no permite, sin embargo, a¨²n clasificar el terrorismo que sufre el pa¨ªs vasco como equivalente al de las Brigadas Rojas o a la banda Baader-Meinhoff. La huelga general convocada en Elgueta (el pueblo del etarra muerto) mueve a estupefacci¨®n. Ni aun en una poblaci¨®n peque?a como Elgueta tiene sentido com¨²n la indignaci¨®n popular porque un hombre haya muerto a manos de la justicia y en el momento en que asesinaba a otro. Pero no cabe llamarse a enga?o: la convocatoria ha resultado un ¨¦xito y testifica, una vez m¨¢s, el peso lamentable, pero no desde?able, de Herri Batasuna en la opini¨®n p¨²blica de los habitantes de Euskadi. Y los perfiles pol¨ªticos de una situaci¨®n de amparo civil a la acci¨®n del terrorismo.
La dram¨¢tica negativa p¨²blica del presidente del Banco Industrial de Guip¨²zcoa a sufragar la tributaci¨®n revolucionaria de ETA es la otra cara de la moneda. El se?or Alcorta es tan vasco o m¨¢s que quienes le extorsionan en nombre de una ?patria vasca?, y sus v¨ªnculos familiares se extienden a Euskadiko Ezkerra y al asesinado Pertur. Representa a los miles de vascos chantajeados en silencio (en sus conciencias, en su patrimonio, o en ambas cosas a la vez) y cuya defensa tienen que asumir p¨²blicamente los Gobiernos auton¨®micos y del Estado. Su gesto es moralmente valioso y debe ser pol¨ªticamente apoyado por los partidos vascos que busquen una verdadera pacificaci¨®n.
Nos aventurar¨ªamos a estimar que la mayor¨ªa del pueblo vasco conforma en este momento una masa movediza que sufre el terrorismo de la misma forma, aunque en ocasiones desde perspectivas antag¨®nicas. El propio Garaikoetxea se extend¨ªa, en declaraciones a, este peri¨®dico (23-4-1980), sobre el trasvase en dos direcciones entre los sectores nacionalistas pac¨ªficos y los partidarios pasivos o activos de la lucha armada. Esa capilaridad es evidente, cuando menos, entre el PNV y Herri Batasuna, y este fen¨®meno es el punto de apoyo de cualquier operaci¨®n pol¨ªtica que procure la pacificaci¨®n de Euskadi: el acercamiento de esas dos corrientes de opini¨®n que, tras el descalabro electoral de los partidos estatales, son, con Euskadiko Ezkerra, clave del futuro de Euskadi.
Para que ese trasvase se produzca y el terrorismo quede aislado moral y pol¨ªticamente es preciso una previa clarificaci¨®n entre el PNV y la izquierda vasca y entre el PNV y el Gobierno del Estado. La izquierda vasca debe terminar su debate sobre si es preferible colaborar con el PNV para consolidar la autonom¨ªa o dejar ?abrasarse? a los peneuvistas en los primeros y dificiles a?os de ¨¦sta. A su vez, el Gobierno del Estado debe obrar con lealtad y hasta con generosidad respeto al Gobierno vasco y apearse de esa pol¨ªtica dubitativa y medrosa sobre Euskadi, que encuentra sus ¨²ltimos reflejos en la no legalizaci¨®n de Herri Batasuna o en la represi¨®n desorbitada del reciente ?Aberri Egunai. El PNV debe igualmente renunciar a presiones histri¨®nicas sobre el Estado; el anuncio del regreso de sus diputados al Parlamento espa?ol es en este sentido una buena nueva. La actitud que tome ante cuestiones como las de los atentados contra guardias civiles, el impuesto revolucionario o las movilizaciones populares de apoyo a los asesinos de ETA ser¨¢ finalmente significativa. Todo ello no es imposible; exige -eso s¨ª- notables dosis de altura pol¨ªtica, de estrategia de largo alcance, que no sobran entre los remendadores que integran la mayor¨ªa de nuestra clase gobernante.
Finalmente, el problema de Navarra con relaci¨®n a Euskadi puede entrar en v¨ªas de racionalizaci¨®n si personajes como Jaime Ignacio del Burgo dejan de erigirse en las Juanas de Arco de Navarra. El binomio Navarra-Euskadi no debe terminar en una acerba divisi¨®n de los navarros, que ya est¨¢ produciendo enfrentamientos cotidianos en los pueblos, a Cuenta de la apertura de una ikastola o de la funci¨®n de un grupo folkl¨®rico vasco. Navarra es cuna hist¨®rica de Euskadi, pero su inclusi¨®n o exclusi¨®n en la autonom¨ªa vasca es un problema pol¨ªtico y econ¨®mico que nada tiene que ver con los t¨¦rminos de vasquismo o antivasquismo en que ahora se plantea la discusi¨®n. Navarra, aun perteneciendo a la comunidad natural vasca, puede, en su d¨ªa, optar por no pertenecer a la comunidad auton¨®mica vasca. Navarra tiene unas instituciones forales que funcionan, mal que bien, desde hace d¨¦cadas, y est¨¢ en posesi¨®n de una hacienda que le reporta 24.000 millones de pesetas (de los que s¨®lo entrega al Estado 2.200), para una poblaci¨®n de 480.000 habitantes, escasamente castigada por el paro; un panorama institucional y socioecon¨®mico que la actual autonom¨ªa vasca no lograr¨¢ en esta d¨¦cada. Los vascos de Navarra y los vascos de toda Euskadi deben abrir un debate sobre estos datos reales y optar por una decisi¨®n pol¨ªtica limpia de sentimentalismos, en los que Navarra aparece como la doncella pronta a ser raptada por el expansionismo euskald¨²n o como el basti¨®n legendario ante el separatismo del Norte.
Sobre estos renglones (aislamiento moral del terrorismo, trasvase de los reticentes o los agraviados hacia- el nacionalismo pac¨ªfico, entendimiento leal entre el Estado y el Gobierno auton¨®mico y racionalizaci¨®n del tema navarro) se va a escribir la inmediata historia de la autonom¨ªa,vasca; y los sucesos dram¨¢ticos, insolidarios o simplemente tartufescos que han significado la jura de los ministros vascos no son tan descorazonadores como pudieran parecer. Si en el tri¨¢ngulo Madrid-Vitoria-Pamplona alguien comienza a trabajar para las generaciones futuras antes que para los votantes de los pr¨®ximos comicios, y traza las l¨ªneas de una pol¨ªtica de Estado, no habr¨¢ m¨¢s problema vasco, porque desde 1936 el problema vasco es un problema de sentido com¨²n.
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