Sin mediar palabra

Ahora que existen tantas ideolog¨ªas pol¨ªticas capaces de traer la paz y el orden a este nuestro sufrido planeta, no voy a ser yo, insignificante habitante del mismo y profundo desconocedor de la muy insigne ciencia pol¨ªtica, quien cree c¨¢tedra con la m¨ªa. Aunque confieso que resulta embriagadora la idea de dirigir a unas cuantas personas -que seguro andar¨¢n a¨²n por ah¨ª desocupadas-, crear sedes provinciales, nombrar comisiones encargadas de planificar, y diputados, y senadores, y asesores, y delegados, y portavoces. :Pero no. No lo har¨¦. Porque no me queda tiempo. Son tantos los dirigentes que piensan por m¨ª que, ganado por esa turbia placidez de sentirme protegido y libre ya de toda necesidad de pensar, duermo. S¨ª, de un tiempo ac¨¢ s¨®lo duermo, y, sobre todo, sue?o. ?Ver¨¢n! El otro d¨ªa, bajo el susurro de las ululantes sirenas que surcan la ciudad, y al resguardo de los fr¨ªos vientos invernales, tuve un inquietante sue?o: miles de hombres vagaban por la ciudad con la mente en blanco y la vista perdida en el infinito. De cuando en cuando, y con gran sorpresa para los pocos que a¨²n conservaban la memoria, daban un simiesco brinco sobre cualquier cosa elevada, adoptando, ¨ªndice en ristre, la expresi¨®n de experimentados oradores. Luego, y sin mediar palabra alguna, frunc¨ªan el ce?o, descend¨ªan y, un poco azarados, continuaban su camino./