El presidente
Se va ensombreciendo el presidente, se va pantojizando, va teniendo ya algo de adusto caballerazo pintado por Pantoja, de severo ¨®leo de castellano antiguo. ?Y c¨®mo puede un ¨®leo de Pantoja gobernar Espa?a otros tres a?os? M¨¢s que la evoluci¨®n pol¨ªtica -previsible-, me interesa la evoluci¨®n psicol¨®gica, o cuando menos iconogr¨¢fica, del presidente Su¨¢rez, que empez¨® siendo la sonrisa en¨¦rgica de la transici¨®n, la energ¨ªa sonriente de la democracia, y hoy es un hombre que, como casi siempre ocurre con la Historia y con la pintura, va quedando sutilmente necrosado por el tiempo y por algo interior, anterior, que le nace de s¨ª mismo. Felipe Gonz¨¢lez, a la manera directa que tienen los pol¨ªticos, lo ha dicho ayer mismo: ?Su¨¢rez se va pareciendo a Franco?. Yo me ir¨ªa m¨¢s atr¨¢s. Su¨¢rez se va pareciendo a un Felipe II que oye las misas del alba que le dice Abril Martorell, desde la cama de la convalecencia de una crisis, por un ventano como el que hay en El Escorial, en la alcoba del rey. Su¨¢rez se va pareciendo al caballero de la mano al pecho, a todos los an¨®nimos y enlutados caballeros del Greco -enlutados de anonimato-, y en el pecho parece tocarse un coraz¨®n de perfil del que ni siquiera se f¨ªa. Su¨¢rez se va pareciendo al entierro del conde de Orgaz, donde aparece el nuevo Gabinete, como caballeros toledanos, todos con lagola cervantina y ministerial, todos con la palidez de la crisis. Su¨¢rez, ya digo, va siendo un caballero de Pantoja, un castellano pantojizado que ha perdido la sonrisa preelectoral, la soltura cheli para alternar en el bar de las Cortes con la basca informativa y la gracia generacional para entenderse con los socialistas y comunistas de su generaci¨®n, como Tamames, Felipe, Guerra 0 Sartorius. M¨¢s que haber entrado en la Historia de Espa?a, yo dir¨ªa que la Historia ha entrado en ¨¦l, en Su¨¢rez, y le ha hieratizado. Es como un Dorian Gray que quisiera mantenerse en su eterna juventud televisiva mientras su otra imagen, Abril Martorell, se entiende con el dinero -hetaira de todos, como m¨¢s o menos dec¨ªa Quevedo-, se entiende con el capital, se mancha, envilece y envejece en esa forma de vejez que es la avaricia o el trato con los avariciosos. Su¨¢rez necesita a Abril, no para que le lleve las responsabilidades, sino para que le lleve las arrugas.Los pol¨ªticos que hacen Historia, como la pintura hist¨®rica, se oscurecen con el tiempo. Hay como una membrana de sombra que les roza desde fuera o desde dentro, y no es s¨®lo que hayamo perdido democracia, libertad entusiasmo, confianza, euforia como lamentan los editorialistas, sino, sobre todo, que hemos perdido Su¨¢rez. Tenemos menos Su¨¢rez que hace tres a?os, cuatro.
Menos Su¨¢rez, porque se va desertizando su imagen y porque ¨¦l mismo se va introvertiendo, amurallando, como un Avila unipersonal e integral o integrista. No entro ni salgo en si sirve o no sirve para presidir una democracia, sino que le hago antipsiquiatr¨ªa de urgencia y me parece que su cantidad de pasado va devorando su cantidad de futuro. Tras el largo rodeo de la transici¨®n vemos que Su¨¢rez, m¨¢s que una idea de partido, tiene una idea de Movimiento. Todo partido democr¨¢tico es un tri¨¢ngulo mortal de las Bermudas, un equilibrio de fuerzas y corrientes encontradas. Su¨¢rez, muy a la manera del Movimiento, ha sustitu¨ªdo eso por una comedia de capa y espada entre cinco amigos, haciendo de la Moncloa Corral de la Pacheca y dejando que Meli¨¢/Lope/Onega escriban el libreto a posteriori. Pero ya est¨¢n ah¨ª las aldeas pol¨ªticas.
Las aldeas pol¨ªticas repican campanas en su torre socialdem¨®crata, liberal, democristiana, y pronto ser¨¢n partidos pol¨ªticos o har¨¢n saltar el partido. El partido y ese puente de tres ojos que son los tres a?os de presidencia que le quedan al presidente. Esa voladura puede ser incluso m¨¢s real que la anunciada ayer por Felipe. Caballero pantojizado, adusto y a disgusto, Su¨¢rez no ha encontrado otra salida que marcharse a un funeral.
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