La lenta agon¨ªa de los l¨ªderes
Todo el mundo se muere igual, pero para los l¨ªderes la agon¨ªa es m¨¢s lenta.El periodo ag¨®nico de los que han mandado de modo omnipotente se extiende hasta que quienes contemplan la posibilidad de la muerte como un desastre nacional, desean que este desenlace se produzca cuanto antes.
Esto no ocurre porque los que asisten en primera fila a la lenta y prolongada agon¨ªa del l¨ªder hayan perdido la fidelidad que han jurado al moribundo cuando ¨¦ste se hallaba en pleno uso de sus facultades, f¨ªsicas y pol¨ªticas. Pasa porque se ha cerrado un cielo vital previsto -atado y bien atado- y todo ha-quedado dispuesto, mientras duraba la agon¨ªa, para que el relevo se efect¨²e sin Fisuras.
La agon¨ªa prolongad¨ªsima de Franco -una prolongaci¨®n a la que hasta su familia lleg¨® a oponerse- es un paradigma no porque sea la m¨¢s conocida por nosotros, los espa?oles, sino porque de alg¨²n modo resumi¨® todas las restantes agon¨ªas, desde la que padeci¨® -los l¨ªderes las padecen; los que est¨¢n a su lado las alimentan creyendo que las alivian- Mao Zedong a la que sufri¨® Bumedian. La de Josip Broz Tito, que dur¨® cuatro-ineses, con altibajos que agigantaron la figura del h¨¦roe, ha sido hasta ahora la m¨¢s espectacular, porque estableci¨® el ejemplo contempor¨¢neo de lo que el Cid fue para la leyenda.
En el caso de Franco, como han contado los m¨¢s recientes bi¨®grafos de su muerte, hubo una tal costumbre a su agon¨ªa que, al final, cuando ¨¦sta hizo crisis y sobrevino la muerte, la emoci¨®n de los que rodeaban al difunto era tan inerte que siguieron cuidando al que, fue enfermo como si en ¨¦l estuviera todav¨ªa latiendo la vida. Vicente Pozuelo Escudero, m¨¦dico del dictador, que estaba a los pies de su cama, relat¨® las caracter¨ªsticas de esa frontera final. ?Se establece la seguridad de la muerte a las 5.25? (del 20 de noviembre de 1975). ? ... ) No hablamos. Tenemos un nud¨® en la garganta y cada uno gasta su emoci¨®n intentando colaborar en algo. Una vez limpio se dispuso el cad¨¢ver, cerr¨¢ndole los ojos, arregl¨¢ndole la cara y la boca como se hace habitualmente, pero con much¨ªsimo cari?o, por parte de las enfermeras de servicio, Juanito, Zamorano y yo?.
Una agon¨ªa aut¨¢rquica
La muerte de Franco fue, a diferencia de los fallecimientos de otros colegas suyos de mando omnipotente, como la vida pol¨ªtica del dictador espa?ol: le precedi¨® una agon¨ªa aut¨¢rquica. A Mao Zedong le fue a visitar un facultativo austriaco; a Tito le enviaron m¨¦dicos norteamericanos, que prolongaron su vida hasta que ¨¦sta se acab¨® sin remedio, y a Bumedian le facilitaron toda una tecnolog¨ªa m¨¦dica sin distinci¨®n de fronteras y alineamientos: la mayor parte de los m¨¦dicos que le asistieron en sus cuarenta d¨ªas de agon¨ªa eran militares estadounidenses tra¨ªdos de las fuerzas que EE UU tiene en la Rep¨²blica Federal de Alemania de este ¨²ltimo pa¨ªs eran los scanners que se utilizaron para recorrer el proceso canceroso que domin¨® al recio l¨ªder argelino. A Franco lo rodeaban espa?oles.
Cuando agonizaba Mao Zedong, los chinos tambi¨¦n ocultaban celosamente la gravedad del trance, aunque hallaron una f¨®rmula para ir advirtiendo a aquel inmenso pa¨ªs de que se avecinaba el, final definitivo del m¨ªtico l¨ªder Usaron la ense?anza de un viejo proverbio -?una imagen vale m¨¢s que mil palabras?- para se?alar la irresistible decadencia del organizador de la larga marcha. Una simple fotograf¨ªa, en la que Mao aparece conversando, en mayo de 1976, con uno de los pol¨ªticos que le visitaban, dio la pauta: el dirigente chino se hallaba recostado en un sill¨®n, dando muestras, como escrib¨ªa un periodista franc¨¦s, ?de una debilidad creciente?. Tres a?os antes el propio Mao hab¨ªa sido m¨¢s expl¨ªcito cuando le dijo al presidente franc¨¦s Georges Pompidou, al que habr¨ªa de sobrevivir: ?Pues bien, yo estoy completamente acabado (foutu). Me encuentro acribillado por las enfermedades?.
Los argelinos copiaron la t¨¦cnica china de la imagen para preparar, en silencio, la transici¨®n que autom¨¢ticamente se oper¨® en Argelia tras la muerte de Bumedi¨¢n. El l¨ªder revolucionario padec¨ªa el s¨ªndrome al que dio nombre el doctor sueco Waldestrom y tenla escasas posibilidades de prolongar su vida mucho tiempo. En este estado preag¨®nico regres¨® de un ¨²ltimo viaje m¨¦dico a Mosc¨².
La ¨²ltima imagen de Bumedian data de tres meses antes de su muerte y fue tomada nada m¨¢s descender del avi¨®n que le tra¨ªa de la URSS. La televisi¨®n argelina ofreci¨® esa imagen, que muestra a un Bumedi¨¢n cansado, haciendo vagos gestos con las manos -Maose qued¨®, al final, con el limitado uso de su mano izquierda, hasta que ¨¦sta tambi¨¦n muri¨®- y se?alando involuntariamente que dec¨ªa adi¨®s a sus s¨²bditos. Nunca le permitieron despu¨¦s aparecer en p¨²blico, aunque sigui¨® haciendo declaraciones, enviando solidaridades y gobernando el pa¨ªs. Eran otros, sin embargo, los que hac¨ªan estas funciones por ¨¦l: el Consejo de la Revoluci¨®n y el Ej¨¦rcito de Argelia hac¨ªan lo posible -y lo lograron con ¨¦xito- para que aquel Cid que hab¨ªa logrado la liberaci¨®n de su pa¨ªs siguiera sobre su caballo como un h¨¦roe invicto, incluso frente a un c¨¢ncer incurable.
Mientras esto ocurr¨ªa, Bumedian perd¨ªa el pelo, la voz y cualquier clase de poder. La lenta agon¨ªa a que fue sometido por la prolongaci¨®n tecnol¨®gica de la vida que le quedaba no fue puntuada, al rev¨¦s de lo que ocurri¨® en Espa?a cuando mor¨ªa Franco, por chistespopulares de cualquier signo: Manuel Ostos, corresponsal de EL PAIS en Argel, que vivi¨® de cerca,aquella dram¨¢tica transici¨®n, no recuerda ninguna broma que naciera de la situaci¨®n que estaba sucediendo entre scanners y facultativos de las m¨¢s variadas nacionalidades. Con Mao tampoco sucedi¨® esta reacci¨®n nerviosa del pueblo ante una situaci¨®n dram¨¢tica,y con Tito los chistes no tuvieron, que se sepa, un contenido personal, sino que alud¨ªan a las caracter¨ªsticas pol¨ªticas de Yugoslavia. ??Enviamos invitaci¨®n a los rusos para que vengan al funeral??, cuentan que dice un chiste yugoslavo. ?No. No hace falta, Los rusos vendr¨¢n sin que les invitemos?.
En todos los casos de prolongaci¨®n, m¨¦dica o natural, de estas agon¨ªas de los l¨ªderes, se produce un cuad¨ªo casi cl¨ªnico de las reacciones de la gente: al principio -ocurri¨® en Espa?a, pas¨® en Argelia y acaba de suceder en Yugoslavia- se produce un estupor entre los que asisten al primer proceso p¨²blico de la enfermedad del l¨ªder; durante u?as semanas, o unos meses, la gente comienza a estimar que la desaparici¨®n puede aliviarse, y, al fin, la tragedia humana a la que se ve sometido el l¨ªder ag¨®nico hace preferir su muerte antes que una artificial prolongaci¨®n de su vida.
Estos l¨ªderes, cuyas f¨®rmulas de dictadura difieren, guardan entre una ¨²nica relaci¨®n: mantienen su poder hasta el final, y porque lo detentan con m¨¢s seguridad que otros, son conservados cuidadosamente, hasta que la transmisi¨®n de este poder, queda garantizada. A veces, son ellos mismos los que quieren la prolongaci¨®n de ese Poder -?Tr¨¢igamne el traje?, le dijo Franco a una enfermera cuando sus m¨¦dicos le aconsejaban que no presidiera su ¨²ltimo Consejo de Ministros- y hacen con ¨¦l lo que se les antoja.
La muerte del l¨ªder nunca tuvo tan crispada descripci¨®n como la que la hija de Stalin, Svedana, hizo del agonizante dictador ruso: ?La muerte de mi padre fue espantosa, dif¨ªcil... Se asfixiaba a la vista de todos. Hubo un instante, por lo visto, ya en el ¨²ltimo momento, en que abri¨® de s¨²bito los ojos y recorri¨® con la mirada a cuantos nos hall¨¢bamos a su lado. Fue aquella una mirada horrible, una mirada de locura, de c¨®lera tal vez, y de pavor ante la muerte y ante los desconocidos rostros de los m¨¦dicos que se inclinaban sobre ¨¦l?. En la trastienda del escenario de la muerte, la tranquilidad domina, porque la sucesi¨®n est¨¢ implacablemente preparada por quienes ven en la agon¨ªa del Patriarca un simple resumen de la vida de quien abandona y deja el sitio..,.
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