Brasil y Argentina pasan de la rivalidad a la cooperaci¨®n en todos los terrenos
Cuando Richard Nixon ?santific¨®? la posici¨®n geopol¨ªtica de Brasil y su peso propio en Am¨¦rica Latina con su c¨¦lebre f¨®rmula ?hacia donde vaya Brasil ir¨¢ (o girar¨¢) Latinoam¨¦rica?, debi¨® haber pensado que tal cosa ocurrir¨ªa... con una cierta luz verde argentina. Ahora, despu¨¦s de un largo periodo de competencia entre las dos grandes naciones de Am¨¦rica del Sur, tras una rivalidad que fue obvia y expl¨ªcita hacia 1973-76 (el segundo peronismo) y despu¨¦s m¨¢s tenue y discreta, Brasilia y Buenos Aires han optado por la pragm¨¢tica v¨ªa de la cooperaci¨®n y el mutuo entendimiento.
Tal ser¨ªa el sentido profundo de la hist¨®rica visita que acaba de hacer a Argentina el presidente brasile?o, general Jo¨¢o Baptista Figuciredo, al cabo de la cual fueron solemnemente firmados en la Casa Rosada, el 17 de mayo, nada menos que diez acuerdos bilaterales, incluyendo dos ¨¢reas esenciales: la creaci¨®n de un mecanismo de consultas pol¨ªticas permanentes y la colaboraci¨®n at¨®mica.No es ocioso calificar de ?hist¨®rica? la visita de cinco d¨ªas del general Figueiredo, porque desde la que hizo don Getulio Vargas, hace casi cincuenta a?os, ning¨²n otro jefe de Estado brasile?o hab¨ªa ido oficialmente a Buenos Aires.
M¨¢s all¨¢ de consideraciones estrictamente t¨¦cnicas (hacemos gracia al lector de la enumeraci¨®n de los acuerdos, algunos de los cuales se refieren a temas menores, como ganader¨ªa, obras p¨²blicas, etc¨¦tera), hay que ver en la visita una especie de colosal reencuentro entre las dos potencias en un marco internacional preciso y cuando ambas se enfrentan a dos hechos singularmente id¨¦nticos: c¨®mo restaurar alguna forma de democracia en el interior y c¨®mo mantener sus opciones nacionales y aut¨®nomas en el exterior en relaci¨®n con Estados Unidos.
Puede decirse, para empezar, que en Washington ha sido recibido el acuerdo nuclear con aprensiones indisimulables, y ello pese a que hay informes precisos sobre una revisi¨®n inminente de la pol¨ªtica de la Casa Blanca en materia de proliferaci¨®n nuclear, en el sentido de hacerla m¨¢s flexible
La alarma norteamericana est¨¢ justificada porque el acuerdo comporta b¨¢sicamente los siguientes puntos:
1. Investigaci¨®n sobre reactores experimentales y de potencia, incluidos los de centrales nucleares.
2. Ciclo completo de los combustibles at¨®micos, incluyendo exploraci¨®n y explotaci¨®n de minerales nucleares y la fabricaci¨®n eventual de aquellos combustibles.
3. Argentina suministrar¨¢ a Brasil tubos de circaloy para las pastillas de uranio a utilizar en la central de Angra I, y hasta 240 toneladas de concentrado de uranio a partir de 1981, y Brasil vender¨¢ grandes componentes para la central at¨®mica de Atucha II, incluyendo generadores de vapor. Adem¨¢s habr¨¢ un adecuado intercambio de informaci¨®n sobre la t¨¦cnica de enriquecimiento del uranio.
Como el acuerdo va flanqueado por una alusi¨®n positiva al Tratado de Tlatelolco (sobre la desnuclearizaci¨®n de Am¨¦rica Latina) y una general convicci¨®n de las bondades del ?desarme y la no proliferaci¨®n at¨®mica?, se pudo decir oficialmente en Buenos Aires -el propio general Videla lo dijo- que ?queda refutada la leyenda de una carrera de signo armamentista entre ambos Estados?. Pero lo cierto es que ninguno de los dos tiene la menor intenci¨®n de firmar el Tratado de no Proliferaci¨®n de Armas Nucleares y que han dado un nuevo y gran paso hacia la autosuficiencia en la materia.
El propio almirante Castro Madero, el intocable presidente de la Junta Argentina de Energ¨ªa Nuclear, dijo expl¨ªcitamente que su pa¨ªs tomar¨¢ equipo at¨®mico brasile?o ?hasta que lo necesite?, respondiendo as¨ª indirectamente adem¨¢s a veladas reticencias del sector nacionalista de las fuerzas armadas argentinas, seg¨²n el cual el acuerdo es favorable a Brasil y crea, de hecho, una cierta dependencia tecnol¨®gica.
La visita y los acuerdos son ?un nuevo ciclo en las relaciones entre Brasil y Argentina?, dijo tambi¨¦n el general Videla, y ?se proyectar¨¢n m¨¢s all¨¢ de sus fronteras?.
La alusi¨®n es casi transparente. Los discursos de Videla y Figueiredo han estado jalonados por casi constantes referencias a la necesidad de modificar el statu quo internacional derivado de la existencia de ?los grandes polos de poder? y los ?clubes exclusivos?.
En lo que no parece una casualidad completa, el brigadier Carlos Pastor (aeron¨¢utica), cu?ado de Videla y ministro de Relaciones Exteriores, declar¨® al diario Clar¨ªn, el mismo 17 de mayo, que Argentina es ?un aliado (sobreentendido de Occidente y Estados Unidos), pero no un sat¨¦lite?, y reafirm¨® que su pa¨ªs permanece en el movimiento de los no alineados, ?aun que ello no implica filiaci¨®n ideol¨®gica alguna?.
?Las relaciones con Brasil? dijo tambi¨¦n, ?no se atienen a un esquema r¨ªgido y predeterminado?. En este cuadro, la creaci¨®n de una mec¨¢nica de consultas permanentes es un hito que traduce el deseo de un entendimiento permanente.
Tal mec¨¢nica, que ser¨¢ formalmente asegurada por los cancilleres respectivos y sus equipos, asegurar¨¢, en la pr¨¢ctica, una coordinaci¨®n pol¨ªtica bilateral que, entre otras cosas, evitar¨¢ los malentendidos. Los dos pa¨ªses, en fin, han declarado su decisi¨®n de obrar por el refuerzo de Am¨¦rica Latina y su presencia en el mundo. Un perfume tercerista, razonablemente alejado de los centros del poder planetario, y una comprensi¨®n rec¨ªproca que no es un eje (expresamente negado por el general Videla), pero s¨ª una promesa. O un presagio...
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