El mito era una f¨¢bula
El mito taquillero de El Cordob¨¦s se vino ayer abajo: no compareci¨® el fen¨®meno, y, sin embargo, la plaza se llen¨® hasta la bandera. Adem¨¢s, nadie le ech¨® en falta. Ni siquiera cuando la corrida iba mal -m¨¢s bien fatal- se acord¨® nadie de su nombre. Los taurinos dicen, incluido el propio Mart¨ªn Berrocal, que es el ¨²nico que llena las plazas. Pues no: ah¨ª est¨¢ la prueba. No sabe bien El Cordob¨¦s cu¨¢nto cr¨¦dito ha perdido cay¨¦ndose de los carteles de Madrid. El mismo se ha encargado de demostrar que el mito era una f¨¢bula.Sin embargo, los toros parec¨ªan preparados para El Cordob¨¦s en persona. No hubo ni un astifino y varios exhib¨ªan cabezas excesivamente cornicortas y romas. Por lo dem¨¢s, los Albarr¨¢n resultaron discretos de tipo, flojos para no variar, mansos y descastados. Toda la corrida sal¨ªa as¨ª, y ya la calific¨¢bamos de mala integral, cuando salt¨® al ruedo el sexto.
Plaza de Las Ventas
Duod¨¦cima corrida de feria. Toros de Luis Albarr¨¢n, correctos de presencia, escasos de pitones, mansurrones y flojos. Muy noble el sexto. Jaime Ostos: pinchazo, estocada atravesada que asoma, pinchazo, estocada ladeada, aviso y se acuesta el toro (algunos pitos). Estocada delantera ca¨ªda, rueda de peones y descabello (bronca). Palomo Linares: estocada trasera tendida y rueda (pitos). Pinchazo, estocada trasera tendida, rueda, dos pinchazos, descabello, pinchazo bajisimo, dos descabellos, aviso con retraso y se acuesta el toro (gran bronca y almohadillas). Manolo Cort¨¦s: pinchazo hondo atravesado, rueda y descabello (algunos pitos). Estocada ca¨ªda (oreja). A pesar de que no compareci¨® El Cordob¨¦s, hubo un lleno hasta la bandera. Presidi¨® el comisario Pajares, sin complicaciones.
Ese sexto toro, m¨¢s flojo a¨²n que sus hermanos, lleg¨® al ¨²ltimo tercio con una clase excepcional. No se cansaba de embestir, humillaba tanto que con el morro araba la arena, segu¨ªa los vuelos de la muleta con suavidad, repet¨ªa las acometidas sin atosigar. Llevaba en la boca, cogido con los dientes, un cheque en blanco, yo lo vi. Era el toro ideal para instrumentar la faena so?ada.
Un torero de arte habr¨ªa hecho diabluras con este toro, hasta volvernos locos. Como pens¨¢bamos que Manolo Cort¨¦s era uno de ¨¦stos, cuando son¨® el clar¨ªn dispusimos el ¨¢nimo para contemplar la suma antol¨®gica del toreo de muleta. Y a¨²n estamos esperando. El toro rod¨® despu¨¦s de una faena largu¨ªsima y mon¨®tona, sin que en ning¨²n momento se hubiera producido el torero. Pegaba pases Cort¨¦s, excesivos pases, unas veces con la izquierda, otras con la derecha, muy r¨¢pidos, tropezados en su mayor¨ªa, invariablemente de perfil y con el pico de,la muleta. En vez de arte hubo destajo. La miel de la nobleza y del ritmo del toro bueno no encontr¨® paladar.
Le ovacianaron con calor a Cort¨¦s y hasta le regalaron una oreja por este trabajo, pero que no se enga?e, pues se trataba de una reacci¨®n contra Palomo, que en el toro anterior hab¨ªa tenido el fracaso m¨¢s grande que se le recuerda en Madrid. Palomo, desanimado y sin recursos frente a un toro tardo, volvi¨® a dar un mitin con la espada, y encoleriz¨® al p¨²blico, que lleg¨® a arrojarle almohadillas. Su primer enemigo no era tal sino un borrego inv¨¢lido, con el que no se acopl¨®. Est¨¢ claro: ten¨ªa la tarde negada este Palomo, figura -dicen.
Para abrir plaza hubo un toro muy manejable que se dej¨® ir Jaime Ostos, porque le hac¨ªa el mediocre toreo de sus a?os mozos, citando medio de espaldas y encorv¨¢ndose en el recorrido del muletazo. En el cuarto, de catadura reservona, no se confi¨® en absoluto, ni imaginamos nunca que lo llegara a hacer, a su edad y con sus escasas facultades, frente a un toro as¨ª. Se gan¨® la bronca, por supuesto.
En el rosario de inv¨¢lidos alcanz¨® la categor¨ªa de moribundo el tercero. Necesitaba medicina. Y la medicina que le dio Manolo Cort¨¦s, en plan curandero, fue pico y pases sin mesura. No har¨¢ falta insistir mucho en que esos pases eran el derechazo y el natural. La suerte del torero sevillano fue que le correspondieron los toros m¨¢s f¨¢ciles: uno, moribundo, y otro, de maravilla. O la desgracia, seg¨²n se mire, porque los m¨¦ritos del torero se aquilatan de acuerdo con las caracter¨ªsticas del toro. La afici¨®n lo entiende as¨ª. Al p¨²blico de filas, en cambio, le trae sin cuidado; de ah¨ª que saliera renegando de Ostos y de Palomo.
En efecto, tanto Ostos como Palomo fracasaron ayer, pero ninguno de los dos tuvo a su alcance el toro que llevaba un cheque en blanco en la boca; un toro de embestida suave para crear arte ante un p¨²blico que abarrotaba la plaza sin acordarse para nada de que faltaba El Cordob¨¦s. Desaprovechar ese toro fue el verdadero fracaso de la tarde.
de.
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