La irresponsabilidad de un empresario y la frivolidad de un periodista
El se?or Ferrer Salat goza de buena salud -al menos f¨ªsica- y posee audacia. La tuvo en su juventud como excelente tenista y la tiene en su madurez -tambi¨¦n, al menos, f¨ªsica- como presidente de la CEOE. Esta cualidad tan prepotente no parece compensada por la moderaci¨®n, y as¨ª, al no producirse el cumplido equilibrio, el se?or Ferrer Salat, al desplegar su actividad, lo hace con un talante de cruzado, poniendo en peligro su propia credibilidad -que es de su exclusiva incumbencia- y los intereses qu¨¦ representa -que no le debieran ser ajenos.En el debate sobre la pol¨ªtica del Gobierno, reci¨¦n celebrado en el Congreso de los Diputados, hubo coincidencia entre sectores opuestos al calificar de hist¨®rico el Acuerdo Marco Interconfederal suscrito entre la UGT y la CEOE como primera concreci¨®n de un nuevo sistema de relaciones sociolaborales, en el que la defensa vigorosa de los intereses de cada parte no contrar¨ªa la responsabilidad debida a un cuadro econ¨®mico en crisis, que a todos perturba y a cuyo remedio ha de aportarse apoyo solidario.
Pues bien, en su d¨ªa, el se?or Ferrer Salat, quiz¨¢ con d¨¦ficit de reflexi¨®n y super¨¢vit de verbalismo, arriesg¨® la firma del AMI, que al final se formaliz¨®, porque los dirigentes de la CEOE pudieron sobreponerse al susto paralizante producido por los excesos de su presidente, y los sindicalistas sacrificaron su irritaci¨®n al considerar lo que era menester para la clase trabajadora.
Ahora, nuevamente, el se?or Ferrer, en Castell¨®n, junto al mare nostrum, vuelve a la carga. Y, como parece su costumbre, la opini¨®n impropia -lo que a¨²n es m¨¢s grave, cuando, desde los griegos, el Mediterr¨¢neo se se?ala como mar de claridades, entre ellas las mentales-, acu?a ¨ªmpetu de cruzado corriendo en auxilio del Gobierno. Y vistiendo coraza -que para s¨ª la quisiera san Jorge, su santo patr¨®n catal¨¢n-, calzando botas de siete leguas -a ver si en alguna ocasi¨®n llega a punto-, enarbolando adarga y empu?ando espada se lanza sobre el Partido Socialista acus¨¢ndolo de engendrar toda clase de males. El se?or Ferrer debi¨® seguir el debate por su televisor, que, por lo visto, no es en color -como debiera-, ni siquiera en blanco y negro, sino totalmente ennegrecido, ya que ni lo mir¨® confuso, sino que no se percat¨® de nada. Hasta tal punto que llega a acusar a los socialistas de carecer de pol¨ªtica internacional.
El Partido Socialista no ha planteado la moci¨®n de censura como testimonio sin ma?ana posible, sino como resultado de un comportamiento que vincula alientos ¨¦ticos y operatividades econ¨®micas y sociales. Se trata de dar respuesta a una ciudadan¨ªa que quiere disfrutar la libertad manteniendo la seguridad, que aspira a ejercer derechos respetando disciplinas, que, comprendiendo la crisis, desea trabajar aceptando austeridades, que intenta invertir sin temor a arruinarse, que en la Administraci¨®n p¨²blica prefiere un funcionariado ejerciendo a una burocracia imperando, que afirma la peculiaridad espa?ola proyectando protagonismo en la pol¨ªtica mundial, que busca gobernar su comunidad aut¨®noma.
Y estas respuestas existen, y pedimos que se critiquen pero que no se desfiguren.
La Constituci¨®n autoriza diversas alternativas, y el Partido Socialista es una de ellas, y lo es porque acata y defiende todas y cada una de sus instituciones. Y as¨ª es la democracia que tenemos -fr¨¢gil porque joven-, y a todos nos cumple consolidarla con generosidad y firmeza y que vamos caminando en esta direcci¨®n, a pesar de los pesares, son muestra tanto las jeremiadas del se?or Ferrer como las m¨®rbidas complacencias de monsieur Patrick Loriot.
Este caballero es un periodista de Le Nouvel Observaleur, importante semanario franc¨¦s de izquierdas, que muchos leemos con gusto, atenci¨®n y buena dosis de adhesi¨®n a sus an¨¢lisis, excepto cuando habla de Espa?a, que lo hace tarde y mal. La geograf¨ªa colindante no significa, a veces, vecindad cordial, ni hondura de conocimiento, y cuando los ¨¢rboles no dejan ver el bosque, me refiero, literalmentie, a los que pueblan los pasos pirenaicos, Para cierta gauche divine -heredera de aquella que solamente despert¨® tras asegurarse que los aliados se propon¨ªan desembarcar en las playas de Normand¨ªa- la forma en que se realiz¨® el tr¨¢nsito de la dictadura a la democracia quebr¨® sus rotundos an¨¢lisis, sus invariables certezas, sus aprendidos c¨¢nticos. Los comportamientos de la Corona, de las Fuerzas Armadas, de la izquierda democr¨¢tica, del sindicalismo libre, adecuados a una realidad que exig¨ªa el cambio sin trauma, y las transformaciones sin incurables resentimientos, no se ahormaban en el molde sociol¨®gico de sus cient¨ªficas premoniciones. Pero, como los sabios siempre tienen raz¨®n, aguardan a que pase el cad¨¢ver de su enemigo o amigo, seg¨²n se trate. Y monsieur Loriot -como otros- est¨¢ poniendo el o¨ªdo al repicar de las campanas.
Es cierta la gravedad de la situaci¨®n econ¨®mica, que grupos ultras matan y mutilan, que el terrorismo no cesa, que la libertad de expresi¨®n sufre restricciones, y que algunos dem¨®cratas se desencantan -aun cuando su actual desilusi¨®n es mayor que sus anteriores esfuerzos en pro de la libertad-, pero no lo es menos que as¨ª como una golondrina no hace primavera, una banda de ratas no hace cundir la peste.
Las primeras elecciones, y las segundas, fueron democr¨¢ticas -sin entrecomillados, m¨®nsietir Loriot-, y, asimismo, contra su opini¨®n, la democracia no es un lujo para los espa?oles, sino la necesidad de ser para existir.
Y en este camino no nos har¨¢n desistir la irresponsabilidad de unos, la frivolidad de otros, ni las amenazas de terceros.
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