Bu?uel, a los ochenta
Luis Bu?uel, el gran artista de la cinematograf¨ªa, acaba de cumplir ochenta a?os, y algunos de sus amigos nos dimos cita en M¨¦xico para celebrarlo y celebrarnos: ?cu¨¢ntos hombres han dado m¨¢s que ¨¦l a nuestro siglo?Im¨¢genes vivientes de algo m¨¢s que la historia de los calendarios y los sucesos ap¨®crifos de los que dan noticia los peri¨®dicos: el ojo rebanado por la navaja en El perro andaluz, la mujer chupando el dedo del pie de la estatua en la Edad de oro, el entierro de la ni?a en Las Hurdes, los palos del ciego en Los olvidados, el lavatorio de pies en El, el grito solitario de Robinson Crusoe, el regalo de la pi?a a Nazar¨ªn, Tristana mostr¨¢ndole los pechos al sordomudo desde un balc¨®n, el paso de los corderos por los salones del Angel exterminador, Sim¨®n del Desierto tentado por un diablo disfrazado de ni?a decimon¨®nica, Belle de Jour azotada en un bosque por su ch¨®fer, el banquete de los mendigos en Viridiana, el banquete de los retretes en El fantasma de la libertad, los banquetes exhaustos al filo del abismo en El discreto encanto de la burgues¨ªa.
Son estas las im¨¢genes secretas de la historia interna del siglo que Bu?uel ha vivido, sin ausencias, desde febrero de 1900, y en Calanda, Arag¨®n. Guillermo Cabrera Infante pas¨® por M¨¦xico promoviendo su ¨²ltimo libro, La Habana para un infante difunto, y no vi¨® a Bu?uel, pero le hace un homenaje negro en el libro, cuando describe la versi¨®n bu?ueliana de las Cumbres borrascosas, de Emily Bronte, titulada en cine Abismos de pasi¨®n. La versi¨®n de Cabrera es versi¨®n de la versi¨®n de Bu?uel. En este libro, en el que el escritor cubano decir lo que de otra manera noha decidido prescindir de la literatura y la pol¨ªtica para quedarse con el sexo, un sexo c¨®mico por accidental, excepcional o totalmente previsible en un mundo habanero de los cuarenta totalmente rutinario -es decir, coincidente, imposiblemente, tanto con la vida diaria como con la selecci¨®n literaria-, la relaci¨®n de las cumbres-abismos de Bu?uel da una clave: Cabrera, que todo lo sabe de cine, decide equivocarse en el reparto, adjudicar a L¨®pez Tarso el papel villanesco, que en realidad interpreta Aceves Casta?eda, v, por esa fisura del texto, invadir¨ªo todo de posible error.
Bu?uel sonr¨ªe cuando le digo esto. ?Qui¨¦n puede equivocarse acerca de las identidades de Ignacio L¨®pez Tarso y Luis Aceves Casta?eda? Hay algo m¨¢s: Guillermo Cabrera ha dicho que si el ¨²nico peri¨®dico que se publicase en el mundo fuese precisamente Le Monde, de Par¨ªs, no sabr¨ªamos c¨®mo eran o son, f¨ªsicamente, Charles de Gaulle, Mao Zedong o Santiago Carrillo. Si es cierto que Le Monde jam¨¢s ha publicado una fotografla en sus negras y tupidas p¨¢ginas, no lo es menos que Luis Bu?uel jam¨¢s ha dado cabida en sus pel¨ªculas a otras im¨¢genes que no sean las que nunca podr¨ªamos encontrar en una publicaci¨®n gr¨¢fica. Estas im¨¢genes se llaman sue?o, deseo, pasi¨®n, recuerdo, miedo, todo lo que quiz¨¢ sabr¨ªamos nombrar -Proust, Mann, Kafka, Joyce, ?no es esta tambi¨¦n su grandeza: sabr¨ªa decirse?-, pero jam¨¢s hubi¨¦semos visto sin la c¨¢mara de Bu?uel.Habla largo en su casa de la cerrada de F¨¦lix Cuevas con mi amigo Gerard de Montassier, jefe de la oficina del audiovisual en Francia, quien requiere la presencia de Bu?uel en su volumen Le fail culturel, que Fayard publicar¨¢ en Par¨ªs dentro de pocos meses y que testimonia del estado de la cultura al agonizar nuestro tiempo. Bu?uel hab¨ªa cada vez con m¨¢s humor, con m¨¢s ternura, con m¨¢s violencia. No hay mejor prueba viviente de que la juventud se gana, no se pierde. La edad ha acentuado su aspecto de picador inm¨®vil, atento a la embestida: viejo picador de ojos risue?os a veces, muy tristes o fastidiados, otras, mirada verde que, ella s¨ª, habla directamente, siempre, de unos a?os mozos en la Residencia de Madrid y en los caf¨¦s de la Place Blanche. Oigo y miro a Bu?uel al cumplir ochenta a?os: su mirada es la ¨²nica mirada que queda de Lorca y Breton, de Crevel y Errist.
Nos habla de su pesimismo creciente. Era f¨¢cil ubicarse, elegir, en 1930, no lo es en 1980. Los caballeros del nuevo Apocalipsis, nos dice, se llaman explosi¨®n demogr¨¢fica, ciencia, tecnolog¨ªa y publicidad. Mezcla el famoso bu?ueloni que s¨®lo ¨¦l resiste, le pregunta a Jeanne, su mujer, si estar¨¢ a tiempo la paella, recibe a mis peque?os hijos con una afabilidad civilizada que no desconoce que los ni?os son personas, nos muestra las ediciones princeps que Breton y Eluard y Peret le dedicaron, recuerda incidentes serios y jocosos del surrealismo, de la filmaci¨®n de sus pel¨ªculas, de la Espa?a perdida de su infancia jesu¨ªtica en Salamanca. La virgen Mar¨ªa, la reina Victoria Eugenia y Viridiana se funden en una misma imagen de blancura incitante y pecaminosa. Jorge Negrete bate un balde de alquitr¨¢n, como si fuese excremento, mientras le declara su amor a Libertad Lamarque. Bu?uel y Lorca se disfrazan de monjas y acosan sexualmente a los empleados de los ministerlos de Madrid en los tranv¨ªas repletos.
Pasa por M¨¦xico Jos¨¦ Donoso en otro viaje de promoci¨®n, ahora de Casa de campo, y lo invito a almorzar con Bu?uel. El escritor chileno le declara intempestivamente al cineasta: ?Usted le ha hecho un da?o espantoso a la civilizaci¨®n, Bu?uel?. Luis r¨ªe a carcajadas, los ojos verdes se vac¨ªan como el mar en el crep¨²sculo, nada le agrada m¨¢s que esta idea, da?ar a la civilizaci¨®n, y sin duda Pepe Donoso lo sabe, aunque dudo que lo supiera de la misma manera Regis Debray una vez que, en mi casa, agredi¨® a Bu?uel, fisica y verbalmente, alegando que sin las pel¨ªculas de Luis, sin sus obsesiones alopantes, nadie hablar¨ªa hoy de la Inmaculada Concepci¨®n o de la Sant¨ªsima Trinidad.
La idea de ser el responsable de mantener vivo el catolicismo le hace una gracia enorme a Bu?uel, quien no siente la menor simpat¨ªa hacia un Sumo Pont¨ªfice que se ha dejado devorar por los medios de publicidad modernos hasta convertirse en un ?popIkon? m¨¢s. Pero detr¨¢s de todo esto hay una convicci¨®n que Bu?uel expresa con una precisi¨®n envidiable:
-Estoy a favor de todos los hombres que buscan la verdad. Estoy en contra de todos los hombres que creen haber encontrado la verdad.
Dice que no volver¨¢ a filmar. Pero desde hace a?os se habla de ?la pr¨®xima ¨²ltima pel¨ªcula de Bu?uel?. Las palabras que nos dice al cumplir ochenta a?os ser¨ªan la gu¨ªa moral y est¨¦tica m¨¢s segura para su ?pr¨®xima ¨²ltima pel¨ªcula?, que, lo sospecho, tratar¨ªa del terrorismo setenta a?os despu¨¦s de que el m¨¢s actual de los novelistas, Joseph Conrad, public¨® El agente secreto y Bajo la mirada de Occidente. Dostoievski lo predijo: la historia acabar¨ªa por consagrar simult¨¢neamente el totalitarismo y el nihilismo.
Hoy, Bu?uel prefiere recordar sus lecturas de George Meredith cuando invita a mi esposa y a Elena Poniatowska a tomar asiento junto a ¨¦l en la mesa.
-This is a beautifully lald table -dice en ingl¨¦s- We like to do these things well in Mexico.
Pero en el centro de la mesa est¨¢ la cabeza cercenada de un puerco, con los ojos abiertos y la boca vac¨ªa.
Nos sentamos.
?Nos levantaremos?
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