La visita del Papa a Francia
CON UNA punta en los sacerdotes obreros que a veces militan en el Partido Comunista y se agitan en las huelgas laborales, con otra en el integrismo iraciando, implacable, de Lef¨¨bvre, la cinta el¨¢stica del catolicismo franc¨¦s se estira y se adelgaza. Comienza a aparecer la chispa del odio entre las tendencias- Es quiz¨¢ una batalla vieja. Porque si Francia todav¨ªa se llama ?primog¨¦nita de la Iglesia?, como recompensa a unos favores de Clodoveo ampliados por los reyes holgazanes -rois f¨¦neants-, es tambi¨¦n el pa¨ªs cuya capital entroniz¨® a la diosa Raz¨®n y lanz¨® las ideas de la Enciclopedia. No hace tanto tiempo que un primer ministro de tanta energ¨ªa que fue llamado El Tigre se proclamaba, con fruici¨®n, ateo: Georges Clemenceau, ante cuya estatua, precisamente, ha descendido Juan Pablo II de su helic¨®ptero.El catolicismo est¨¢ sometido en Francia a este doble desgaste interno y externo, y as¨ª se ha podido ver con ocasi¨®n de la reciente visita del Papa. La izquierda del catolicismo, la que vive en el mundo del trabajo, la que trata de llevar adelante el di¨¢logo con el marxismo y se enorgullece de sus resultados cuando ve al Partido Comunista asistir al ted¨¦um pontificio o proclamar, como el alcalde comunista de Saint-Denis, que la visita papal es ? un grandioso acontecimiento ?, se encuentra inc¨®moda ante el neoconservadurismo de Roma, la tradicional rama integrista -y no s¨®lo la del dudoso L¨¦febvre, sino la disc¨ªpula del gran pensamiento integrista franc¨¦s- encuentra, por su parte, al Papa poco en¨¦rgico, poco duro: aunque le acepta con mayor facilidad que a su predecesor. Adem¨¢s de estas reservas, est¨¢n las que son m¨¢s que reservas, la indignaci¨®n de los que consideran de absoluto cumplimiento el laicismo del Estado, que encuentran roto por el boato y el esplendor de la recepci¨®n de Giscard, que ha acudido al subterfugio de tratar al Papa como a unjefe de Estado extranjero (lo cual le ha obligado a la escena de pasar revista a las tropas). Consideran estos librepensadores que es preciso valorar m¨¢s el sentido social de algunas de sus conquistas: el aborto legal, el divorcio, la libertad de relaciones sexuales prematrimoniales y amatrirnoniales, la despenalizaci¨®n de la homosexualidad. Y hay no pocos franceses que creen que la fama de Francia en esa vanguardia es en el mundo de hoy m¨¢s importante que la primogenitura de la Iglesia. Las ¨²ltimas encuestas de opini¨®n p¨²blica demuestran un crecimiento notable en la incredulidad religiosa, que supera ya la mitad de la poblaci¨®n.
La visita de Wojtyla ha reavivado todas estas antiguas querellas y el nuevo examen de la actualidad del catolicismo. M¨¢s una sensaci¨®n de misterio. Las razones especiales que ha aducido para su visita, el adelanto sobre la fecha prevista -dentro de a?o y medio ir¨¢ a Lourdes-, las alusiones papales a la ?crisis de crecimiento? de la Iglesia de Francia, han hecho pensar a algunos observadores algo distanciados del n¨²cleo de la cuesti¨®n que hay una situaci¨®n realmente grave en el seno de la Iglesia francesa. Francia est¨¢ siempre con un cisma pendiente. Al acudir a Par¨ªs, Wojtyla ha tratado de resta?ar esa herida abierta y dif¨ªcil. Sus grandes dotes de l¨ªder popular han vuelto a ponerse de relieve en los actos p¨²blicos. Queda ahora la inc¨®gnita del resultado de su gesti¨®n.
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