Belauste, Zarra y Marcelino, en busca de sucesor
El gol de Belauste en 1920, el de Zarra en 1950 y el de Marcelino en 1964 son los tres pilares de la historia del f¨²tbol espa?ol. Belauste pronunci¨® aquella famosa frase de ?a m¨ª el pelot¨®n, Sabino, que los arrollo?, y, al parecer, quien le pas¨® el bal¨®n fue Arrate. Zarra bati¨® a Williams en R¨ªo, pero quien dijo ?hemos vencido a la p¨¦rfida Albi¨®n? fue Mu?oz Calero. Marcelino marc¨® de cabeza ante Yashin y quien le pas¨® el bal¨®n fue Pereda, y no Amancio, como aparece en ciertas filmaciones, porque la jugada completa no debi¨® quedar bien grabada. A partir de esta semana, el p¨²blico espa?ol, buscar¨¢ en Italia el nacimiento de un nuevo ¨ªdolo. Podr¨ªa ser Santillana, que es la mejor cabeza de Espa?a, incluida la de Abril Martorell.
Mat¨ªas Prats iba a transmitir desde N¨¢poles el Espa?a- 1 nglate rra, para recordarnos la emoci¨®n del gol de Zarra en R¨ªo, pero comprornisos anteriores le impiden transportarnos por el t¨²nel del tiempo a la gloriosa jornada de R¨ªo. Mat¨ªas Prats transmiti¨® por la radio el tanto de Zarra y por televisi¨®n el de Marcelino. No estuvo en Amberes cuando lo de Belauste, pero se lo sabe como si lo hubiera vivido. Mat¨ªas Prats reaparecer¨¢ pronto. Si no tenemos demasiados jugadores capaces de encandilar al personal, bueno ser¨¢ que recuperemos a alguien que sea capaz de recuperar, con la voz, la emoci¨®n elel f¨²tbol.El triunfo en la Copa de Europa ante la URSS, en el mismo escenario de los coros y danzas del primero de mayo, fue un hecho trascendental. Cinco a?os antes, Espa?a renuncio a jugar ante la URSS en la misma competici¨®n, para evitar que la bandera roja de la hoz y el martillo ondeara en Chamart¨ªn. El d¨ªa de la final de la Eurocopa, cuando ya los contactos deportivos hab¨ªan sido iniciados por el Real Madrid, en el baloncesto, todos los peceros que entonces andaban por la calle hicieron acto de presencia en los grader¨ªos. Un m¨¦dico, viejo militante del PC, Antonio Cicu¨¦ndez, estuvo a punto de ser detenido, una vez m¨¢s; porque, ante el entusiasmo de un vecino de localidad que elogiaba la presencia de Franco, se le ocurri¨® preguntar: ?Qu¨¦ pasa, que la Castellana est¨¢ llena de tanques rusos y ha pasado por encima de ellos?
El partido ante la URSS tuvo connotaciones patri¨®ticas. En los d¨ªas anteriores al encuentro de la final hubo alguna duda sobre la asistencia del jefe del Estado al partido. Pepe Sol¨ªs, que entonces era ministro del deporte, cuenta que aprovech¨® el regreso de una cacer¨ªa para hacer la consulta. Se detuvo la caravana, cerca de Valdepe?as, para repostar gasolina, y Sol¨ªs descendi¨® de su autom¨®vil y se dirigi¨® hacia el de Franco. Sol¨ªs le record¨® al jefe del Estado el partido y ¨¦ste le respondi¨® escuetamente: ?Ir¨¦?. Pepe Sol¨ªs gan¨® la batalla. Don Camilo tampoco era partidario de acudir al palco del Bernab¨¦u.
Marcelino se convirti¨® con su remate de cabeza en el ¨ªdolo del momento. El jugador del Zaragoza formaba en la delantera de ?los cinco magn¨ªficos? con Canario, Santos, Villa y Lapetra, y su cotizaci¨®n subi¨® como la espuma. En el Madrid hubo ciertos deseos de fichaje, pero ¨¦ste no lleg¨® a consumarse. Waldo Marco, presidente entonces del Zaragoza, se vino a Madrid en plena fiebre ?marcelinista?. Waldo Marco se fue por la noche a tomar una copa a Riscal con Guillermo Sautier Casaseca, y al primer periodista nocturno que apareci¨® por all¨ª le espet¨®: ?Estoy en Madrid porque he venido a recibir a una hermana monja que tengo en Am¨¦rica. Marcelino no saldr¨¢ del Zaragoza?.
Marcelino, efectivamente, se qued¨® a orillas del Ebro. Frustrado su fichaje, mont¨® un negocio de materiales de construcci¨®n y no tuvo demasiada suerte. Al poco tiempo de abandonar el f¨²tbol se encontr¨® con alguna que otra reclamaci¨®n a trav¨¦s de los tribunales por impago de partidas de azulejos.
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