Los yugoslavos afrontan con tranquilidad pol¨ªtica una dif¨ªcil situaci¨®n econ¨®mica
Los yugoslavos de todas las lenguas y de las diversas etnias que coexisten en Yugoslavia se refieren a Tito como si ¨¦ste fuera un l¨ªder inmortal. La evidencia de la muerte est¨¢, sin embargo, en las esquelas que contin¨²an incrustadas en los ¨¢rboles, en los escaparates de establecimientos p¨²blicos, en los lugares de recreo y en los medios de transporte.Esa conmemoraci¨®n cotidiana de la muerte no es ¨²nicamente solemne y enlutada. El camarada Tito (druzek Tito es un verso obligado en todas las melod¨ªas patri¨®ticas) no quer¨ªa tristeza despu¨¦s de su muerte, y ahora son los versos partisanos los que le honran al t¨¦rmino de cada fiesta. Cuando le enterraron, una de las canciones que le acompa?aron a la tumba result¨® extra?a a muchos yugoslavos: era La Internacional, que no se escucha con frecuencia en este pa¨ªs y que muchos yugoslavos oyeron entonces con cierto desagrado protocolario.
La pasi¨®n de Tito por la m¨²sica le vali¨® en vida el chiste que mejor define su voluntad de no alineamiento. El chiste, tan respetuoso -como todos los que mereci¨® en vida el l¨ªder muerto, sit¨²a a Tito ante un piano, tocando el instrumento con los brazos cruzados: para que la m¨²sica sonara un poco para el Este y otro poco para el Oeste.
Esa habilidad para cruzar los brazos ante el piano de la pol¨ªtica internacional convierte al yugoslavo, en general, en un personaje diplom¨¢tico que, como los gallegos, transforma con facilidad una pregunta en otra cuesti¨®n. ??Y usted cree?, le preguntamos a una joven agente de viajes de la poblaci¨®n de Herceg Novi, en la Rep¨²blica de Montenegro, ?que despu¨¦s de la muerte de Tito se va a producir alguna situaci¨®n grave en Yugoslavia??. En ingl¨¦s, la joven montenegrina dijo: ??Qu¨¦ respuesta quiere usted??.
?La obsesi¨®n americana?
Aparte de la propia muerte del l¨ªder, lo que m¨¢s perturba a los yugoslavos es lo que ellos llaman ?la obsesi¨®n americana? sobre lo que pueda pasar en Yugoslavia, ahora que falta el fundador del Estado. ??Usted no ve a la gente relajada y trabajando? Pues eso es lo que ocurre despu¨¦s de la muerte de Tito: despu¨¦s de Tito, el ejemplo de Tito?.Si la incertidumbre que vive un pa¨ªs se comprueba por el n¨²mero de agentes del orden que patrullan las calles, Yugoslavia debe vivir hoy en una especie de nirvana, que se trunca cuando se produce el frenes¨ª laboral, de siete de la ma?ana a tres de la tarde, que envuelve a los siete millones de trabajadores (hay cerca de un mill¨®n de parados) de esta federaci¨®n de rep¨²blicas socialistas y autogestionarias. De resto, el pa¨ªs descansa, celebra fiestas familiares o bebe lozova en bares sobrios, cuando no ve una televisi¨®n mediocre o contempla a Fabio Testi en los westerns de moda. Bu?uel, de quien hoy se ve en Belgrado El discreto encanto de la burgues¨ªa, es otra alternativa.
Estos d¨ªas, ese nirvana pol¨ªtico anda un poco turbado, porque en Zagreb, capital de Croacia, comienza un proceso contra siete miembros de un grupo terrorista acusado de atentar contra el r¨¦gimen yugoslavo, en connivencia con otros yugoslavos del exterior Esta sombra terrorista, de la que hablan poco los yugoslavos, no parece trascender entre las preocupaciones de los que se ocupan de las tareas del Estado.
Esperando a Carter
Los problemas econ¨®micos son m¨¢s preocupantes. La tasa de inflaci¨®n yugoslava hace del pa¨ªs de Tito un consuelo universal: seg¨²n las cifras oficiales, ronda el 20%; estimaciones m¨¢s independientes la sit¨²an en un 24%, y el disidente por antonomasia, Milovan Djilas escribe desde su exilio interior en Belgrado que el 30% es un n¨²mero m¨¢s realista.Ese grave problema y el aumento del d¨¦ficit de la balanza comercial, que se acerca a los 30.000 millones de d¨®lares, son las verdaderas cuestiones que preocupari a los yugoslavos. Y as¨ª tendr¨¢n ocasi¨®n de dec¨ªrselo a Carter cuando el presidente norteamericano, ausente ilustre del entierro de Tito, visite este mes Yugoslavia. El peligro sovi¨¦tico, dicen los yugoslavos, no existe (?porque tanto el Este como el Oeste nos quieren tal como somos?), y flaco servicio les hizo Carter cuando habl¨® de esa amenaza exterior antes de que falleciera Tito.
Los quebraderos de cabeza que causa la econom¨ªa tienen un correlato en la aparici¨®n del desempleo juvenil y la subsiguiente delincuencia que ese desempleo ha originado. Dos mil drogadictos (narcomans los llaman en Yugoslavia) viven una gran incertidumbre: ya no es tan f¨¢cil hallar material barato, y recurren al vandalismo para poder integrarse con br¨ªo en la intr¨¦pida sociedad de consumo que el socialismo de mercado ha generado dentro de la sociedad autogestionaria.
La torre de Babel
Tito era, seg¨²n su definici¨®n, ?un yugoslavo de Croacia?. Era de todas partes, en realidad: mand¨® desde Belgrado, se recuper¨® de sus dolencias graves en Montenegro y fue a recibir su ¨²ltimo tratamiento m¨¦dico en Liubliana, en la Rep¨²blica federada de Eslovenia. Cuando muri¨® un viejo camarada, hizo esta profec¨ªa: muerto Tito, el fanatismo nacionalista acabar¨¢ con Yugoslavia. Esa sugerencia no suscita hoy miradas amistosas en Yugoslavia, donde se considera que los servios, los croatas, los eslovenios, los macedonios y los montenegrinos, aparte de los albanos, los musulmanes, los rumanos, los h¨²ngaros, los griegos y los gitanos, tienen sus derechos comunitarios salvaguardados dentro de una federaci¨®n solidaria.?Debe costarles a ustedes mucho dinero mantener en el Parlamento federal todos esos sistemas de traducci¨®n simult¨¢nea de todas las lenguas que coexisten aqu¨ª?, le dijimos a una funcionaria de Belgrado. ?Nos cuesta mucho dinero, pero nos ahorra muchas vidas humanas?, fue su respuesta.
Con ese ejemplo multinacional que dio Tito esperan los yugoslavos combatir, sobre todo, el nacionalismo serbocroata. La ausencia del l¨ªder, sin embargo, podr¨ªa precipitar una discusi¨®n filos¨®fica sobre el sistema socialista de mercado que domina en el pa¨ªs y que parece en contradicci¨®n con las tesis radicalmente marxistas que j¨®venes universitarios y militantes comunistas de car¨¢cter ortodoxo quisieran ver impuestas en Yugoslavia. Todo se har¨¢, de cualquier modo, muy despacio, con una parsimonia mediterr¨¢nea. Polaco (despacio) es la palabra m¨¢s usada del diccionario com¨²n de los yugoslavos.
Para el futuro, los yugoslavos creen tener una garant¨ªa constitucional, que forma un dique contra las apetencias independentistas: el presidente de la federaci¨®n se ¨¢ cada a?o de una rep¨²blica diferente. Hasta ese sistema de rotaci¨®n lo recogi¨® Tito de la Historia: en la Rep¨²blica de Dubrovnik se instal¨® esa costumbre en el siglo XIII: el presidente de aquel Estado medieval s¨®lo pod¨ªa estar en el mando durante un mes. Tito fue m¨¢s generoso con sus sucesores. Sobre las posibilidades de coexistencia en este pa¨ªs de pa¨ªses, los yugoslavos ofrecen un s¨ªmbolo vivo: Sombor, una peque?a localidad cercana a la frontera con Hungr¨ªa, donde hay 40.000 habitantes y 24 grupos, nacionalistas o ¨¦tnicos. En Ulcinj, la ¨²ltima localidad yugoslava cercana a la frontera con Albania, los j¨®venes albaneses que all¨ª habitan han aprendido el serbocroata s¨®lo para interpretar en p¨²blico las r¨ªtmicas canciones en las que se repite que despu¨¦s de Tito seguir¨¢ la sombra magn¨ªfica de Tito mandando sobre tierra tan dividida.
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