Buenos Aires
CUATROCIENTOS A?OS es una edad juvenil para una ciudad. Buenos Aires los cumple ahora; ha ido la Reina con una amplia delegaci¨®n, que representa la cultura espa?ola; ha ido el alcalde Tierno Galv¨¢n, en nombre de la ciudad de Madrid. Buenos Aires no ha cesado de recibir a Espa?a desde la llegada de aquel fundador, Juan de Garay, burgal¨¦s de guerra, pero tambi¨¦n de idioma, que all¨ª afinc¨®, y all¨ª tiene todav¨ªa el castellano, evolucionado y enriquecido por muchas aportaciones y por un desarrollo natural de las necesidades de sus hombres y su situaci¨®n, uno de sus puntos luminosos. Buenos Aires no se ha cerrado a nadie. ?Venid a m¨ª los que ten¨¦is hambre de pan y sed de libertad?, hac¨ªa decir a Buenos Aires un espa?ol que fue all¨ª, trabaj¨® y se arruin¨®: Vicente Blasco Ib¨¢?ez. ?Venid a m¨ª los que llegasteis tarde a un mundo demasiado repleto?. Desgraciadamente hoy hay todav¨ªa una corriente inversa, y muchos de los que tienen hambre de libertad tienen que desertar de Buenos Aires para venir a este mundo, efectivamente demasiado repleto, en el que les cuesta trabajo hacerse con el pan.Buenos Aires fue la ciudad de Am¨¦rica que, con Nueva York, recibi¨® mayor n¨²mero de europeos a lo largo de su historia. Con diferencias notables: Nueva York mantuvo unas separaciones, unos distritos, unas clases sociales, unas dificultades relativas para el ascenso social, mientras que Buenos Aires acert¨® a mezclar, a combinar, a hacer un todo con todos, a recibir y a dar. Pidi¨® trabajo, supo dar riqueza (dentro de un sistema competitivo en el que muchos se quedaron en el camino). Adem¨¢s de los espa?oles, recibi¨® a grandes masas de italianos, centroeuropeos,. franceses. En las familias bonaerenses se mezclan los apellidos, se mezclaron las culturas. Por eso esta ciudad, que tiene solamente cuatrocientos a?os, ofrece, en cambio, una madurez antigua, una solidez llevada de otros mundos; ha hecho fertilizar milenios de sabidur¨ªa y de trabajo. Y de todo ello ha creado, al mismo tiempo, algo propio y diferente. La m¨²sica, el teatro, la literatura, la filosof¨ªa tienen en Buenos Aires una vejez fecunda que sabe devolver al punto de partida original.
Su historia ha sido dif¨ªcil, sobre todo en los ¨²ltimos tiempos. Hoy hay miedo en sus esquinas rosadas, censura sobre su cultura, dictadura sobre sus hombres y sus mujeres. Confiemos en que esta ciudad, bien creada y bien creadora, salga pronto de estas tinieblas, que son realmente ajenas al grado de civilizaci¨®n que supieron encontrar, entre otros grandes esp¨ªritus, Unamuno o Grandmontagne, Salaverr¨ªa, Ciro Bayo o Blasco Ib¨¢?ez: todos cantaron su capacidad de libertad.
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