Proceso a la libertad
EN UN pa¨ªs con libertades p¨²blicas no es comprensible que se condene a un ciudadano a seis a?os de c¨¢rcel por publicar un art¨ªculo en un peri¨®dico, como le acaba de ocurrir a Francisco Garc¨ªa Salve, uno de los l¨ªderes hist¨®ricos de Comisiones Obreras, a cuenta de un texto tenido por ofensivo para el Rey. Como tampoco lo es -y¨¦ndonos a las ant¨ªpodas ideol¨®gicas del ?cura Paco?la sentencia reca¨ªda sobre el duque de tovar (en este caso un a?o de c¨¢rcel, cinco menos que al otro inculpado) por unas palabras mitinescas pronunciadas en un acto ultraderechista con claras connotaciones de golpismo y consideradas judicialmente como injuriosas para el Monarca.Ante los seis a?os de prisi¨®n que pesan sobre Garc¨ªa Salve por lo que los jueces estiman que es un grave delito de opini¨®n, ya no cabe entrar en lo afortunado o desdichado del art¨ªculo ni en la letra de las leyes. Esta condena marca con piedra blanca las segundas y hasta terceras lecturas de la Constituci¨®n que el ministerio p¨²blico del se?or Fanjul y algunos jueces y magistrados est¨¢n dando al art¨ªculo 20 de la Constituci¨®n ante la satisfecha mirada del Gobierno. Las limitaciones gen¨¦ricas y razonables que establece la propia Constituci¨®n a las libertades de expresi¨®n (derecho al honor, la imagen p¨²blica, respeto a la infancia, etc¨¦tera) no pueden ser interpretadas con el rigorismo imperante de quienes inhabilitan por 32 a?os a un periodista por publicar semidesnudos en una revista de desnudos o remiten pel¨ªculas hist¨®ricas a la jurisdicci¨®n militar o pretenden enviar a prisi¨®n a directores de peri¨®dicos disecando los tropos editoriales en busca de un h¨¢lito de desacato en alguna metonimia o met¨¢fora. El diccionario empieza ya a ser jur¨ªdicamente obligado por mor que la segunda o la tercera acepci¨®n de un adjetivo puede dar en la: c¨¢rcel con los huesos de cualquier pobrecito hablador.
?Seis a?os de c¨¢rcel por un art¨ªculo! No lleg¨® a cumplir tantos Quevedo por su memorial de la servilleta. No llegan a cumplirlos en penal cerrado la mayor¨ªa de nuestros actuales homicidas, y los militares sediciosos se conforman con un arresto de meses. ?Qui¨¦nes son estos jueces que consideran tan fr¨¢gil o quebradizo el honor del Rey para tener que protegerlo tan desmesuradamente de alguna critica deslizada en un suelto o un exceso verbal dictado en un mitin? Flaco favor se le est¨¢ rindiendo a la Corona, y a la libertad. Aunque habr¨ªa que ver qu¨¦ concepto tienen en verdad de la libertad y la Corona tantos inquisidores legales como comienzan a proliferar alrededor. ?C¨®mo es posible que el prestigio de nuestra judicatura, el de nuestros ministros o el que pueda otorgarse a nuestros gobernadores civiles o alcaldes obligue a una aplicaci¨®n intolerante y casi marcial del delito de desacato? Los espa?oles dem¨®cratas nos sentimos desacatados en la inteligencia y el sentido com¨²n con estas sentencias. Seg¨²n esta filosof¨ªa de la libertad de expresi¨®n, Ortega a¨²n no habr¨ªa terminado de purgar penalmente su art¨ªculo El error Berenguer, terminado con una advocaci¨®n a la destrucci¨®n de la monarqu¨ªa entonces vigente. Habr¨¢ que pensar que en las postrimer¨ªas de la monarqu¨ªa alfonsina hab¨ªa guardias civiles que arrancaban confesiones falsas bajo tortura y se violentaba la Constituci¨®n desde la Capitan¨ªa General de Barcelona, pero hasta aquella dictadura reconoc¨ªa sus errores policiales y judiciales y no sentaba en el banquillo a un escritor por solicitar la sustituci¨®n del r¨¦gimen. Ahora, por el contrario, cincuenta a?os de historia y una Constituci¨®n democr¨¢tica parecen no servir para recordar los errores del pasado o disentir de un juez de primera instancia.
Lo que est¨¢ pasando en este pa¨ªs en matena de libertad de expresi¨®n no es s¨®lo el amedrantamiento sistem¨¢tico de un gremio de periodistas, cineastas o escritores. Ni las ?campa?as? pro libertad de expresi¨®n que tanto molestan a los ¨®rganos de expresi¨®n del m¨¢s vergonzante franquismo, todav¨ªa vivo entre nosotros, son barricadas de asalto al poder o peanas personales. Cuando se restringe,. como se est¨¢ haciendo, la libertad de expresi¨®n se est¨¢ royendo el coraz¨®n de las libertades p¨²blicas y del r¨¦gimen democr¨¢tico. Cuando se defiende la libertad de expresi¨®n se est¨¢ apuntalando la democracia, la tolerancia, la convivencia, el respeto por las opiniones ajenas, aunque nos sean contrarias y aunque nos parezcan deleznables. Este peri¨®dico tiene un archivo gr¨¢fico de cuatro a?os; si lo tuviera de cuarenta acompa?ar¨ªa estas l¨ªneas de una fotograf¨ªa hist¨®rica que vale m¨¢s que mil argumentos: la de los nazis brit¨¢nicos de sir Oswald Mosley desfilando por las calles de Londres en el a?o del bliz alem¨¢n. Desfilando protegidos por la polic¨ªa brit¨¢nica.
Y es que en la libertad y en los valores democr¨¢ticos y humanistas que a¨²n conforman lo mejor del pensamiento europeo hay que ir siempre un poco m¨¢s all¨¢ de lo que entienden los bur¨®cratas. La libertad -no s¨®lo fa de Prensa- no se preserva encastill¨¢ndola en l¨ªmites leguleyos, sino adentr¨¢ndose en ella aceptando los riesgos d¨¦ la andadura. No de otra forma puede entenderse la archicitada frase de Jefferson que algunos tienen por boutade: ?Puesto que nuestro Gobierno est¨¢ basado en la opini¨®n p¨²blica, entre tener un Gobierno sin peri¨®dicos o peri¨®dicos sin Gobierno, me quedo con esto ¨²ltimo?. No hay opini¨®n p¨²blica capaz en Espa?a de seguir sosteniendo a buena parte de nuestras instituciones que a¨²n se alimentan de la encarnadura del franquismo. Larra redivivo no hubiera podido darse ning¨²n pistoletazo por los fracasos de Javier Ist¨²riz doblados con el desd¨¦n de Dolores Armijo. Larra, como cualquier otro de nuestros, mejores libelistas, estar¨ªa en la c¨¢rcel tras un proceso por desacato o injurias promovido a instancias del ministerio fiscal.
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