Triunfo de un picador por plebiscito popular
Se o¨ªa por los altavoces: ??Premio al toro m¨¢s bravo... !? Y el p¨²blico: ?Fuera, fiu-fiu, fuera!?. Otra vez los altavoces: ??Premio al mejor lidiador, Jos¨¦ An...!?. Y de nuevo el p¨²blico: ??Callarse, chorizos, fiu-fiu, a la calle!?. Y dale los altavoces... Hasta que el pueblo soberano, sobreponiendo sus razones y su coro a la megafon¨ªa, emiti¨® el veredicto: ??Que salga el picador, que salga el picador!?.Lo que es un plebiscito popular. El sistema, la organizaci¨®n, el fuero, el huevo, lo que usted quiera, todo est¨¢ bien, todo vale, pero en cuanto el pueblo dice esta es mi voluntad, ¨¦ste me vale, no se admiten r¨¦plicas. En efecto, Jos¨¦ Garc¨ªa Borrero, el picador, hab¨ªa sido, para el pueblo, el triunfador de la tarde. Para el pueblo y para la m¨¢s estricta tauromaquia. Porque midiendo su destreza con la puya frente al toro de Salvador Guardiola, hab¨ªa protagonizado un tercio de varas memorable.
Plaza de Las Ventas
Corrida de la Prensa, concurso de ganader¨ªas. Toros de Prieto de la Cal (dos, el cuarto, sobrero). Victorino Mart¨ªn, Salvador Guardiola (ganador del premio), Torrestrella y Albaserrada, ninguno bravo. Manolo Cort¨¦s: pinchazo hondo atravesado y dos descabellos (bronca). Tres pinchazos y tres descabellos (bronca). Curro V¨¢zquez: bajonazo (bronca). Tres pinchazos y dos descabellos (silencio). Jos¨¦ Antonio Campuzano: media estocada (palmas). Dos pinchazos y media (silencio). Asisti¨® a la corrida el Rey de Espa?a. El jurado de la corrida concurso declar¨® al toro de Salvador Guardiola como m¨¢s bravo; Campuzano, mejor lidiador; Jos¨¦ Garc¨ªa Borrero, mejor picador (¨¦ste dio una clamorosa vuelta al ruedo al terminar el festejo), y Madriles, mejor banderillero.
El primer tercio es la fiesta y los dem¨¢s la complementan. Cuando hay primer tercio en plenitud, hay tambi¨¦n corrida en plenitud. La plaza entera vibr¨® con las arrancadas de largo del Guardiola y con la forma impecable de hacer la suerte Jos¨¦ Garc¨ªa, que ofrec¨ªa la vara de detener en el momento mismo en que se iba a producir el embroque, con el toro lanzado fieramente; clavaba arriba, reun¨ªa, hac¨ªa girar levemente el caballo para dar la salida de la res y facilitar el quite.
Emoci¨®n intensa, clamores, el gent¨ªo puesto en pie rompi¨¦ndose las manos de tanto aplaudir; todo eso ocasion¨® el primer tercio antol¨®gico del Guardiola y Jos¨¦ Garc¨ªa y puso en la cumbre el gran suceso de la corrida-concurso. Y no es que el Guardiola fuera indiscutiblemente bravo, aunque se arrancaba desde el mismo platillo con alegr¨ªa y fijeza, pues tardeaba mucho, y despu¨¦s de exhibir su nobleza en banderillas, se vino estrepitosamente abajo durante la faena de muleta, visiblemente agotado. Pero bastaba la casta pura del toro ¨ªntegro, el valor amalgamado con la destreza de un varilarguero con vocaci¨®n -la lidia, en fin- para crear toda la belleza y producir toda la emoci¨®n que configuran la corrida como espect¨¢culo ¨²nico.
Hab¨ªa dicho s¨ª el pueblo, al gran picador, como despu¨¦s dir¨ªa no al torito de Albaserrada, por su escasa presencia. En efecto, no era toro de trap¨ªo al gusto de la afici¨®n de Madrid, y es una l¨¢stima, porque dio un juego interesante; se doli¨® en las varas, pero no se cansaba de embestir y Campuzano pas¨® las mil fatigas para someter aquellas acometidas encastadas y continuas del chiquit¨ªn. Los Albaserrada brav¨ªsimos y poderosos del a?o anterior en Pamplona, que dieron un juego inolvidable, no eran mucho m¨¢s grandes que ¨¦ste del concurso. El tipo de la casa es as¨ª, abundan en ella las reses de proporciones reducidas, y la afici¨®n deber¨¢ transigir en este caso -como en otros parecidos- si quiere ver en Las Ventas los toros del marqu¨¦s de Albaserrada, verdadera reserva de la mejor casta que puede ofrecer hoy la ganader¨ªa de bravo.
El resto de la corrida vali¨® muy poco. Los de Prieto de la Cal -el de concurso y el sobrero-, bell¨ªsimos jaboneros del mismo color que el albero, salieron mansos y sin clase y Manolo Cort¨¦s no los quiso ni ver. Cumpli¨® el Victorino, c¨¢rdeno, serio, bonito y encastado, y hubiera lucido m¨¢s de corresponderle a un torero con afici¨®n y recursos, en lugar de un Curro V¨¢zquez en l¨ªnea de desaciertos, que dio una lidia infame y con la muleta se dedic¨® a buscar terreno donde plantear la faena y no le vali¨® ninguno. Al de Salvador Guardiola, Campuzano le tante¨® con gusto a la ver¨®nica; estuvo eficaz en la colocaci¨®n ante el caballo y en el ¨²ltimo tercio pr¨¢cticamente no pudo hacer nada. El premio que concedi¨® el jurado al Guardiola como mejor toro y a Campuzano como mejor lidiador fue por dem¨¦rito de los dem¨¢s, y no por m¨¦ritos verdaderos de este toro y este torero. El Guardiola Dom¨ªnguez, absolutamente inv¨¢lido, hubo de ser sustituido y lo mismo debi¨® hacerse con el Torrestrella, que estaba derrengado, acab¨® borrego y, como es l¨®gico, los naturales aseados que le instrument¨® Curro V¨¢zquez no los tuvo en cuenta nadie.
Fall¨® el toro en la corrida-concurso y como lidiadores fallaron Manolo Cort¨¦s y Curro V¨¢zquez. Esta vez lo hicieron mucho mejor los subalternos, que se emplearon a fondo. Curro de la Riva y El Ecijano bregaron muy bien, y Madriles banderille¨® con arte.
El Rey presenci¨® la corrida desde una barrera, acompa?ado por el presidente de la Asociaci¨®n de la Prensa y Vicente Zabala, organizador de la corrida. El pueblo ovacion¨® a don Juan Carlos cuando abandonaba el tendido, al tiempo que se cerraba en bronca y arrojaba almohadillas contra los toreros. Una vez m¨¢s, la fiesta de toros hab¨ªa sido democr¨¢tica, a su manera. En la fiesta de toros siempre ha mandado el pueblo. Es un reflejo de la vida ciudadana, y m¨¢s a¨²n lo era cuando los toros se desarrollaban con mayor autenticidad que ahora. Los grandes ganadores y los grandes perdedores en tauromaquia no los crean reglamentos, sino los votos del tendido. El fin ¨²ltimo de la fiesta es la sanci¨®n del gent¨ªo. El p¨²blico no quer¨ªa abandonar ayer la plaza hasta que consigui¨® la vuelta al ruedo apote¨®sica del picador. Un subalterno de castore?o triunfaba leg¨ªtimamente sobre los diestros de oro.
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