La formaci¨®n de profesores
En los Presupuestos Generales del Estado para 1980 parece que existe una partida de ochocientos millones de pesetas, en n¨²meros redondos, que est¨¢ congelada porque el Ministerio de Universidades y el de Educaci¨®n se disputan, sin llegar a un acuerdo, la dependencia del INCIE, organismo del que dependen los institutos de Ciencias de la Educaci¨®n de todo el pa¨ªs. Por encima de la paralizaci¨®n de los ICE, que tambi¨¦n ven en entredicho la continuidad de su personal (1), lo que esta pol¨ªtica de perro del hortelano est¨¢ jug¨¢ndose es el futuro de la formaci¨®n del profesorado en muchos a?os. Y ¨¦sta va a salir malparada venza quien venza; y peor si la partida queda en tablas. Cuando hace poco m¨¢s de un a?o se tom¨® la grave decisi¨®n de dividir en dos el anterior Ministerio de Educaci¨®n y Ciencia, ya manifestamos nuestra alarma en carta a este peri¨®dico (21-4-1979). Ahora empezamos a cosechar.Cuentan las malas lenguas que lo que las cabezas rectoras de la universidad esperaban conseguir con la divisi¨®n de ministerios era un cierto alivio en la grave limitaci¨®n de los presupuestos universitarios. Y hay quien afirma que, en cuanto muchos de los promotores de la divisi¨®n vieron que no iba a ser as¨ª, intentaron dar marcha atr¨¢s. Al poco tiempo, el ME redact¨® un proyecto de creaci¨®n de centros de formaci¨®n del profesorado dependiente del nuevo departamento. Y esto sirvi¨® de perlas para que un problema de pesetas se convirtiera en una discusi¨®n de alta y desinteresada pol¨ªtica educativa. Nada nuevo por otra parte.
Pero, para poder justificar esta afirmaci¨®n, se hace necesario recordar algunas cuestiones que la opini¨®n p¨²blica desconoce o ha olvidado, pues ya tiene bastante, en esta campo de la educaci¨®n, con otros temas, como el Estatuto de Centros Docentes, la financiaci¨®n de la ense?anza obligatoria o la ley de Autonom¨ªa Universitaria.
Hacia 1970 se crearon los ICE como pieza clave de la reforma Villar. El INCIE es, como queda dicho, su organismo coordinador y sucesor del primitivo CENIDE, adaptado a las exigencias de la autonom¨ªa -es un decir- universitaria. Como tantos otros aspectos de la ley Villar, el invento de los ICE se qued¨® en un bello acto de nominalismo, en medio del desinter¨¦s de los gestores y de la mayor¨ªa de los profesores de la universidad. Una serie de factores -ser¨ªa muy largo y digno de tratamiento monogr¨¢fico su an¨¢lisis (2) han reducido a la esterilidad unas entidades que deb¨ªan haber desempe?ado un papel importante e imprescindible en a?os de cambios escolares profundos. Movimientos paralelos, como las escuelas de verano, han intentado cubrir esa funci¨®n, sin el menor apoyo oficial y recibiendo, m¨¢s bien, todas las reticencias ministeriales. Ser¨ªa injusto no reconocer que ha habido excepciones, escribiendo desde Santander, cuyo ICE ha promovido con realismo iniciativas de coordinaci¨®n did¨¢cticas, en las que, junto a cientos de profesores, ha participado el que esto escribe y que han conseguido, rara avis, integrar a algunos profesores universitarios. Pero, ¨¦sta y tal vez alguna otra que ignoro, no dejan de ser excepciones de un balance negativo en l¨ªneas generales o, cuando menos, muy inferior a lo que se deb¨ªa esperar.
Estando as¨ª las cosas, el ME lanz¨® el aludido proyecto de centros o escuelas de formaci¨®n de profesores, como alternativo, por una parte, al sistema de oposiciones y, por otra, a los ICE, proponi¨¦ndose asumir todas las funciones de formaci¨®n, selecci¨®n y perfeccionamiento del profesorado del departamento. Tal proyecto del que, por ejemplo, en el referido documento se afirma alegremente que no ser¨¢ muy costoso adolece de una serie de defectos que pueden sintetizarse en los siguientes:
a) Se plantea casi exclusivamente la selecci¨®n de funcionarios -escuela de funcionarios, dice textualmente en alguna ocasi¨®n, estableciendo analog¨ªas con las de otros ministerios-; ignora, en cambio, que la formaci¨®n de profesores es algo previo a la selecci¨®n y afecta a todos los que vayan a ense?ar, ya sea en la escuela p¨²blica o en la privada. Se ve que esto no le preocupa al ME.
b) Obsesionado por el problema de la selecci¨®n no hace m¨¢s que agravarlo, pues los futuros ?profesores de profesores? ser¨ªan algo as¨ª como un tribunal permanente de oposiciones, y los alumnos unos opositores a lo largo de dos a?os. Es como para pens¨¢rselo. Ninguna escuela de profesores va a resolver de un plumazo los desajustes sociales entre oferta y demanda de empleo educativo.
c) Critica a los ICE para volver a inventar en gran medida sus funciones. Eso s¨ª, para quedar bien ante el MU, cosa que no logra, reconoce que los ICE pueden y deben seguir cumpliendo su alta funci¨®n.en el ¨¢mbito de la universidad. ?Estamos en este pa¨ªs para tales despilfarros?
La aparici¨®n de este documento provoc¨® una airada r¨¦plica del MU y del Consejo de Rectores, que, por boca de su presidente, declaraba en este mismo peri¨®dico: ?Resulta verdaderamente sorprendente que (...) alguien pueda imaginar que la formaci¨®n y perfeccionamiento del profesorado pueda o tenga que realizarse fuera de la universidad? (3). La r¨¦plica, toda ella situada en el m¨¢s bello y elevado terreno del ?deber ser?, dejaba claro entre l¨ªneas, al buen entendedor al menos, quelo que exist¨ªa era una guerra presupuestaria y de competencias. Junto a indudables verdades hab¨ªa. en el art¨ªculo citado una fuerte dosis de cinismo objetivo. Y no pretendemos ofender a quien tal vez estaba personalmente convencido de lo que afirmaba. Pero nos parece excesivo ignorar que la formaci¨®n de profesores no se ha hecho en la universidad espa?ola porque no ha existido el menor inter¨¦s en ella por la formaci¨®n pedag¨®gica. De la cient¨ªfica preferimos no hablar en este momento.
Pregunt¨¦monos ¨²nicamente, y que alguien nos lo explique, por qu¨¦ hoy la universidad tiende cada vez m¨¢s en las carreras de Ciencias y Letras, hacia planes superespecializados desde primer curso, cuando deber¨ªa interesarle saber que el 80% o el 90% de los alumnos de esas carreras ser¨¢n, si encuentran trabajo, profesores de BUP, de FP o de EGB. Y en estos niveles las cosas van hacia la interdisciplinariedad. Lengua y literatura, f¨ªsica y qu¨ªmica han sido hasta ahora asignaturas unitarias y est¨¢ siendo dif¨ªcil endontrar profesores con suficientes conocimientos de ambas. El superespecialista no hace nada como profesor en los niveles previos a la universidad. No olvidemos que hoy el problema es tan grave que se obliga en el BUP a impartir asignaturas afines de la forma m¨¢s antipedag¨®gica, pues la afinidad, a poco que algunas delegaciones o inspecciones ministeriales se lo propongan, puede llegar hasta el ingl¨¦s y el dibujo.
Problemas como estos no van a resolverlos ni los ICE ni los centros que proyecta el se?or Otero Novas. El forcejeo ministerial no se resuelve defendiendo a ultranza los ICE y su inserci¨®n en la universidad ni, de una forma tan penelopescamente nuestra, desteji¨¦ndolos para tejer ex novo otra cosa, dependiendo del ME.
En mi humild¨ªsima opini¨®n, una pol¨ªtica seria que piense en la formaci¨®n de profesores, como los que demanda una sociedad avanzada y en cambio continuo, debe, en primer lugar, revisar el sentido de ciertas carreras en funci¨®n de la preparaci¨®n de profesores. No tengo espacio para dedicar m¨¢s que un recuerdo a la marginaci¨®ri total a que el MUI ha sometido a las escuelas universitarias -antiguas normales-, como muestra del inter¨¦s de aquel departamento por la formaci¨®n de profesores.
En segundo lugar, creo que s¨ª hacen falta centros, institutos, escuelas, como se quiera llamarlos, dedicados a la formaci¨®n de profesores, a su perfeccionamiento en ejercicio, y a la investigaci¨®n y coordinaci¨®n did¨¢ctica. Todo esto no debe ser tan funcionarial que se olvide el car¨¢cter docente y educador, que es lo sustantivo. Yo temo tanto que tales centros dependan del MU como del ME. No los concibo sin una colaboraci¨®n real y paritaria entre docentes de los niveles universitarios, medios y b¨¢sicos. Trabajando en equipos mixtos, todos tenemos mucho que ense?arnos y mucho que olvidar de jerarqu¨ªas y distancias corporativas. Entonces se empezar¨¢ a saber qui¨¦n tiene inter¨¦s por la formaci¨®n docente.
Mucho me temo que ambos ministerios van a perder la ocasi¨®n de dar vida a la ¨²nica soluci¨®n posible: unos organismos aut¨®nomos, interministeriales, en los que ninguno de los niveles se sienta invitado de piedra del otro. La historia de los ICE debe servir de lecci¨®n. Su infraestructura existe; sus males -falta de transparencia, dirigismo, etc¨¦tera- pueden y deben corregirse. ?No ser¨ªa ¨¦sta adem¨¢s la forma m¨¢s econ¨®mica de administrar los ya de por s¨ª escasos medios econ¨®micos de que disponemos?
Cualquier ¨®tra soluci¨®n me parece negativa. Si en el forcejeo ministerial ganan los ICE, ser¨¢n muchos los profesores de nivel no universitario que no querr¨¢n saber nada, cansados de darles vida, o intentarlo al menos, sin c ompensaciones personales ni profesionales. Si gana el proyecto No.vas, sospecho que se cierra el horizonte de la investigaci¨®n espont¨¢nea y plural, que es condici¨®n indispensable. Si se intentase salom¨®nicamente dividir recursos y competencias, no necesito comentar los resultados.
1. V¨¦ase EL PAIS de 14 de junio, Posible paralizaci¨®n de los ICE.
Suscribo el que realiza P. O?ate en Revista de Bachillerato (enero-marzo 1980, n.? 13), en sus l¨ªneas generales; pero no puedo suscribir sus propuestas. Este n¨²mero ofrece informaci¨®n amplia sobre el tema.
3. V¨¦ase EL PAIS de 18 de agosto: F. Gonz¨¢lez Garc¨ªa: La universidad y el problema de formaci¨®n del profesorado.
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