Amalia Fleming: "Ninguna mujer firmar¨ªa una declaraci¨®n de guerra"
Amalia Fleming, una de las personalidades m¨¢s relevantes de la vida intelectual y pol¨ªtica de Grecia, se encuentra en Madrid para asistir a la Asamblea de Parlamentarios del Consejo de Europa. Diputada del Partido Socialista Panhel¨¦nico (PASOK), es la presidenta de la Asociaci¨®n de Mujeres Universitarias de Grecia. Bi¨®loga, militante en organizaciones dem¨®cratas desde su juventud, fue encarcelada en Atenas bajo la ocupaci¨®n nazi y exiliada en la Gran Breta?a durante la dictadura de los coroneles griegos, a finales de los a?os sesenta.
Alumna, compa?era y esposa de Alexander Fleming, codescubridor de la penicilina, con Florey y Chain, premio Nobel de Medicina y Fisiolog¨ªa en 1945, Espa?a, para ella, est¨¢ llena de recuerdos amables. ?El afecto y la reverencia que el pueblo espa?ol mostr¨® por mi esposo ha sido y es enorme?, dice Amalia Fleming, que conoci¨® al bi¨®logo de Lochfield en 1946, en Londres, adonde ella acudi¨® con una beca para desarrollar sus estudios de Biolog¨ªa.?Cuando le conoc¨ª, como siempre llevaba un cigarrillo en los labios y adem¨¢s hablaba con un pronunciado acento escoc¨¦s, no le entend¨ª cuando me dijo que s¨ª me interesaba estudiar las alergias. Puse cara de circunstancias, sin entender nada, y con una nueva sonrisa me dijo si deseaba trabajar junto a ¨¦l. Rotundamente respond¨ª: ?iS¨ª!?.
Para Amalia Fleming, ?de todos los pa¨ªses que he visitado, Espa?a y los espa?oles son los que m¨¢s me recuerdan a Grecia y a los griegos. En mi pa¨ªs tenemos una palabra, vend¨ªa, que simboliza todas las cosas bellas, como la lealtad, el afecto. No tiene traducci¨®n, pero yo se la aplico a lo que Espa?a supone para m¨ª. Centenares de bustos y estatuas han levantado los espa?oles a la memoria de Alexander, y me llena de alegr¨ªa saber que en el paseo de las Ramblas, de Barcelona, a su estatua nunca le faltan flores, colocadas all¨ª por los reci¨¦n casados?.
Espa?a, en el recuerdo
Los toreros tienen mucho que agradecer a sir Alexander Fleming. Miles de ellos pudieron sortear las garras de la muerte mediante la penicilina, verdadera matadora de las infecciones posteriores a las cornadas. ?En una ocasi¨®n?, dice Amalia Fleming, ?un torero en Barcelona me anunci¨® que iba a brindarme un toro, al que, en mi honor, cortar¨ªa las dos orejas y el rabo. A m¨ª me aterra que los seres humanos se pongan en peligro, como los toreros, y amo a los animales. Cog¨ª el primer avi¨®n y hui de la corrida?.Tambi¨¦n en Espa?a le sucedi¨® otra an¨¦cdota que ella recuerda con mucha ternura. ?Un obrero muy pobre que se hallaba al borde de la muerte se salv¨® gracias a la penicilina. Reci¨¦n curado prometi¨® hacer dinero y levantar un busto de bronce a mi marido. Las cosas no le fueron muy bien, pero veinte a?os despu¨¦s de esto le toc¨® la loter¨ªa y cumpli¨® su promesa, erigiendo un busto a la memoria de Alexander en su pueblo?.
Cuando habla de su esposo, los ojos de Amalia Fleming se llenan de una vivacidad especial; mientras la sonrisa acude a sus labios ?Fue un hombre tremendamente joven, risue?o. Cuando muri¨®, a los 73 a?os, su m¨¦dico me dijo que conservaba la armon¨ªa de un hombre de cuarenta a?os?.
La personalidad de su marido no bloque¨® la suya. La inquietud social y pol¨ªtica de Amalia Fleming es extraordinaria. Nacida en Constannopla, hija de un matrimonio dem¨®crata griego, la pol¨ªtica ha ocupado buena parte de su vida. En tres ocasiones rechaz¨® las ofertas de Papandreu para hacerla sentarse en el Parlamento griego. ?En 1977 no pude ya negarme. Me present¨¦ en la candidatura del PASOK y sal¨ª elegida como parlamentaria de mi partido. Ahora le represento ante el Consejo de Europa, en el que trabajo en distintas comisiones. Mi vida resulta muy agitada. Paso much¨ªsimas horas en aviones, de un lado a otro, para cumplir mis tareas en el consejo, y no descarto que en un plazo no muy largo abandone el Consejo de Europa?.
Le apena que las decisiones adoptadas por la primera instituci¨®n parlamentaria europea no sean ejecutivas. ?Desgraciadamente, el Consejo de Europa s¨®lo tiene un ascendiente moral, y es una pena que sus decisiones sean, en ocasiones, esquivadas?.
Pacifista ?desde siempre? teme por el futuro de la paz en nuestro planeta. ?Si las mujeres ocup¨¢semos los puestos de decisi¨®n en este mundo, la paz podr¨ªa asegurarse. Ninguna mujer firmar¨ªa una declaraci¨®n de guerra. Jam¨¢s?. Seg¨²n su criterio, ?las grandes potencias tiranizan a los pa¨ªses peque?os. Estos deben intentar apartarse del conflicto de los grandes por todos los medios y dejarles a un lado para no verse envueltos en sus enredos?.
Para esta mujer llena de vitalidad, ?la opresi¨®n que sufrimos las mujeres es una cuesti¨®n de derechos humanos, no un tema de feminismo. Si logr¨¢semos convencer a los hombres de que incluso para ellos resulta mucho m¨¢s favorable cooperar con las mujeres que mantenerlas oprimidas, nuestro problema habr¨ªa terminado. Los hombres inteligentes saben perfectamente que es mejor tener una compa?era que s¨®lo una cocinera?.
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