El drama silenciado de mas de cuatro millones de expatriados
En diciembre de 1977, el n¨²mero de refugiados en Africa ascend¨ªa a 3.700.000. Dos a?os despu¨¦s esta cifra superaba los cuatro millones y en la actualidad se aproxima vertiginosamente hacia la cota de los cinco millones, alcanzable, posiblemente, el pr¨®ximo a?o. La situaci¨®n, pues, se agrava d¨ªa a d¨ªa, desbordando la capacidad de los pa¨ªses de acogida, que, de por s¨ª, se debaten en una dram¨¢tica lucha contra la miseria del subdesarrollo. De ah¨ª sus reiterados llamamientos a la solidaridad internacional, en busca de una ayuda que contribuya a paliar un problema del que, en la mayor¨ªa de los casos, no son responsables.Internados en campos de tr¨¢nsito o definitivos, estos millones de refugiados -la mitad de ellos son ni?os- se encuentran en la m¨¢s precaria de las situaciones. Al borde de la desnutrici¨®n, diezmados por las enfermedades tropicales, estas personas subsisten gracias a la ayuda que les brindan los pa¨ªses que reciben el ¨¦xodo, en los que comparten con los nacionales los escasos recursos disponibles.
Esta situaci¨®n ha obligado al m¨¢s importante organismo internacional que se ocupa de estas gentes, el Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los Refugiados (UNHCR), a volcar la mayor¨ªa de sus medios y el 40% de su presupuesto para socorrer a las v¨ªctimas del ¨¦xodo africano y ayudar a los Gobiernos de los pa¨ªses de acogida a tratar de reducir la magnitud de un problema ante el que se ven impotentes.
Sin embargo, la envergadura del drama plantea importantes problemas financieros al UNHCR. Su presupuesto anual, para todo el mundo, se aproxima a los cuatrocientos millones de d¨®lares (unos 28.000 millones de pesetas), queda superado por las circunstancias y la continua presencia de nuevas necesidades que obligan a destinar cantidades adicionales para programas especiales de ayuda. As¨ª, por ejemplo, para el presente a?o ha elaborado uno por valor de unos cuarenta millones de d¨®lares (unos 2.800 millones de pesetas) para un pa¨ªs, Somalia, que ostenta el triste r¨¦cord mundial de un refugiado por cada cuatro habitantes.
Contribuci¨®n desigual
Estos fondos proceden en un 2% de la Organizaci¨®n de las Naciones Unidas (ONU), y el resto, de contribuciones voluntarias de los pa¨ªses miembros de la organizaci¨®n internacional fundamentalmente, as¨ª como por asociaciones ben¨¦ficas internacionales. Tan s¨®lo quince pa¨ªses cubren el 80% de estas aportaciones. Espa?a contribuy¨®, seg¨²n cifras publicadas en marzo del, a?o pasado, con cerca de 950.000 d¨®lares (m¨¢s de 66 millones de pesetas), cifra notablemente superior, por ejemplo, a la proporcionada por Francia o por los pa¨ªses productores de petr¨®leo, pero muy por debajo de la de otros pa¨ªses de Europa occidental.
En la lista de pa¨ªses contribuyentes llama la atenci¨®n la ausencia de la Europa socialista, con la excepci¨®n de Yugoslavia. El recelo en esta zona hacia el UNHCR arranca del mismo origen de este organismo humanitario, que fue creado en 1950, en plena ¨¦poca de la guerra fr¨ªa, para paliar, precisamente, el problema de los refugiados que huyeron de los reg¨ªmenes comunistas. La tesis de estos pa¨ªses es que prefieren canalizar su ayuda mediante acuerdos bilaterales con los Estados afectados.
La frialdad de las cifras dice muy poco sobre la realidad del, drama africano. La carencia de una infraestructura de transportes dificulta la llegada de la ayuda, que, en algunos casos, desaparece misteriosamente en el camino. Son necesarias grandes inversiones para canalizar y depurar el agua, los medicamentos son escasos. Se trata de un desolador panorama con el que se enfrentan voluntariosamente los funcionarios del UNHCR destinados en Africa y unos pu?ados de m¨¦dicos y enfermeros voluntarios. Y tambi¨¦n para los pa¨ªses que reciben a los desplazados, con quienes se ven forzados a compartir lo poco que tienen, y que incluso deben desviar recursos destinados a planes de desarrollo, con el fin de atender las necesidades m¨¢s apremiantes de los reci¨¦n llegados.
Asentannientos espont¨¢neos
Aunque el estatuto elaborado por el UNHCR en 1952 -ratificado hasta ahora por 82 pa¨ªses- es aplicable directamente a los m¨¢s de cuatro millones de refugiados, tan s¨®lo a la mitad de ¨¦stos les ha sido reconocida la calidad de expatriados por los Gobiernos que les acogen y, por tanto, son ellos ¨²nicamente los que se benefician de la ayuda internacional.
?Cu¨¢l es la raz¨®n de esta disparidad de cifras? Si bien existe la posibilidad de que las cifras suministradas por los respectivos Gobiernos hayan sido infladas, con vistas a recibir una mayor ayuda o bien para su utilizaci¨®n pol¨ªtica a veces frente a conflictos con los Estados vecinos -tal eventualidad fue cifrada en torno al 20-23% del volumen global por un funcionario del UNHCR en Mogadiscio-, la realidad es que hay que tener en cuenta el fen¨®meno de los desplazados que se asientan espont¨¢neamente en zonas rurales o bien en las ciudades, hacin¨¢ndose -en este ¨²ltimo caso- en los suburbios, en casas de amigos, familiares o de refugiados que les precedieron.
Esta emigraci¨®n espont¨¢nea, fuera de todo control, es la que mayores problemas plantea, no s¨®lo a los pa¨ªses de acogida y a los organismos internacionales, sino tambi¨¦n a los propios refugiados. En estos casos la ayuda asistencial es m¨¢s dif¨ªcil. El hambre, la falta de agua, las enfermedades end¨¦micas. hacen estragos entre estas pobres gentes.
En este tipo de ¨¦xodo la situaci¨®n es todav¨ªa m¨¢s problem¨¢tica en las ciudades. Aqu¨ª los refugiados disputan a los nacionales servicios, alimentos y empleos, que ya son escasos. Esto es fuente de tensiones, no exentas de explosiones violentas, que se vuelven contra los expatriados.
De aqu¨ª la tendencia de los Gobiernos a instalar a estas gentes, bien voluntariamente, bien por la fuerza, en campamentos controlados en las zonas rurales, donde pueda ser m¨¢s f¨¢cil la planificaci¨®n y distribuci¨®n de la ayuda alimentaria y sanitaria, as¨ª como, a largo plazo, lograr la autosuficiencia del refugido. En este sentido, los nuevos emplazamientos suelen situarse en zonas de desarrollo agrario, donde, en ocasiones, los desplazados reciben peque?as extensiones de terreno para cubrir sus necesidades alimenticias.
Pero esta instalaci¨®n controlada no est¨¢ exenta de problemas, como el caso de los refugiados que han llevado hasta el momento de su ¨¦xodo una vida n¨®mada que ahora se sedentariza, con los problemas de adaptaci¨®n que esto plantea. O de los refugiados de origen urbano que deben habituarse necesariamente a las formas de existencia rurales. Y todo esto en medio de graves carencias alimentarias y sanitarias.
Ante el enorme ¨¦xodo africano, Gobiernos y organismos internacionales piensan en dos soluciones alternativas: el retorno a la regi¨®n de origen cuando cesen las causas de la expatriaci¨®n o bien la integraci¨®n definitiva en el pa¨ªs que les ha acogido.
En el primero de los casos existen algunas experiencias positivas, como el retorno de 250.000 argelinos que huyeron durante la guerra de liberaci¨®n nacional, o el retorno de 175.500 anya-anya al sur de Sud¨¢n en 1972, que a?os antes se hab¨ªan sublevado contra el r¨¦gimen de Jartum. Esta fue la primera experiencia masiva de retorno en el Africa negra. Las amnist¨ªas decretadas en Zaire permitieron tambi¨¦n el regreso de originarios de la provincia de Shaba que huyeron tras las sucesivas luchas autonomistas en la regi¨®n.
Actualmente, el UNHCR prepara un ambicioso programa de regreso para 200.000 expatriados africanos de Zimbabue que se refugiaron en los pa¨ªses vecinos, especialmente en Mozambique, durante la guerra de liberaci¨®n contra el r¨¦gimen blanco instalado en Salisbury.
Sin embargo, el ¨¦xodo aumenta d¨ªa a d¨ªa. A unos conflictos suceden otros. Un ejemplo muy expresivo es Uganda. La dictadura de Idi Amin forz¨® huidas masivas; pero si la ca¨ªda del r¨¦gimen, en 1979, permiti¨® la vuelta de exiliados, fueron m¨¢s los que traspasaron la frontera en direcci¨®n contraria, por el temor a represalias tribales de las nuevas autoridades.
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