El rubio sin zapato
Ya antiguo conocido del p¨²blico espa?ol, sobre todo a partir de El gran rubio con el zapato rojo, Pierre Richard vuelve otra vez con una historia que podr¨ªa considerarse de relleno en esta larga pausa veraniega. Escritor, como se sabe, de sus propios filmes, en los que interviene como principal protagonista, ha pasado a realizarlos, lo cual es l¨®gico siendo el eje en torno al cual giran innumerables gags, carreras y situaciones no demasiado ins¨®litas.Pero no importa demasiado, originales o prestadas, todas le sirven para hacer re¨ªr a un p¨²blico que, como en el caso de los toreros mediocres, se le acaba entregando por encima de penurias y reiteraciones. A pesar de sus declaraciones trascendentales a la Prensa, tampoco es caso de tom¨¢rselo demasiado a la tremenda, ir m¨¢s all¨¢ de donde ¨¦l mismo apunta y que, hoy por hoy, le ha colocado a la cabeza del humor franc¨¦s en lo que a cine se refiere.
Un dromedario en el armario
Gui¨®n y direcci¨®n: Pierre Richard. Int¨¦rpretes: Pierre Richard, AIdo Maccione, Valerie Mairesse, Daniel Minazzoli, Franca Valeri, Henri Garcin. Francia, 1979. Humor. Local de estreno: Roxy A
Pierre Richard viene a ser como una esponja; toma, absorbe todo cuanto halla a su alcance desde Tati a Buster Keaton, a riesgo de convertirse en remedo franc¨¦s de Dany Kaye.
Lo que resulta m¨¢s dif¨ªcil es descubrir su verdadera personalidad, que a veces roza el humor intelectual y otras el disparate vecino, al absurdo. Es tal la amalgama de anecdotas, estilos y alusiones acumuladas seg¨²n parece en su ¨¦poca anterior al cine, que la cantidad en ocasiones convence al p¨²blico m¨¢s que la calidad. La cr¨ªtica en su humor es leve. Apenas surge y ya desaparece; no se llega a saber si por azar o intencionadamente, aunque es f¨¢cil adivinar que en su caso sucede como en el de las escenas escabrosas, tratadas no de modo sutil, sino como revulsivo demasiado peligroso, capaz de vedar un filme a cierto tipo no desde?able de espectadores, sobre todo a la ora del negocio.
Bien medida y calculada, esta pel¨ªcula hace re¨ªr a ratos, aunque no tanto como su autor supone. Lo que m¨¢s importa de ella, aparte de dromedarios y cine visto desde el cine, es su aventura personal, lo que hay de Pierre Richard en el protagonista, que a la postre resulta incluso mucho m¨¢s divertido.
Las pel¨ªculas de las primeras sesiones corresponden a los a?os 1919 y 1933 como fechas de producci¨®n.
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