El toro no es asesino
Antioqu¨ªa, el toro que caus¨® las dos muertes en el encierro, era terciado, pero con trap¨ªo; serio, lustroso, tremendamente astifino. Un toro de una vez. Sali¨® reluciente, pues le regaron en los corrales para limpiarle el asta, que ten¨ªa ensangrentada de pit¨®n a cepa. Nada m¨¢s saltar a la arena los mozos le gritaron ?asesino, asesino?, mientras le arrojaban hielo y fruta. Hombre, no. Nunca se puede llamar asesino a un toro. Su misi¨®n es embestir a quien se le ponga delante, y el que lo hace sabe cu¨¢nto se juega. El toro, en cambio, no sabe nada. El toro, si es de casta brava, acomete y derrota merced a un instinto que es de defensa, no asesino.Ocurre que un toro que ya ha hecho carne, al que han corrido los mozos, al que han coleado y quiz¨¢ chaqueteado, suma esta experiencia al instinto y adquiere lo que en tauromaquia llamamos sentido. Los guardiolas, casta pura -en ocasiones tambi¨¦n bravura-, exhibidos sin reserva en la corrida del domingo, nos pareci¨® que acusaban este defecto. El Antioqu¨ªa hizo una pelea brava con el caballo, en la muleta perdi¨® recorrido y se ce?¨ªa. pese a lo cual Jos¨¦ Antonio Campuzano lo pas¨® muy cerca por naturales y redondo.
Plaza de Pamplona
Octava corrida de sanfermines (domingo). Toros de Salvador Guardiola, muy bien presentados, aparatosamente astifinos, con casta y estilo.Manolo Cort¨¦s: pinchazo a paso de banderillas y bajonazo (bronca). Bajonazo (silencio). Jos¨¦ Antonio Campuzano: estocada ca¨ªda y dos descabellos (vuelta). Estocada trasera baja (petici¨®n y dos vueltas). Tom¨¢s Campuzano: estocada ca¨ªda (silencio). Bajonazo (palmas).
Hubo guardiolas muy dif¨ªciles -Primero, tercero y sexto-, los cuales no ten¨ªan Fijeza, gazapeaban o claramente cortaban el viaje para irse al bulto, como el primero de Tom¨¢s Campuzano. Con tal g¨¦nero, este espada puso mucha voluntad e intent¨® sacar faena a toda costa, naturalmente sin conseguirlo. mientras Cort¨¦s le anduvo desconfiado y por la cara al que abri¨® plaza.
Corrigi¨® esta lamentable actuaci¨®n el torero de Gines en el cuarto, con un trasteo interesante, al que aport¨® la t¨¦cnica adecuada. La manejabilidad del toro no era tanta que permitiera exquisiteces, pero Cort¨¦s impuso el sello y el aroma propios de la toreria. que indudablemente tiene.
En el quinto. claramente noble, Jos¨¦ Antonio Campuzano lance¨® bien a la ver¨®nica. quit¨® por gaoneras e hizo una bonita faena. La inici¨® con estatuarios y molinetes, sigui¨® en redondo y, con la izquierda, cuaj¨® unos naturales de excelente factura. Ah¨ª debi¨® entrar a matar Campuzano, pero ten¨ªa hambre de triunfo y lo busc¨® prolongando el trasteo con nuevas insistencias del toreo bueno sobre ambas manos. La presiencia le deneg¨® la oreja, solicitada por aclamaci¨®n y bastante m¨¢s merecida que las otorgadas en esta misma feria a Emilio Mu?oz y Espartaco, pero el p¨²blico hizo justicia con el torero sevillano y le oblig¨® a dar dos clamorosas vueltas al ruedo.
Al iniciarse el festejo la corneta enton¨® el toque de oraci¨®n en menioria de los mozos fallecidos en el encierro de la ma?ana, con el p¨²blico puesto en pie, en impresionante silencio, y las cuadrillas descubiertas. Fueron minutos de emocl¨®n intensa. A algunos de los hombres de plata se les saltaban las l¨¢grimas y a todos se nos hac¨ªa un nudo en la garganta. Los sanfermines, una explosi¨®n de luz y de alegr¨ªa, tienen tambi¨¦n estas sombras de dolor y tragedia.
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