La UMD y las Fuerzas Armadas
Desde los d¨ªas de la legalizaci¨®n del PCE o de los debates constitucionales, nunca se hab¨ªan o¨ªdo tantos rumores, visto tantos gestos y barruntado tantas amenazas entre y desde los hombres de uniforme como en estos momentos.Una revista de pensamiento militar, escrita por militares, en su ¨²ltimo n¨²mero, p¨²blica un duro editorial de advertencia. Se dejan caer sorprendentes rumores -no desmentidos- respecto a pretendidas encuestas sobre una propuesta legislativa asumida, hasta ahora, por la inmensa mayor¨ªa del Congreso de los Diputados.
Conceptos claros: un sector de las Fuerzas Armadas (FAS) no acepta y pretende evitar que el Congreso apruebe la reincorporaci¨®n de los antiguos miembros de la UMD a las filas de la milicia. Un sector de las FAS hace gestiones -seg¨²n parece- para que los representantes de catorce millones de espa?oles con derecho a voto no aprueben lo que quieren aprobar.
La historia final del caso no es complicada, es una especie de ex ponente, una buena muestra de esas complejas coordenadas que en la relaci¨®n democracia-FAS existieron al inicio de la transici¨®n. La realidad es que las Cortes aprobaron una amnist¨ªa para todos los que de cualquier forma hubieran sido castigados por las leyes dictatoriales de los pasados cuarenta a?os. Todos. Incluso quienes hab¨ªan usado de la violencia para cambiar el destino sin libertad del pueblo espa?ol. ?Todos? No. Un grupo de oficiales que hab¨ªan pensado orga nizarse para llevar a cabo, en paz y silencio, su ideal de Espa?a libre, recibieron trato distinto: amnist¨ªa s¨ª, pero no completa; ya no podr¨ªan vestir el uniforme militar. Ahora, las Cortes pretenden cumplir plena mente lo que entonces no se quiso o no se pudo hacer. Y suenan voces duras de protesta, no de opini¨®n.
Lo malo es que ya ha empezado a aparecer el espectro del mledo. El miedo va filtr¨¢ndose aqu¨ª y all¨¢ y parece ser que las filas de UCD son las m¨¢s afectadas. Podr¨ªa ocurrir incluso que el ministro de Defensa entrase en un peligroso s¨ªndrome por el cual cada vez que escucha que un regimiento pasa bajo sus ventanas sale corriendo por las escaleras, para ponerse a su cabeza, sin preguntar si esa regimiento p¨ªde algo o no, si va de maniobras o de paseo, si est¨¢ dentro o fuera de la Constituci¨®n.
Los militares tienen -se lo hemos dado con confianza y orgullo todos- el monopolio de la fuerza. Pero ese monopolio y ese honor tiene sus servidumbres, porque, de lo contrario, se entra en una especie de libertad tutelada que nadie ha inscrito en la Constituci¨®n de 1978. Esa servidumbre es la aceptaci¨®n de una absoluta primac¨ªa del poder constitucional. Opinar en contra de una decisi¨®n del Gobierno, de las Cortes o de la Justicia es un derecho que -oportunamente regulado- nadie niega, pero oponerse a una decisi¨®n adoptada por las Cortes o presionar para que una propuesta ya presentada entre en v¨ªa muerta, eso es absolutamente intolerable por parte de quienes tienen toda la fuerza frente a quienes se la han concedido.
Dec¨ªa antes que al ministro de Defensa es posible que estas presiones directas o indirectas le hayan desequilibrado ya. Pero el ministro de Defensa no es el portavoz de un colectivo concreto (el militar) ante el Gobierno, sino el ejecutor de una pol¨ªtica en un segmento del Estado. No es un jefe sindical, ni un teniente general: es un ministro, que no tiene que defender m¨¢s intereses que los globales de Espa?a en una importante y delicada parcela. No puede plantearse que el ministro de Obras P¨²blicas sea portavoz de los ingenieros de caminos, o el de Hacienda de los abogados del Estado. Los funcionarios p¨²blicos -y los militares lo son- no pueden convertir a su respectivo ministro en traductor de abajo a arriba de inquietudes corporativas. Un ministro de Defensa puede ser que lo cesen, que lo dimitan o que -?dramatizamos?- le peguen un tiro en su despacho, pero jam¨¢s puede tolerar que le zarandeen o manipulen moral o f¨ªsicamente todos los d¨ªas con pretensiones propias de sindicatos corporativos. La democracia tiene que dar diariamente una lecci¨®n fundamental: de c¨®mo la fuerza cede ante la ley. Con un Bolet¨ªn Oficial del Estado o con uno de las Cortes generales, un ministro es m¨¢s fuerte que todos los fusiles del pa¨ªs. De lo contrario, estamos ante una cobard¨ªa o ante un golpe de Estado. Ap¨²ntese cada uno a lo que prefiera, porque en esto ya no podemos seguir con medias tintas.
En septiembre espero que se apruebe -si UCD no busca bizantinas excusas para disfrazar un ?no? en technicolor- la incorporaci¨®n de los antiguos miembros de la UMD a las Fuerzas Armadas. Conozco muchos militares profesionales y s¨¦ que no les va a gustar. Pero ahora vamos a ver si esos. amigos m¨ªos saben cu¨¢l es la honra y la servidumbre de las armas, la servidumbre de un militar en un pa¨ªs libre y democr¨¢tico: obedecer las leyes, aunque no gusten. Cuando llegue ese d¨ªa espero que esos amigos m¨ªos sepan recib¨ªr a sus antiguos compai¨ªeros con respetuoso silencio; no pueden olvidar que esos militares llegar¨¢n con dos respaldos: su honor de militar constitucional nunca empa?ado y el apoyo de una ley. Nada m¨¢s y nada menos. Quienes desde el poder pol¨ªtico han entrado en el juego,del corporativismo, que se vayan por ineptos o por cobardes.
Amigos militares: muchos civiles que os estimamos m¨¢s de lo que vosotros mismos pens¨¢is, estamos ansiosos de ver c¨®mo acept¨¢is, defend¨¦is y hac¨¦is p¨²blico que un Bolet¨ªn Oficial tiene m¨¢s fuerza que un carro blindado. Silencio ya. Est¨¢ hablando la mayor¨ªa de Espa?a. A la inerme, pero decidida voz de ?firmes!, dada por el poder democr¨¢tico, quien tiene el monopolio de la fuerza cumple la orden sin dudar. Amigos, quien no entienda ese maravilloso gesto de obediencia gratuita, no entiende c¨®mo y por qu¨¦ funcionan los ej¨¦rcitos en las democracias. Cuando desfila una unidad militar, yo la contemplo con admiraci¨®n y orgullo, aunque a su frente pueda ir un capit¨¢n que no cree en la democracia. Porque no pasa un capit¨¢n, sino una parte de una instituci¨®n de la democracia, en la que creo junto con millones de espa?oles. Cuando las Cortes generales aprueban una ley, los militares tienen que cumplirla con disciplina y orgullo, aunque muchos militares piensen que los diputados han cometido un error o no conocen bien a las Fuerzas Armadas. Amigo militar, acepta a los antiguos miembros de la UMD, porque vienen de la mano de la ley. Yo no pregunto nunca cuando ven¨ªs a mi casa qu¨¦ pens¨¢is: nos une la Espa?a democr¨¢tica y su defensa. Queda claro que en las armas mand¨¢is vosotros, amigos militares, pero en las leyes mando yo con el pueblo espa?ol. Basta ya de intrigas, encuestas y presiones. Vosotros no pod¨¦is dar miedo m¨¢s que a los que ataquen la soberan¨ªa o la integridad de Espa?a. Pero nunca a m¨ª. Yo s¨®lo obedezco a la Constituci¨®n y al pueblo. Ojal¨¢ que los civiles que gobiernan sepan entender este mensaje.
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