Centroam¨¦rica, fuera de l¨ªmites
TODOS LOS l¨ªmites de lo posible han saltado ya en el n¨²cleo de pa¨ªses de Am¨¦rica Central. En El Salvador se est¨¢ desarrollando una verdadera guerra civil, y en Guatemala los asesinatos pol¨ªticos se producen en masa. Las potencias de tipo medio de Am¨¦rica Latina, como Venezuela o M¨¦xico, no cejan en sus esfuerzos de apaciguamiento, pero no son escuchadas. Como no el escuchado el Departamento de Estado de Estados Unidos, que trata, en esos pa¨ªses como en otros, de que las oligarqu¨ªas que ocupan el poder y lo mantienen a sangre y fuego hagan una cesi¨®n en favor de unas formas democr¨¢ticas que calmen la situaci¨®n; lo ¨²nico que obtienen como respuesta en El Salvador es la petici¨®n de que env¨ªen sus marines, como en los viejos tiempos en que el primer Roosevelt preconizaba la pol¨ªtica del garrote -big stick-. para someter a los rebeldes. Y lo m¨¢s grave es que hay centros de poder en Estados Unidos muy inclinados a aceptarlo: el espectro de Fidel Castro pesa con demasiada fuerza, y el miedo a una cubanizaci¨®n. del subcontinente crece en Washington.La pol¨ªtica que hab¨ªa iniciado Carter ofrec¨ªa unas posibilidades, aunque recortadas, inmediatas: la conversi¨®n de los reg¨ªmenes dictatoriales en democracias controladas y ?seguras?. Era la estrategia que hab¨ªa intentado Kennedy hasta su asesinato, que, a su vez, proced¨ªa del segundo Roosevelt; es decir, una l¨ªnea que ya ten¨ªa tradici¨®n en el Partido Dem¨®crata. Pero esa pol¨ªtica se ha encontrado, por una parte, con la resistencia de las oligarqu¨ªas, que se manifiesta en la violencia institucional -los ej¨¦rcitos, las polic¨ªas- y la de los grupos de asesinos organizados por la extrema derecha, que tienen las manos libres y armas a su disposici¨®n para sus cr¨ªmenes; por otra con la imposibilidad de soluciones de resignaci¨®n o de medidas de aplazamiento de las clases oprimidas, cuyas situaciones de miseria sobrepasan todas las posibilidades de espera y que se ven abocadas a intentos revolucionarios.
En medio de todo ello se ha producido en la Casa Blanca la ca¨ªda de Cyrus Vance y el ascenso espectacular de Brzezinski; con ello, la anulaci¨®n de las soluciones diplom¨¢ticas, propias del Departamento de Estado, por la personalidad moldeable y sumisa de Muskie. La filosof¨ªa de la firmeza, de la dureza, frente al deterioro del sistema no se detiene en el problema de la URSS, sino que tiene un alcance global y est¨¢ modificando tambi¨¦n la pol¨ªtica estadounidense para con Am¨¦rica Latina.
Estados Unidos no ignora, sin embargo, cu¨¢les son los riesgos de una intervenci¨®n directa en Centroam¨¦rica. Desde la ola de impopularidad mundial que producir¨ªa -?c¨®mo podr¨ªa mantener en ese caso sus acusaciones a la URSS por el caso de Afganist¨¢n?- hasta la posibilidad de encontrarse con un nuevo Vietnam. La reflexi¨®n de que Cuba no es s¨®lo un producto de Fidel Castro y del apoyo sovi¨¦tico, sino tambi¨¦n de la incomprensi¨®n de Estados Unidos respecto a la insoportabilidad del r¨¦gimen de Batista, no suele hacerse con mucha frecuencia, pero es una realidad hist¨®rica. Una nueva incomprensi¨®n del fen¨®meno centroamericano -y de otros pa¨ªses con la misma injusticia de fondo y forma- podr¨ªa producir otras Cubas, en lugar de evitarlas. El intento de convertir esa intervenci¨®n en un asunto interamericano, por intermedio de la OEA, no tuvo ya demasiado ¨¦xito cuando se envi¨® el cuerpo expedicionario a Santo Domingo. Hoy lo tendr¨ªa menos.
El problema que se plantea es si ya es demasiado tarde, si ya no hay posibilidades de regreso, si el revolucionarismo que se quiso evitar est¨¢ en marcha y es irreversible y si, con una perspectiva mayor de tiempo, llegar¨¢ a afectar a toda Am¨¦rica Latina, incluso a pa¨ªses que parecen hoy gozar de una estabilidad democr¨¢tica, pero que tienen gran cantidad de problemas sociales sin resolver. Es verdaderamente grave que en estos momentos la direcci¨®n pol¨ªtica de Estados Unidos viva en la confusi¨®n carteriana, y que la alternativa de Reagan para noviembre resulte a¨²n peor.
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