El libro de texto, v¨ªctima de una incoherencia pol¨ªtica
Recientemente, los editores de todo el mundo han celebrado en Estocolmo su XXI Congreso Internacional, bajo el lema de la libertad de expresi¨®n y de edici¨®n. En este congreso se han aprobado, entre otras, dos resoluciones en cuyo debate estuvo especialmente presente un problema espa?ol.He aqu¨ª el texto de ambas: ?El congreso ratifica sus anteriores condenas de todo tipo de censuras y las hace extensivas a los libros de texto. Por ello recomienda a los Gobiernos que limiten su intervenci¨®n a considerar si Ios libros escolares respetan las l¨ªneas maestras del sistema educativo. En todo caso, los Gobiernos deben garantizar la libertad de edici¨®n en sus respectivos pa¨ªses. El congreso cree necesario manifestar su inquietud y preocupaci¨®n ante el creciente intervencionismo de ciertos Estados y Gobiernos en la fijaci¨®n del precio de los libros de texto, ya que tal actuaci¨®n es contraria a la libertad de edici¨®n. El congreso invita a los Gobiernos a evitar cualquier medida que haga econ¨®micamente inviable la publicaci¨®n de libros escolares?.
Una vez m¨¢s, los editores espa?oles hubimos de padecer, o quiz¨¢ agradecer, la ben¨¦vola comprensi¨®n de nuestros colegas del resto del mundo, ya que la situaci¨®n de la edici¨®n de libros escolares en Espa?a no tiene parang¨®n en ning¨²n pa¨ªs. desarrollado ni, por supuesto en los de nuestra ¨¢rea europea. S¨®lo algunos pa¨ªses tercermundistas y alguno de nuestra ¨¢rea idiom¨¢tica padecen una situaci¨®n como* la nuestra. Cuando nuestros colegas europeos expon¨ªan sus ?gr¨¢ves problemas?, los editores espa?oles no pod¨ªamos menos que esbozar una sonrisa de autocompasi¨®n para evitar el sonrojo.
Nuestro pa¨ªs, que est¨¢ asimilando paso a paso una democracia dif¨ªcil en condiciones dif¨ªciles, no acaba de encontrar ese camino que tantos esper¨¢bamos que la democracia abriese a la cultura.
Pero, ci?¨¦ndonos a nuestro tema, ?cu¨¢l es la situaci¨®n de la edici¨®n de libros escolares en Espa?a? Justamente la que se contempla en los acuerdos citados del congreso de Estocolmo: una edici¨®n sometida a la censura y al creciente intervencionismo del Gobierno en la fijaci¨®n de los precios, que hace econ¨®micamente inviable la publicaci¨®n de libros escolares.Incoherencia general
Mas no es esto todo. Esta grav¨ªsima situaci¨®n se produce en un contexto a¨²n m¨¢s grave: el de una absoluta incoherencia entre los planteamientos pol¨ªticos generales referidos a la educaci¨®n y el tratamiento dado al libro de texto en cuanto instrumento de esa misma educaci¨®n. Y esta incoherencia es ciertamente atribuible al Gobierno y a los poderes p¨²blicos, pero tambi¨¦n a los partidos parlamentarios de la oposici¨®n, m¨¢s preocupados por socavar al gobierno que por salvar un instrumento, hoy por hoy insustituible, de la educaci¨®n.
?C¨®mo, si no, se pueden explicar algunas actitudes y expresiones a las que, por habituados, ya casi no damos importancia? Los editores hemos o¨ªdo hablar en la Prensa y en algunos despachos del ?texto ¨²nico? justamente cuando se empezaba a exigir el pluralismo en la ense?anza y la libertad docente. Hemos padecido el acrecentamiento de la intervenci¨®n estatal precisamente cuando la Constituci¨®n consagraba la libertad de expresi¨®n, y la econom¨ªa de mercado. Nos hemos sorprendido ante propuestas tan irresponsables como la de hacer textos de inferior calidad para quienes tienen menos recursos econ¨®micos en el preciso momento en que todos defendemos el derecho inalienable de una oportunidad educativa igual para todos. Hemos o¨ªdo en el Parlamento pedir nuevas censuras en cadena, mientras se estaba defendiendo la libertad de expresi¨®n.
Ciertamente, la coherencia no es fruto de un d¨ªa. Pero ?ser¨ªa mucho pedir un cierto esfuerzo para analizar y valorar con rigor esta parcela de la actividad editorial, siecon¨®micamente m¨ªnima, ciertamente relevante en su aportaci¨®n cultural? Quiz¨¢ no sea in¨²til aportar ya algunos datos concretos. En estos momentos hay en Espa?a 43 casas editoriales que entre sus actividades incluyen la edici¨®n de libros escolares. Algo menos de la mitad que en Italia, y algo m¨¢s de la mitad que en el Reino Unido, y cifra bastante pr¨®xima a las de Francia y Alemania. S¨®lo se encuentran por debajo los peque?os pa¨ªses europeos, de los que Holanda cuenta con veintinueve editoriales de libros de texto.
Entre nosotros, el conjunto de la oferta de libros escolares no es ni mucho menos excesivo, ya que oscila entre diecisiete y veinticuatro t¨ªtulos diferentes por curso y ¨¢rea, menos que en cualquiera de los grandes pa¨ªses europeos antes citados. Los espa?oles se gastan al a?o en libros escolares 7.000 millones de pesetas (190 pesetas por espa?ol y a?o), la mitad que los italianos, algo m¨¢s de un tercio que los franceses y aproximadamente un cuarto que los alemanes (cifra, por otra parte, inferior a la facturaci¨®n anual de una sola tienda de unos grandes almacenes). La proporci¨®n con el volumen de ventas del conjunto del sector editorial es, sin embargo, muy parecida a la de estos pa¨ªses: en torno al 10%.
Es, por otra parte, el ¨²nico sector de la actividad editorial en el que pr¨¢cticamente el ciento por ciento de los autores son espa?oles. Lo que verdaderamente grave es que la edici¨®n de libros escolares tenga que desenvolverse en un contexto legislativo heredado de la anterior etapa pol¨ªtica, cuya ¨²ltima norma data de 1974, a?o de claro endurecimiento y regresi¨®n pol¨ªtica. Ciertamente no ser¨ªa justo decir que Ia Administraci¨®n se comporta. hoy como entonces, pero lo que no ofrece duda es que no dispone de otros , instrumentos jur¨ªdicos, y ¨¦stos, a juicio de expertos, bien podr¨ªan estar incursos en anticonstitucionalidad.
Frente a esto, cualquiera que se acerque a observar esta parcela editorial sin estar cegado por los prejuicios podr¨¢ comprobar el ingente esfuerzo realizado por autores y editores para dotar a profesores y estudiantes de un instrumento v¨¢lido, actual y de gran calidad, tanto en los aspectos pedag¨®gicos y did¨¢cticos como en los puramente formales y materiales. En muy pocos a?os, y a pesar de las enormes dificultades econ¨®micas y culturales, autores y editores espa?oles se han puesto a la par de sus colegas europeos. Y ?qui¨¦n que haya examinado y valorado a fondo los cambios producidos en nuestro pa¨ªs podr¨¢ negar la decisiva contribuci¨®n de gran n¨²mero de autores y editores, no s¨®lo al desarrollo cultural, sino a la apertura mental necesaria para el cambio pol¨ªtico y social hacia la democracia?
No vienen estos datos y consideraciones a cuento. m¨¢s que para intentar contrarrestar, aunque modestamente, algunos prejuicios no infrecuentes, fruto, m¨¢s que de la cr¨ªtica rigurosa y documentada, de una demagogia irreflexiva e irresponsable.
Respeto y rigor
Tambi¨¦n quisieran ser un llamamiento humildea quienes tienen la responsabilidad de la Pol¨ªtica educativa. Este pa¨ªs necesita coherencia, la educaci¨®n exige ya la coherencia. No se pueden hacer pol¨ªticas educativas distintas seg¨²n de qu¨¦ parcela se trate. El libro de texto no es m¨¢s que uno m¨¢s de los principales instrumentos que se utilizan en la tarea educadora. Trat¨¦mosla con el respeto y el apoyo que el libro se merece, analic¨¦moslo con el rigor que la educaci¨®n exige. Pero no lo convirtamos en chivo expiatorio de errores y desaciertos que no tienen nada que ver con el libro y que, en muchas ocasiones, s¨®lo el libro ha corregido. La agresi¨®n contra el libro nunca queda impune, nuestro pa¨ªs la est¨¢ purgando con su escas¨ªsimo n¨²mero de lectores y con el desprecio de nuestros j¨®venes a la letra impresa, que est¨¢ carcomiendo el necesario desarrollo cultural de nuestro pueblo.
En este punto, tambi¨¦n es necesario hacer una breve referencia a la intervenci¨®n del Estado en los precios. Los editores suscriben plenamente los acuerdos del con greso de Estocolmo en todos sus t¨¦rminos, pero quiz¨¢ convenga subrayar la consideraci¨®n que al congreso le merece tal intervenci¨®n a la que califica de ?actuaci¨®n con¨ªraria a la libertad de edici¨®n?. El control de precios puede ser, de hecho Io ha sido, un eficacisimo instrumento de censura. Hoy es tambi¨¦n un elemento discrimina torio, pues solamente los libros de texto en lengua castellana est¨¢n sometidos a esta intervenci¨®n. ?Puede ser tambi¨¦n este control discriminatorio, anticonstitucional?
El control de precios no tiene nada que ver con la gratuidad de la ense?anza y del libro escolar. Y quiz¨¢ s¨®lo sea de hecho una demag¨®gica cortina de humo para retrasarla.
El Estado nacido de la Constituci¨®n de 1978 tiene como tarea fundamental no la de establecer nuevas aduanas y alcabalas, sino la de garantizar las libertades de todos: la del autor a escribir, la del editor a publicar, la del profesor a elegir el libro m¨¢s adecuado para sus alumnos. Quiz¨¢ la ¨²nica obligaci¨®n del Estado debiera ser la de pagar los libros de quienes no pueden hacerlo y no degradar sistem¨¢ticamente el libro escolar hasta conseguir que no sirva para nadie.
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