El Cordob¨¦s: ni torero ni taquillero
El Cordob¨¦s inici¨® ayer la parte ?seria? de la feria. En realidad, es impropio decir ?seria? cuando nos referimos a El Cordob¨¦s, porque tiene eliminada la palabra de su diccionario, al menos en lo que se refiere a la autoridad taurina. Lo de El Cordob¨¦s es lo de los charlotes, con cuya afirmaci¨®n no descubrimos ning¨²n Mediterr¨¢neo. Ocurre, sin embargo, que, con su concepto charlotesco del toreo, se ha hecho millonario, por supuesto sin torear jam¨¢s, aunque llenaba las plazas. Es decir, que El Cordob¨¦s torero no era, pero taquillero s¨ª. En cambio, ahora no tiene ni de lo uno ni de lo otro. Viene a Valencia, en plena feria, no acompa?ado de dos m¨¢s, los que fueran, como ocurr¨ªa antes, sino arropado por Palomo, que tiene su p¨²blico; por Manzanares, figura del toreo que dicen, y adem¨¢s gloria de la regi¨®n, y resulta que no llena la plaza.Pero tampoco es justo que incidamos demasiado en la fuerza taquillera que ha perdido El Cordob¨¦s. Sus compa?eros tambi¨¦n cuentan. El manzanarismo, sin ir m¨¢s lejos -si es que existe semejante causa- presume de tener como titular una figura del toreo y sucede que es, asimismo, incapaz de llenar los tendidos, aunque le acompa?e El Cordob¨¦s. Y por lo que a toreo hace, tampoco tiene mucho de que presumir la facci¨®n. Ayer dispuso Manzanares de dos toritos de mazap¨¢n y no le sirvieron para acabar con el coletudo de los charlotes, aunque lo ten¨ªa bien f¨¢cil, ni para reavivar los m¨¢s granados registros de tauromaquia.
Plaza de toros de Valencia
Cuarta corrida de feria. Cinco toros de Diego Puerta y sexto, sobrero, de Mat¨ªas Bernardos, intolerables de presencia, mochos, nobles. Quinto y sexto estaban completamente inv¨¢lidos y ¨¦ste fue devuelto al corral. El sobrero tambi¨¦n padec¨ªa de invalidez. El Cordob¨¦s: dos pinchazos, estocada delantera, rueda de peones y descabello (pitos). Bajonazo y descabello (oreja con protestas). Palomo Linares: estocada ca¨ªda perdiendo la muleta y dos descabellos (divisi¨®n de opiniones cuando saluda). Media estocada baja (bronca y almohadillas). Jos¨¦ Mari Manzanares: media estocada (dos orejas). Pinchazo y se acuesta el toro (divisi¨®n y almohadillas). Hubo poco m¨¢s de tres cuartos de entrada. La presidencia apenas tuvo complicaciones y se limit¨® a acceder al cambio de tercio de todos los toros con un solo puyazo.
A lo mejor es que su pe¨®n de confianza, Corbelle, que le dicta lo que tiene que hacer, segundo a segundo desde el burladero, no estaba en vena de aciertos. El influjo del subalterno Corbelle sobre el maestro Manzanares parece ser total y se observa que, mientras tanto, ¨¦ste va de: mal en peor.
Un torero de arte -Manzanares sigue esa l¨ªnea- no puede estar al dictado de nadie, por sabio y por parlanch¨ªn que sea, sino que debe actuar a impulsos de su inspiraci¨®n. y, en cambio, el diestro alicantino es, en la actualidad, lo m¨¢s opuesto a un torero inspirado. Se ha convertido en un mediocre, laborioso y corret¨®n fabricante de pases. Izquierda-derecha, da igual en redondo que al natural, ejecuta los muletazos con una mec¨¢nica crispaci¨®n. Hay verdades que deben decirse aunque sean amargas: hasta ha perdido el estilo. Con dos toritos nobles y sin importancia estuvo mucho peor que mal: estuvo vulgar. Un espada de su corte, que presume de figura del toreo, y que posiblemente tiene condiciones innatas para hacerlo, deber¨ªa huir de la vulgaridad como de la peste.
El Cordob¨¦s, tan acharlotado y tan malo, jam¨¢s tolerar¨ªa que nadie de su cuadrilla le dijera cu¨¢ndo debe pegar el derechazo y cu¨¢ndo el salto de la rana, y as¨ª lleg¨® a imponer su ley. Pero ya pas¨® demasiado tiempo para que el ?tir¨®n? se mantenga. El Cordob¨¦s, en el ¨²ltimo tramo de su declive, a¨²n cuenta con un p¨²blico incondicional que le jalea todos los enganchones, todos los zafios gestos, el salto de la rana, la horterada, el desmadre. A su aire va El Cordob¨¦s, intentando colar el n¨²mero donde puede, al amparo de los coletazos de su popularidad, y si aburre a los m¨¢s, que ya han visto demasiadas veces la pel¨ªcula, entusiasma a otros y tan bien que le va por la vida.
Se explica. Todo se explica, menos que la autoridad permitiera la lidia de una especie de becerrada como la de Diego ,Puerta, que encima estaba escandalosamente mocha y no ten¨ªa ninguna fuerza. Embest¨ªa bien, con su castita y todo, pero en ninguna plaza, menos a¨²n en la de Valencia, que es de primera categor¨ªa y donde rigen unos precios prohibitivos, tiene justifiaci¨®n que salte al ruedo semejante ganado. Por mucha influencia que demuestren los matadores. Entre ellos estaba Palomo, quien, por cierto, hizo buenos a sus compa?eros. Menuda tardecita de pegapases violentos dio Palomo, que taquillero tampoco es.
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