Guerra civil en Am¨¦rica
MIENTRAS BOLIVIA cae en la noche militar y fascista, Nicaragua celebra el primer aniversario de la revoluci¨®n sandinista, en un ambiente de fiesta y folklore que no es suficiente para ocultar la inestabilidad y el riesgo de la ca¨ªda en un castrismo, que ha subrayado el propio Castro al convertirse -sobre todo, por sus dotes propias de gran propagandista, que hacen que el centro de atracci¨®n est¨¦ siempre en el lugar que ocupa ¨¦l- en el protagonista de la celebraci¨®n. Hemos se?alado recientemente que, en numerosos pa¨ªses, se ha rebasado ya el l¨ªmite de las situaciones posibles: se van acumulando los datos que dise?an lo que un d¨ªa puede ser una guerra civil de ¨¢mbito continental. Los desmentidos oficiales no son suficientes para disipar las acusaciones de la oposici¨®n boliviana de que Argentina, Chile y Brasil han tenido una parte importante en el alzamiento militar: por lo menos, dando a los sublevados la garant¨ªa de su apoyo. Tampoco en Nicaragua se oculta la primordial participaci¨®n cubana: quiz¨¢ porque otros pa¨ªses, -el principal, Estados Unidos- han restringido su ayuda por razones de desconfianza. Una desconfianza peligrosa que, m¨¢s de una vez, ha precipitado a los pa¨ªses en apuros en el otro bando. Brasil ha vuelto al cierre de las posibilidades democr¨¢ticas y a los asesinatos de la Mano Blanca, apenas ha salido del pa¨ªs el papa Wojtyla; Argentina y Chile han anunciado medidas que refuerzan los poderes establecidos y alejan las posibilidades de normalizaci¨®n.En el bando contrario no parece que lo principal que haya que temer sea el apoyo cubano y, a trav¨¦s de Cuba, a la URSS, que mantiene una pol¨ªtica continuamente dudosa: apoyar¨¢ los revolucionarismos como medio de presi¨®n con Estados Unidos, les dejar¨¢ abandonados si normaliza sus relaciones con Washington. Esta ambig¨¹edad ha forzado muchas veces, en los ¨²ltimos a?os, los cambios de los partidos comunistas locales, que por la situaci¨®n interna no han podido entrar f¨¢cilmente en las independencias de los eurocomunismos. Lo principal que se puede temer en todo el subcontinente es el estado de fuera de l¨ªmites en la situaci¨®n de miseria y explotaci¨®n de enormes capas de poblaci¨®n. Se deber¨ªa saber a estas alturas que las revoluciones verdaderas ni se exportan ni se inventan, aunque se apoyen o fomenten: su fuerza est¨¢ mucho m¨¢s en la espontaneidad de las situaciones.
Varios intentos de mediaci¨®n se est¨¢n produciendo. Dos ideolog¨ªas principales europeas tratan de buscar su ¨¢mbito en Am¨¦rica, ninguna de ellas desautorizada por Estados Unidos: el centrismo en torno a las democracias cristianas, por una parte; la socialdemocracia o el socialismo, por otra. El problema est¨¢ en que, al contacto con la realidad violenta del subcontinente, se radicalizan: puede verse el caso de la democracia cristiana en El Salvador o el del socialismo en Nicaragua. Los pa¨ªses del Pacto Andino -con los que Espa?a colabora a nivel de partido gobernante y, por tanto, del Gobierno actual- intentan tambi¨¦n exportar su modelo, lo cual no es f¨¢cil por las mismas razones de radicalizaci¨®n en pa¨ªses de lucha entre revoluci¨®n y contrarrevoluci¨®n, y por la oposici¨®n directa de los pa¨ªses con dictaduras derechistas establecidas. La situaci¨®n actual del Pacto Andino no es nada buena.
Todas estas tendencias a la intervenci¨®n no est¨¢n consiguiendo resultados, y pueden resolverse, en un caso extremo, en enfrentamientos entre pa¨ªses. Es decir, los datos de una guerra civil continental van creciendo cada d¨ªa, sobre la base continua del crecimiento del vac¨ªo entre clases pobres y clases ricas y de la imposibilidad de llegar a opciones intermedias.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.