H¨¢llase el mundo

liberal de nuestro pa¨ªs enlutado. La muerte de Garrigues Walker ha tra¨ªdo a la memoria de los que aqu¨ª sustentan el ideario liberal (en las m¨²ltiples acepciones del t¨¦rmino) el hecho concreto de su frustraci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica. S¨®lo queda la idea, dividida en compartimientos, seg¨²n la conveniencia de cada cual.Desde que naciera el sistema del libre-cambio capitalista, los liberales espa?oles jam¨¢s han tenido la oportunidad de mantener el poder pol¨ªtico de una forma m¨¢s o menos prolongada. No han sabido, o no han podido, acabar con las influencias de los sectores totalitarios tradicionales, que, por otra parte, y en la actualidad, han sabido atraerse a los sufridos liberales con la concesi¨®n de baronajes y otras golosinas. La verdad es que, en el fondo, los liberales contempor¨¢neos saben que carecen de proyecto pol¨ªtico aplicable. Est¨¢n, como si dij¨¦ramos, entre la espada de las formas m¨¢s progresistas de organizaci¨®n del Estado y la pared reacia de los que todav¨ªa intentan sostenerse en el callej¨®n sin salida de un sistema tocado, en profundidad, por una crisis irreversible. En la honradez ¨¦tica del pensamiento liberal est¨¢ incrustado todav¨ªa el lastre de esta contradicci¨®n, y una vez m¨¢s su falta de decisi¨®n y perspicacia pol¨ªtica les est¨¢ llevando a alianzas vac¨ªas de todo contenido de progreso y, por ende, de praxis pol¨ªtica concreta. A¨²n queda la esperanza, En un mundo falto de estabilidades democr¨¢ticas (Bolivia, otra vez), hombres como Garrigues Walker son imprescindibles. S¨®lo hace falta esa voluntad pragm¨¢tica que los lleve no al retrotraimiento del viejo liberalismo inaplicable, sino a la unificaci¨®n de esa tradici¨®n de pensamiento, de esa idea, con la posibilidad del progr eso social y pol¨ªtico real./