La Vida veraniega de Alberto Moravia
No son muy frecuentes las declaraciones de Alberto Morav¨ªa, uno de los m¨¢s activos y pol¨¦micos escritores que ha dado la Italia de posguerra, cuyas obras han sido llevadas al cine despu¨¦s de haber sido ¨¦xito de venta y tras haber creado amplias pol¨¦micas dentro y fuera de su pa¨ªs. En esta ocasi¨®n, defendi¨¦ndose de la presencia del periodista, Alberto Moravia accedi¨® a hablar en su retiro veraniego del sur de Roma, pero impuso como condici¨®n que la conversaci¨®n fuera fresca e intrascendente, como el propio veraneo que ¨¦l pasa. Sin embargo, tras analizar la playa en la que descansa, el autor de La romana decidi¨® entrar en el terreno de la pol¨ªtica y termin¨® hablando del compromiso del intelectual.
Alberto Moravia, el escritor italiano cuya novela m¨¢s reciente, La vida interior, ya publicada en Espa?a, caus¨® un gran esc¨¢ndalo en Italia por su supuesto car¨¢cter obsceno, reacciona con cierta irritaci¨®n ante la presencia de periodistas. ?No me dejan ti¨¦mpo para trabajar?, dice, pidiendo un poco de tranquilidad para seguir su met¨®dico ritmo de trabajo.La vida de escritor de Alberto Moravia comienza como la de un oficinista. A las ocho de la ma?ana se sienta ante la m¨¢quina de escribir, hasta la hora del almuerzo. Despu¨¦s se concede un breve descanso y de nuevo acude al rito de la escritura, que practica por la tarde durante tres o cuatro horas. Ese es su horario cuando est¨¢ en su apartamento romano, situado en el s¨¦ptimo piso de un edificio que da al r¨ªo T¨ªber.
Ese ritmo no ha cambiado demasiado este verano que el escritor pasa con su esposa, su colega Dacia Maraini, en la casa que el matrimonio tiene en Sabaudia.
La monoton¨ªa diaria de la jornada del escritor conoce en el veraneo una variante: a mediod¨ªa se zambulle en el mar y cuando llega ¨¦l crep¨²sculo da un paseo por la playa, que se halla en la parte trasera de su casa.
La casa en la que vive Moravia en verano es la misma que ¨¦l y Pasolini, el cineasta asesinado, se hicieron construir hace a?os, para compartir, de cuando en cuando, las vacaciones. Eran grandes amigos. Desde que en 1975 el director de Sal¨® muri¨® en circunstancias dram¨¢ticas que el escritor califica de sospechosas, los veraneos del matrimonio Moravia son algo melanc¨®licos.
Ni el autor de La romana ni su esposa mencionan al gran amigo desaparecido. Prefieren hablar de las limpias aguas del Tirreno. Moravia decide que la conversaci¨®n debe discurrir por temas no comprometidos, y a veces se centra en cuestiones relativas a este peque?o centro balneario, situado a unos ochenta kil¨®metros al sur de Roma.
?La arquitectura de este pueblo?, dice Moravia, ?es tremendamente fea, mon¨®tona y tiene esa solemnidad de p¨¦simo gusto caract¨¦r¨ªstica de las construcciones del per¨ªodo fascista. Pero la playa es magn¨ªfica, de una arena blanca como hay pocas en Italia?.
La realidad y el coraje
El car¨¢cter intrascendente que Moravia le quiere dar a la conversaci¨®n contrasta con su preocupaci¨®n cotidiana por lo que ocurre dentro y fuera de su pa¨ªs: sobre su mesa est¨¢n, al d¨ªa, los principales peri¨®dicos italianos, desde Corriere della Sera a Il Manifesto, pasando por La Stampa, La Repubblica y L'Unita, este ¨²ltimo portavoz del Partido Comunista de Italia.La visi¨®n de las primeras p¨¢ginas, en las que se habla de la campa?a preelectoral en Estados Unidos, le sugiere esta reflexi¨®n: ? Para entender ese pa¨ªs hay que tener en cuenta dos elementos. Por un lado, la pol¨ªtica de las grandes potencias, que explica tantas injerencias. Por otra parte, la carencia de partidos pol¨ªticos que, como en Italia, se propongan romper con el sistema imperante. Sin embargo, hay sectores sanos en la sociedad norteamericana, sobre todo entre los j¨®venes, que, a su manera, se oponen a las arbitrariedades que se producen tanto fuera como dentro de su naci¨®n. Los j¨®venes americanos, sobre todo a ra¨ªz de la guerra de Vietnam, lograron crear en Estados Unidos una conciencia libertaria?.
?C¨®mo habla Moravia? ?Como hombre de izquierdas o como observador imparcial? ?En Europa?, responde, ?ser escritor de izquierdas significa darle un nombre a las cosas. En la pr¨¢ctica, quiere decir tener sentido de la realidad y tener coraje. El coraje para usar los instrumentos verbales, para llamar a las cosas por su nombre y no con los t¨¦rminos impersonales de la jerga pol¨ªtica usada a menudo en los pa¨ªses europeos?.
El compromiso
La conversaci¨®n deriva hacia el an¨¢lisis del concepto de compromiso. ?En realidad?, comenta Moravia, ?el no-compromiso no existe. Se hace pol¨ªtica siempre, aun cuando no se quiere hacerla. Yo dir¨ªa que sobre todo cuando no se quiere hacerla, porque el no hacer pol¨ªtica, el no querer hacer nada, favorece a las instituciones establecidas. Me parece que el no-compromiso es s¨®lo una forma de rechazo del viejo compromiso que enunciara Jean Paul Sartre en la posguerra y la b¨²squeda de uno nuevo?.Ante lo que ocurre en Ir¨¢n, Afganist¨¢n, Bolivia, etc¨¦tera, Alberto Moravia afirma que ?si se compara todo eso con lo que pasaba hace treinta o cuarenta a?os, podr¨ªa decirse que ahora el mundo es global. Entonces, el intelectual era nacional, se ocupaba de las cosas que acontec¨ªan en su pa¨ªs. En cambio, ahora est¨¢ obligado a ocuparse del mundo entero, con sus injusticias y sus luchas?.
?Si yo me ocupo de un peque?o pueblo de 5.000 habitantes?, prosigue Moravia, ?veo todo muy realmente, muy concretamente; veo cada persona y cada casa y los parientes y las cosas. Ahora que vivo en el mundo, todo se ha hecho abstracto y hay que tener mucha fuerza para comprender lo que hay debajo de ciertas f¨®rmulas y detr¨¢s de cada eslogan ?.
Al final de la conversaci¨®n, que de intrascendente se torn¨® en pol¨ªtica, Moravia regresa al tema de Estados Unidos: ?Si all¨ª existieran grandes partidos de izquierda, las manifestaciones rebeldes, la protesta juvenil y la lucha de los negros se habr¨ªan canalizado autom¨¢ticamente a trav¨¦s de un partido comunista o de una agrupaci¨®n socialista?. Pero en los pa¨ªses donde impera el comunismo hay tambi¨¦n s¨ªntomas de crisis. ?Ah, s¨ª?, admite Moravia. ?Es que existe esencialmente una crisis de autoridad. Todas las autoridades de todos los sistemas atraviesan un per¨ªodo dif¨ªcil y no s¨®lo en los occidentales?. Moravia termina de hablar y se queda silencioso, contemplando las pac¨ªficas aguas del Tirreno.
Mientras el novelista reflexiona sobre su pr¨®xima obra a Espa?a llega Boh, su ¨²ltimo libro de relatos, en el que el autor de Los indiferentes (1929) analiza la actitud de treinta mujeres que confiesan su impotencia. Son mon¨®logos en los que el autor confiesa su feminismo militante. Hablando con su esposa, uno se da cuenta de la identidad de criterios que sobre este tema mantienen ambos.
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