Matanza en Bolonia
EL ATENTADO de Bolonia del s¨¢bado pasado -75 muertos y m¨¢s de doscientos heridos, por la explosi¨®n de una potente carga de dinamita en una estaci¨®n ferroviaria atestada de gente- nos ense?a que las fronteras del horror y los l¨ªmites del espanto se hallan infinitamente m¨¢s lejanos de lo que las personas de buena voluntad tienden, a veces, a suponer. Es cierto que las escalofriantes carnicer¨ªas de los campos de batalla y de los bombardeos de poblaci¨®n civil durante las dos grandes guerras del siglo XX, as¨ª como los genocidios y las matanzas generalizadas en la periferia del llamado mundo civilizado en las ¨²ltimas d¨¦cadas hab¨ªan ya mostrado con creces la capacidad de crueldad homicida que alberga nuestra especie, esa extra?a culminaci¨®n de la evoluci¨®n biol¨®gica en nuestro planeta, que se caracteriza por sus desbocadas posibilidades para que sus miembros se asesinen y torturen entre s¨ª. En este sentido, aunque los et¨®logos, que buscan las ra¨ªces de la agresi¨®n y de las pulsiones homicidas en disposiciones heredadas, no presenten pruebas y argumentaciones cient¨ªficamente convincentes, la dolorosa incapacidad para explicar cumplidamente la historia universal de la infamia humana mediante causas sociales, pol¨ªticas y culturales crea el espacio para cualquier otro tipo de conjeturas acerca del car¨¢cter criminal y mort¨ªfero de nuestra especie.El terrorismo en Europa -en Gran Breta?a, en Italia, en Alemania, en Espa?a, en Francia- ofrece la aberraci¨®n a?adida de unos grupos que pretenden hacerse o¨ªr mediante la violencia, el asesinato y la intimidaci¨®n en marcos pol¨ªticos definidos por las libertades p¨²blicas, los derechos c¨ªvicos, los Gobiernos representativos, las instituciones democr¨¢ticas y la libre circulaci¨®n de las ideas y de las informaciones. La acci¨®n terrorista es preconizada y puesta en pr¨¢ctica por grupos de or¨ªgenes diversos y de contrapuestas ideolog¨ªas, desde los fascistas de las tramas negras hasta los revolucionarios fundamentalistas de Brigadas Rojas o de los GRAPO, pasando por los independentistas irlandeses, vascos, bretones o corsos. Pero a todos les une, hasta el punto de hacerlos indistinguibles entre s¨ª, el desprecio hacia las instituciones representativas y la ciega decisi¨®n de imponer su voluntad minoritaria mediante el crimen y la violencia. Ni que decir tiene que todos estos movimientos armados vinculan su desd¨¦n hacia las libertades y el derecho a la vida de los dem¨¢s en el presente con el prop¨®sito de imponer en el futuro, a sangre y hierro, sus programas desde el poder. Los cr¨ªmenes fascistas de hoy desde la clandestinidad son el anticipo de las matanzas colectivas de ma?ana desde el poder, al igual que los asesinatos de los brigadistas en una sociedad democr¨¢tica constituyen el adelanto de los gulags en un r¨¦gimen totalitario y los atentados de ETA el negativo de la sociedad represiva y carcelaria que imaginan los milis para un imposible futuro. La historia del siglo XX -desde la Alemania nazi hasta Camboya- prueba que ese porvenir est¨¢ ya inscrito en nuestro pasado.
Las dudas que surgen en un primer momento a la hora de atribuir la autor¨ªa de matanzas como la de Bolonia -o la calle del Correo, o California 47- a la extrema derecha o a la extrema izquierda deber¨ªan ense?ar, tanto a los fascistas como a los ultrarrevolucionarios, en el caso de que el fanatismo no cegara totalmente su capacidad de raciocinio, hasta qu¨¦ punto las v¨ªctimas de sus fechor¨ªas les identifican como una ¨²nica secta de asesinos y hasta qu¨¦ extremo las banderas, los himnos, la ret¨®rica y la ideolog¨ªa que envuelven sus atentados son excipientes que no logran diferenciar sus cr¨ªmenes. Los responsables de la matanza de Bolonia son, seg¨²n todos los indicios, militantes de alguna trama negra e integrantes de esa internacional fascista que tambi¨¦n asesina en nuestro pa¨ªs bajo nombres diversos, entre otros, el de Batall¨®n Vasco Espa?ol en Euskadi. Pero la circunstancia de que la semidesarticulada organizaci¨®n de las Brigadas Rojas fuera tambi¨¦n barajada en los primeros diagn¨®sticos como posible autora del atentado ense?a que el abismo ideol¨®gico y pol¨ªtico que separa a fascistas y a brigadistas en Italia desaparece como por ensalmo tan pronto como las metralletas disparan y la dinamita explosiona. Aspecto que nadie deber¨ªa olvidar ahora que ETA Militar dispone de m¨¢s de 7.000 kilos de Goma 2 para hacer saltar por los aires estaciones, aeropuertos, edificios civiles, instalaciones militares o v¨ªas de comunicaci¨®n.
Digamos finalmente que uno de los ¨¦xitos, probablemente no pretendidos, de los terroristas es su capacidad para transmitir su inhumanidad y su crueldad a la sociedad a la que atacan. Con sus cr¨ªmenes, estos enemigos de las libertades y de las instituciones representativas logran desatar en el seno de los reg¨ªmenes democr¨¢ticos los demonios de la involuci¨®n autoritaria y robustecer las tendencias que preconizan la mano dura, el recorte de las libertades y la limitaci¨®n de los derechos para conducirnos a ese purgatorio de ?democracia fuerte? que servir¨ªa de estaci¨®n intermedia para el infierno de la dictadura. Y tambi¨¦n consiguen los terroristas que el p¨¢nico que inevitablemente se apodera de las sociedades amenazadas atice las pasiones de la tribu y convierta a ciudadanos hasta ahora racionales y humanistas en descendientes de Ca¨ªn y en candidatos a linchadores. As¨ª, los argumentos mil veces repetidos contra la pena de muerte, felizmente abolida por la Constituci¨®n espa?ola y por la Constituci¨®n italiana, tendr¨¢n que ser esgrimidos de nuevo ante la petici¨®n de un diputado del Partido Comunista italiano, que propone el restablecimiento de la pena capital en su pa¨ªs. En verdad, los terroristas, que decretan y aplican la m¨¢xima pena con crueldad, insensibilidad y brutalidad, y sus protectores y exculpadores, que piden la amnist¨ªa para los verdugos, pero no para las v¨ªctimas, carecen de entidad moral y de argumentos racionales para participar en esa pol¨¦mica. Pues los fiscales de la ley del tali¨®n no tienen m¨¢s coartadas para su inhumanidad que las que les proporcionan los fascistas de Bolonia o de Bilbao y los ultrarrevolucionarios -brigadistas, grapos o etarras- que asesinan por la espalda a hombres con o sin uniforme y que hacen acopio de explosivos para mantener en el terror a una comunidad. Pero los dem¨¢s miembros de una sociedad civilizada y democr¨¢tica tienen mucho que decir ante esa victoria parcial que los terroristas se apuntan al lograr que la pasi¨®n liberticida y la sed tribal de venganza ganen terreno entre nosotros.
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