Sur¨¢frica: Estados negros, ficci¨®n blanca
La Influx Control Legislation, que prohibe la permanencia por m¨¢s de 72 horas de un negro en las zonas blancas sin contrato de trabajo o autorizaci¨®n especial, completa la legislaci¨®n que regula la residencia o los desplazamientos de la poblaci¨®n africana dentro de la Rep¨²blica de Sur¨¢frica.En el esp¨ªritu del Gobierno de Pretoria, los negros, considerados extranjeros en la parte blanca, s¨®lo pueden alcanzar derechos pol¨ªticos en sus respectivas patrias. Esta pol¨ªtica, llamada hoy de ?desarrollo separado?, ser¨ªa en realidad l¨®gica si efectivamente los diferentes grupos ¨¦tnicos vivieran localizados geogr¨¢ficamente en ¨¢reas bien distintas y uniformes y, sobre todo, si ellos tuviesen la voluntad y el deseo de constituir Estados diferentes. Por el momento, el desarrollo separado no es m¨¢s que una aberraci¨®n, que consiste en intentar meter al 80% de la poblaci¨®n en el 13 %del territorio.
La primitiva Bantu Trust and Land Act, de 1936, que es la base de toda la evoluci¨®n del sistema original de reservas negras al de Estados negros, s¨®lo prev¨¦ la asignaci¨®n de 154.000 kil¨®metros cuadrados para las ocho patrias inicialmente previstas, de una superficie total de Sur¨¢frica de 1.221.042 kil¨®metros cuadrados.
Ese exiguo territorio, que se quiere convertir en ocho Estados independientes, est¨¢ fragmentado adem¨¢s en cerca de medio centenar de trozos, muchos de ellos a cientos de kil¨®metros unos de otros. S¨®lo tres de las patrias, Transkei, Bophuthatswana y Venda, han aceptado la ?independencia? que se les ofrec¨ªa. Se trata, por supuesto, de una indeperidencia que nadie, ni siquiera Sur¨¢frica, respeta ni reconoce. El caso m¨¢s dram¨¢tico es el del Estado de Bophuthatswana, independiente desde diciembre de 1977, y dividido en seis pedazos, enclavados en tres provincias diferentes de Sur¨¢frica.
El primer defecto de estas aberraciones jur¨ªdicas y humanas es que son rechazadas por aqu¨¦llos a quienes se supone agrupar. La raz¨®n es tan simple como obvia: al aceptar la pertenencia a cualquiera de ellas, el negro queda autom¨¢ticamente privado de la nacionalidad surafricana. Otro de los inconvenientes, y no el menor, es que el 50% de la poblaci¨®n total de derecho de esos Estados no reside en ellos, sino en la Sur¨¢frica blanca, en donde ya constituyen una poblaci¨®n dos veces m¨¢s numerosa que la europea. En Kwazulu, la patria de la etnia zul¨², que, con cerca de cinco millones de seres, es la m¨¢s numerosa de Sur¨¢frica, s¨®lo viven, de hecho, 2.106.000 personas. En el Transkei, independiente, de una poblaci¨®n de derecho de 3.005.000, s¨®lo residen realmente 1.734.000.
Patrias fragmentadas
La fragmentaci¨®n de las diferentes patrias, que por s¨ª sola las convierte en Estados inviables, es otra de las razones que han llevado a los jefes tribales a rechazar las independencias. Aunque el Gobierno de Pretoria parece haber aceptado el principio de la consolidaci¨®n de los territorios, seg¨²n todos los indicios, se muestra inflexible en cuanto a la superficie total de esos Estados, que, en conjunto, y despu¨¦s de las consolidaciones geogr¨¢ficas, no deben sobrepasar los 160.430 kil¨®metros cuadrados.
Un chief minister elegido por los jefes tribales hereditarios gobierna en esos Estados, sean independientes o no, asistido por un Parlamento, elegido, el 40% por sufragio directo, y el resto por los jefes tribales. El presupuesto de funcionamiento lo aporta en fa mayor¨ªa de los casos el Gobierno surafricano. Casi todos los puestos claves de la administraci¨®n est¨¢n ?asesorados? por un blanco y el Estado en s¨ª, aparte de la autoridad del chief minister se halla bajo la discreta vigilancia de un comisionado general blanco, nombrado por el Gobierno de Pretoria.
La realidad es que falto de apoyo interno y sin reconocimiento internacional para esas independencias, el Gobierno surafricano duda. Actualmente se habla de concederle, a los cerca de nueve millones de negros urbanizados, una especie de estatuto permanente en las ciudades sat¨¦lites donde residen. Hasta el ministro para el Desarrollo Comunitario, Marais Steyn, dijo en un arranque de liberalismo que ?despu¨¦s de todo para quienes quieran vivir junto a los negros se crear¨¢n zonas grises de convivencia multiracial?.
Para las patrias que no acaban de decidirse por la independencia se ha pensado en la constituci¨®n de una especie de federaci¨®n con Sur¨¢frica. Si bien la idea resulta atractiva para algunos jefes tribales, pocos est¨¢n dispuestos a aceptarlas sin que antes sean consolidados los territorios e incrementadas sustancialmente sus superficies.
En medio de la ficci¨®n general que rodea a unas patrias comparativamente poco dotadas de recursos y dependientes en sus finanzas del Gobierno de Sur¨¢frica, resulta, cuando menos, anormal la afirmaci¨®n muchas veces repetida por el Gobierno de que estas patrias deben buscar la inversi¨®n extranjera para su desarrollo.
Wynand van Graan, director de la Corporaci¨®n para el Desarrollo Nacional de Bophuthatswana invitaba, a fines de marzo pasado, a los inversionistas extranjeros de la siguiente manera: ?Bophuthatswana tiene un Gobierno estable. Su ingreso per c¨¢pita es de 290 d¨®lares al a?o, es decir, peor que veintitr¨¦s pa¨ªses africanos y mejor que diecisiete. Las compa?¨ªas que vengan aqu¨ª s¨®lo tienen que pagar un 35% de impuestos de registro. No existen impuestos sobre los beneficios de capital, ni personales, ni sobre las ventas. No existen sindicatos, ni restricciones salariales de ning¨²n tipo. Nadie presionar¨¢ a un empresario para que capacite al obrero, y nadie le exigir¨¢ que pague salarios irreales sin relaci¨®n con la producci¨®n. Ning¨²n funcionario del Gobierno se entrometer¨¢ en la manera en que dirigen sus f¨¢bricas. En nuestro Estado se encuentra el 4% de las reservas mundiales de cromo; cerca del 30% de las de platino; hay oro, hierro, asbesto, manganeso, cobre, uranio y carb¨®n ?.
Esas inversiones extranjeras escasean a pesar de las evidentes facilidades y ventajas concedidas. Por el momento, s¨®lo una burgues¨ªa africana se beneficia de este para¨ªso para el inversionista. Hababuk Chikwane, propietario de una f¨¢brica de muebles de bamb¨² en el Estado de Lebowa y de una flotilla de camiones que recorren toda la Rep¨²blica, desde el Transvaal a El Cabo, es uno de los pocos afortunados.
Su fortuna, seg¨²n ¨¦l mismo cuenta, se hizo como la de aquellos multimillonarios norteamericanos que comenzaron todos vendiendo peri¨®dicos. ?Empec¨¦ con un modesto negocio en el jard¨ªn de mi casa de Soweto. Luego los de la CED, que se ocupan de financiar a los negros con dotes empresariales, me ofrecieron un pr¨¦stamo. He trabajado muy duro hasta lograr lo que hoy tengo ?.
Chikwane envi¨® a sus hijos a estudiar a Londres. El volumen anual de sus ventas es de cerca de cien millones de pesetas. Es un hombre optimista que cree que los blancos y los negros necesitan extenderse y dialogar.
Sin influencia pol¨ªtica
Excepto en la sociedad tradicional en que viven, ninguno de los jefes tribales de esos Estados parece tener mayor influencia pol¨ªtica que la que la propia Sur¨¢frica quiere concederle. Un caso excepcional, sin embargo, es el del jefe Gatsha Buthelezi, hijo del rey zul¨², Solom¨®n Ka Dinusulu, que ha logrado estructurar entre su gente un ?movimiento de liberaci¨®n nacional y cultural?, el INKATA, de una extraordinaria influencia.
En julio de 1980, el INKATA del chief Buthelezi ten¨ªa 300.000 miembros cotizantes, lo que le convierte en un aut¨¦ntico fen¨®meno social y pol¨ªtico de Sur¨¢frica.
Pero si el partido es fuerte, su jefe Buthelezi parece hoy erosionado por una cierta falta de credibilidad a la cual ha contribuido el Gobierno de Pretoria con su intransigencia. Sin dejar de ser un hombre importante, para contar en el futuro pol¨ªtico de Sur¨¢frica, el jefe Buthelezi deber¨¢ obtener el apoyo de los negros urbanizados. Por el contrario, Nelson Mandela, presidente del CNA y encarcelado en Robben Island desde 1962, a pesar de la p¨¦rdida de influencia real de su partido, era considerado, a principios de julio, junto con el general Malan, el primer ministro P. W. Botha, el senador Horwood, el doctor Gerrit Viljoen (actual administrador de Namibia), c¨®mo uno de los cinco hombres del futuro de Sur¨¢frica.
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