Michelle Phillips: "La revoluci¨®n de los sesenta cambio realmente el mundo"
Se est¨¢ comprando una falda de florecitas y unas sandalias en la boutique de su hotel, porque acaba de llegar de Alaska, un poco precipitadamente, y trae ropa de invierno. Michelle Phillips pasar¨¢ una corta estancia madrile?a promocionando la pel¨ªcula m¨¢s importante que ha hecho nunca: A lo loco y con la cara del otro, en el desafortunado t¨ªtulo espa?ol, un filme lleno de humor y sue?os, que en ingl¨¦s se llamaba Bogat's Face, y que tiene ese lado retro del recuerdo del monstruo del cine fr¨ªo. Ella misma, Michelle Philips, la rubia guapa de The Mamas and the Papas es un poco el recuerdo del largo verano californiano que fue la d¨¦cada llamada prodigiosa, la de los sesenta. Y algo de eso queda en alguna forma de ilusi¨®n y optimismo feminista, en alguna de sus teor¨ªas sobre la ¨¦poca dorada y hasta en la elecci¨®n de esa faldita ma?anera de flores menudas, casi liberty.
?Cuando acabe este siglo y miremos atr¨¢s?, dice Michelle Phillips, ?nos encontraremos con dos d¨¦cadas que cambiaron al mundo: los veinte y los sesenta. Fueron tiempos muy especiales, y no s¨®lo para Estados Unidos. Y es que en los sesenta ocurrieron en Am¨¦rica muchas cosas: el cambio social, la guerra, que era muy impopular, y por primera vez, el descontento de los j¨®venes se hizo masivo y p¨²blico. El descontento era con su Gobierno, con toda una manera de vivir, con las costumbres, con la contradicciones de la sociedad norteamericana... Sent¨ªamos que no pod¨ªamos entrar en otros pa¨ªses y tomar lo que quisi¨¦ramos a base de pistolas. Cre¨ªamos que hab¨ªa que crear una nueva conciencia, que nuestros padres no ten¨ªan?.?El movimiento pacifista y hippy hizo una revoluci¨®n social?, sigue diciendo. ?Todo era nuevo: la m¨²sica y los vestidos, la manera de vivir; todo. Muchas veces me preguntan ahora d¨®nde est¨¢n los hippies de los sesenta, y yo digo que est¨¢n trabajando. Seguramente, en las grandes compa?¨ªas, en la IBM, en la ITT, en la General Motors. Pero eso no quiere decir que no cambiaran el mundo. Han tenido que integrarse en la totalidad, pero ya nada volver¨¢ a ser igual que en los cincuenta?.
La revoluci¨®n de los sesenta, dice esta rubia, que encarn¨® la belleza salvaje a los veinte a?os, y que ahora, a los treinta, se maquilla a lo Gene Tierney s¨®lo para la pel¨ªcula, a las ¨®rdenes de Melvin Simon. Quedan atr¨¢s las largas vacaciones en las islas V¨ªrgenes, la ¨¦poca de California Dreamin, de Monday, monday, de If you can believe your eyes and ears, y, en general, de la vida entendida como una forma de resistencia gozosa, como una desocupaci¨®n barata, pacifista y vital. ?La d¨¦cada termin¨®, s¨ª, y tambi¨¦n se acab¨® la guerra.
Despu¨¦s, entrados los setenta, quedan otros frentes de lucha: por ejemplo, las mujeres tenemos una dura batalla, que ahora se concreta en luchas por salarios iguales para trabajo igual. O la lucha contra la energ¨ªa nuclear. Quedan muchas cosas por hacer. Lo de los sesenta fue, efectivamente, un sue?o, pero cambiamos mucho. Yo no soy como mi mam¨¢. Todo lo que hacemos en nuestra vida cotidiana ser¨ªa impensable sin aquellos a?os?.
Michelle Phillips no ha ca¨ªdo en el desencanto, que es un fen¨®meno del viejo escepticismo europeo. ?Mi hija tiene doce a?os. Ella sabe que, pese a ser mujer, tendr¨¢ todo cuanto desee, todo cuanto quiera alcanzar. Esto tambi¨¦n es un sue?o, pero desde ni?a yo le he ense?ado a no tener miedo de luchar por lo que quiere?. La actriz y cantante milita, naturalmente, en la Liga por los Derechos de la Mujer (LWB) y contribuye, dice, ?con dinero, por una parte, y, por otra, hablando en m¨ªtines y reuniones cuando me llaman?. Respecto al per¨ªodo electoral para la presidencia, que ya est¨¢ abierto en Estados Unidos, dice, m¨¢s que participar, ?voy a votar. Por Carter. No me gusta mucho, pero creo que en estos cuatro a?os ha aprendido mucho. Y, sobre todo, entre ¨¦l y Reagan...?.
De Reagan tiene una experiencia cercana. ?Cuando fue gobernador de California, quiso aminorar los impuestos. ?Y sabes qu¨¦ hizo? Pues, en primer lugar, cerr¨® la mitad de las bibliotecas p¨²blicas y casi todos los hospitales para enfermos mentales no privados. Adem¨¢s, cerr¨® 1.400 escuelas p¨²blicas. Esta es su idea de c¨®mo abaratar los impuestos, pero, naturalmente, no es la m¨ªa de c¨®mo hay que aminorar el gasto p¨²blico. La ¨²ltima cosa que se puede cortar es la educaci¨®n, y m¨¢s en un pa¨ªs como Estados Unidos, donde a¨²n no se ha resuelto la diferencia entre ricos y pobres?. Como es fundamentalmente optimista, dice: ?No creo que gane. Reagan asusta a la gente, y a la hora del voto, yo supongo que vamos a retomar a Carter. S¨ª, ya s¨¦, la pregunta es cu¨¢l ser¨¢ el peor de los malos?.
Michelle Phlllips habla un perfecto castellano, con algunas vacilaciones y un leve acento mexicano. La explicaci¨®n est¨¢ en que, muerta su madre en su primera infancia su padre se traslad¨® con ella y sus hermanos a M¨¦xico, y all¨ª realiz¨® sus primeros estudios. Y de all¨ª trae, seguramente, esa especie de entusiasmo, que, no acaba con los a?os aquellos que, gloriosos, se cobraron tambi¨¦n sus v¨ªctimas. Sin ir m¨¢s lejos, Mama Cass, la otra de The Mamas and the Papas, la gordita de las flores.
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