La falsa teor¨ªa del domin¨®
LA VICTORIA de la revoluci¨®n nicarag¨¹ense provoc¨®, a trav¨¦s de un reflejo f¨¢cilmente comprensible, e inspirado en la experiencia del sureste asi¨¢tico, la formulaci¨®n de una nueva teor¨ªa del domin¨®. Nicaragua ser¨ªa el comienzo de una cadena que arrastrar¨ªa la ca¨ªda de las dictaduras en El Salvador y Guatemala. Esa nueva teor¨ªa del domin¨® alcanz¨® r¨¢pida popularidad porque en ella ven¨ªan a coincidir reaccionarios, revolucionarios y liberales de izquierda y derecha. Los unos, para justificar su recurso al terrorismo de Estado o la complicidad con la actuaci¨®n de las bandas parapoliciales; los otros, para alentar esperanzas de un derrumbamiento sucesivo de las dictaduras; los terceros, divididos entre el rechazo de las dictaduras y el temor a la revoluci¨®n, para potenciar soluciones intermedias.La realidad est¨¢ siendo m¨¢s compleja que las teor¨ªas, o al menos se est¨¢ demorando m¨¢s en su decantamiento. La interminable matanza de El Salvador contin¨²a, mientras los inefables democristianos de nuestro peculiar partido de Gobierno regresan a Espa?a asegurando que el n¨²mero de muertos est¨¢ siendo exagerado por la Prensa (que, como se sabe, se gu¨ªa s¨®lo por una irresponsable ansia de sensacionalismo, a diferencia de los nobles intereses que mueven al ala derecha de UCD). En Guatemala acaban de desaparecer diecisiete dirigentes sindicales que se hab¨ªan reunido en una finca eclesi¨¢stica, siguiendo un ejemplo generalizado entre los dirigentes obreros que se enfrentan a reg¨ªmenes dictatoriales.
La conclusi¨®n del lento y sangriento descenso a los infiernos que experimentan Guatemala y El Salvador es bien obvia. La fuerza del Ej¨¦rcito guatemalteco y la distante protecci¨®n del Departamento de Estado norteamericano o de la UCD espa?ola (en el caso de la Junta salvadore?a) pueden dar un largo aliento a reg¨ªmenes impresentables ante cualquier comunidad civilizada, pero a los que el com¨²n temor a derrumbamientos geopol¨ªticos permite sobrevivir en nombre de principios tan nobles como lejanos de la actuaci¨®n real de las dictaduras del istmo.
En esta coyuntura, para un hipot¨¦tico representante del inter¨¦s general de la Humanidad s¨®lo cabr¨ªa recordar a los revolucionarios centroamericanos la necesidad de no sucumbir al triunfalismo y de no subrayar la experiencia cubana como ejemplo singular para las nuevas generaciones. Quienes luchan contra las dictaduras deben buscar el apoyo de las fuerzas democr¨¢ticas, que no se identifican necesariamente con el socialismo, y en particular con el socialismo a la cubana. El pragmatismo de los dirigentes nicarag¨¹enses constituye un muy notable ejemplo para los dem¨¢s revolucionarios centroamericanos. El modelo cubano puede ser o no repetible, por causas puramente objetivas, pero sus inconvenientes pol¨ªticos y morales para la causa del socialismo y de la democracia en Am¨¦rica Central no lo hacen deseable.
Aun buscando el apoyo de dem¨®cratas y liberales, los revolucionarios de El Salvador y Guatemala se enfrentan a problemas m¨¢s que arduos. Pero s¨®lo podr¨ªa reservarse el m¨¢s duro juicio para quienes a estas alturas se mostrasen dispuestos a hacerse c¨®mplices de las dictaduras o de sus clandestinos batallones de la muerte. Las torpes declaraciones de los democristianos de UCD, o el temeroso apoyo norteamericano a la Junta salvadore?a, suponen fuertes hipotecas pol¨ªticas a las que deber¨¢n hacer frente sus responsables. Vivimos tiempos dif¨ªciles para todos, y el temor a la cubanizaci¨®n no puede justificar ya el encubrimiento de criminales, incapaces o marionetas.
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