La lucha contra el paro y la pol¨ªtica econ¨®mica, una vez mas
En la discusi¨®n que sobre las orientaciones m¨¢s convenientes de la pol¨ªtica econ¨®mica en la lucha contra el paro se ha venido manteniendo en estas p¨¢ginas, el ¨²ltimo trabajo del se?or Cer¨®n Ayuso (EL PAIS del d¨ªa 26-8-1980) parece aportar algunos puntos de aproximaci¨®n a los criterios mantenidos por quienes, desde Coyuntura Econ¨®mica, hemos criticado el programa aprobado por la CEOE. Esta impresi¨®n, al menos, me ha producido la lectura del referido trabajo, una vez despojada de sus continuados intentos de descalificar personalmente al equipo redactor de nuestra revista y tambi¨¦n, desde luego, de sus pintorescas pero inexactas im¨¢genes acerca de un supuesto coro de doctores en torno al enfermo representado por nuestra econom¨ªa.Sin embargo, las aproximaciones -bienvenidas en todo caso- me parecen m¨¢s aparentes que reales y contin¨²an manteni¨¦ndose, adem¨¢s, discrepancias sustanciales entre ambas posiciones. De ah¨ª que, dada la importancia del tema y las repercusiones futuras del mismo para nuestra pol¨ªtica econ¨®mica, desee recoger en este trabajo esas aparentes aproximaciones y las discrepancias que permanecen, en la esperanza de que nuestros pacientes lectores cuenten con elementos adicionales de juicio respecto a las mismas.
La reestructuraci¨®n industrial, objetivo com¨²n
Uno de los puntos b¨¢sicos de discrepancia entre la postura que defend¨ªa el programa aprobado por la CEOE y la cr¨ªtica del mismo que efectu¨® Coyuntura Econ¨®mica se situaba hasta el momento en la filosof¨ªa b¨¢sica de ambos planteamientos: reactivaci¨®n sin m¨¢s de la econom¨ªa espa?ola, apoy¨¢ndose en una larga serie de ?sectores de impulsi¨®n ? (posici¨®n del programa aprobado por la CEOE) o ganancia previa de eficiencia en la producci¨®n p¨²blica y privada conseguida mediante la introducci¨®n de mayores dosis de libertad en el sector econ¨®mico privado y -sobre todo y muy especialmente- reestructuraci¨®n de las tareas del sector p¨²blico (posici¨®n de Coyuntura Econ¨®mica, como puede comprobarse a trav¨¦s de la propia revista y de mi trabajo en EL PAIS del 19-8-1980).
Precisamente es en torno a este punto donde se produce por parte del se?or Cer¨®n un primer movimiento de aproximaci¨®n -quiz¨¢ puramente formal, como podr¨¢ comprobarse- a las tesis sustentadas por Coyuntura Econ¨®mica, aunque simultaneando ese movimiento con una cierta descalificaci¨®n de quienes las hemos sustentado. Mientras que en el trabajo que venimos comentando se reconoce al fin que hay que cambiar la estructura productiva espa?ola, tesis que no se manten¨ªa de modo expl¨ªcito como fundamento del programa aprobado por la CEOE, se intenta llevar al ¨¢nimo del lector que los redactores de Coyuntura Econ¨®mica pretend¨ªamos abordar esa reestructuraci¨®n frenando a¨²n m¨¢s las actividades productivas y aplicando a nuestra econom¨ªa un tratamiento calificado como de choque -mayor grado de libertad en el sector privado, seguramente-, con el riesgo inmediato de acabar con el enfermo.
Me parece que este planteamiento, expuesto adem¨¢s con el aditamento de que quienes parece que lo propugnamos somos gente muy docta, pero carentes de la ?pr¨¢ctica diaria?, intenta confundir al lector para ocultar el hecho b¨¢sico de que el programa que se elabor¨® bajo la presidencia del se?or Cer¨®n propugnaba sin m¨¢s una reactivaci¨®n a ultranza de la econom¨ªa espa?ola, como si nada hubiese pasado en estos a?os de crisis. Es de lamentar, por otra parte, que no quede demasiado claro a qu¨¦ se refiere eso de la ?pr¨¢ctica diaria? en relaci¨®n con la econom¨ªa espa?ola en su conjunto, aunque s¨ª resulte desgraciadamente harto conocido el tratamiento dial¨¦ctico del tema.
Discrepancias con el mercado, realidad reconocida
Una segunda tesis de Coyuntura Econ¨®mica que parece admitirse, aunque tambi¨¦n seguida de un intento de descalificaci¨®n de las personas que la han sustentado, es la de que algunas de las medidas contenidas en el programa aprobado por la CEOE no encajan, en absoluto, en el marco de una econom¨ªa de mercado. Aqu¨ª el trabajo del se?or Cer¨®n articula la defensa en un doble plano: de una parte, se mantiene que una econom¨ªa de mercado supondr¨ªa, entre otras cosas, el despido libre y la supresi¨®n del salario m¨ªnimo garantizado; de otra, se insiste en que quienes ahora defendemos la econom¨ªa de mercado no la impulsamos en absoluto -y m¨¢s bien nos opusimos a ella- cuando desempe?amos cargos p¨²blicos de responsabilidad.
Respecto a la primera de tales pretensiones, creo que resulta tan excesiva en su planteamiento que quiz¨¢ no merezca discutirse demasiado: cualquier persona medianamente informada conoce suficientemente que la econom¨ªa de mercado que se practica en los pa¨ªses occidentales m¨¢s avanzados contiene desde hace mucho un amplio conjunto de razonables limitaciones y, necesarios mecanismos de compensaci¨®n, entre los que tambi¨¦n se encuentran sistemas equilibrados de Finalizaci¨®n de las relaciones laborales, muy distintos al despido al estilo del siglo pasado. A esa clase de econom¨ªa de mercado nos referimos -a la que existe realmente en los pa¨ªses occidentales- y no, desde luego, a la que se nos pretende asignar tan gratuitamente.
En cuanto a la segunda de las imputaciones -me parece que referida a mi participaci¨®n como subsecretario de Econom¨ªa con el entonces vicepresidente del Gobierno, profesor Fuentes Quintana, en la elaboraci¨®n del programa econ¨®mico que fundament¨® los pactos de la Moncloa-, no creo que deba responder a la misma, aunque s¨ª manifestar que, profesionalmente, como economista, me siento orgulloso de aquella corta, pero intensa, etapa que tan expl¨ªcita y positivamente ha valorado el Fondo Monetario Internacional en su reciente informe sobre nuestra econom¨ªa.
Las diferencias que subsisten
Las discrepancias entre el programa aprobado por la CEOE y quienes redactamos Coyuntura Econ¨®mica me parece que contin¨²an subsistiendo en otros aspectos de m¨¢s fondo que estas apreciaciones sobre aspectos personales, desafortunadamente vueltos a poner a colaci¨®n por el se?or Cer¨®n en su trabajo. Tales discrepancias de fondo se encuentran situadas, si no ya en la necesidad de acometer una reestructuraci¨®n de nuestra producci¨®n p¨²blica y privada -pues tal cosa parece admitirse ahora como moneda de uso corriente-, si, al menos, en el modo de acometerla.
Seg¨²n el trabajo que vengo comentando, esa reestructuraci¨®n ha de hacerse ?manteniendo vivo al enfermo?, es decir, en funcionamiento a la econom¨ªa espa?ola -otra cosa, desde luego, jam¨¢s hemos propugnado los redactores de Coyuntura Econ¨®mica-, y, en expresiones textuales del se?or Cer¨®n, ?d¨¢ndole tambi¨¦n, al mismo tiempo, el pulso y la energ¨ªa que necesitar¨¢ para soportar las sucesivas operaciones?. Para quien no haya seguido esta discusi¨®n, quiz¨¢ resulte necesario indicar que lo del pulso y la energ¨ªa parecen hacer referencia a subvenciones presupuestarias, exenciones o bonificaciones impositivas y cr¨¦ditos garantizados y a tipos de inter¨¦s m¨¢s reducidos que los vigentes en el mercado.
Es en todo este procedimiento para llevar a t¨¦rmino la reestructuraci¨®n en donde,se siguen encontrando, los puntos b¨¢sicos de nuestras discrepancias con las ideas del se?or Cer¨®n. Y ello por algo tan elemental -aunque al parecer olvidado por quien se proclama pr¨®ximo a la ?pr¨¢ctica diaria? de la econom¨ªa- como la evaluaci¨®n del coste, de las posibilidades y de los efectos de tales procedimientos. Tratar¨¦, en consecuencia, de ofrecer algunas cifras sobre tales extremos.
Las valoraciones omitidas
Parece evidente que cualquier planteamiento respecto a la utilizaci¨®n de los recursos p¨²blicos, mediante subvenciones presupuestarias o exenciones y bonificaciones impositivas, ha de partir de una insoslayable realidad inicial: la situaci¨®n en que se encuentra actualmente la econom¨ªa del sector p¨²blico. Las cifras disponibles al respecto nos indican que, mientras en 1977, el ahorro corriente de las administraciones p¨²blicas fue de 282.000 millones de pesetas y su d¨¦ficit global de quinientos millones de pesetas, ourante 1980 es posible que el ahorro p¨²blico corriente sea tan s¨®lo de unos 10.000 millones de pesetas y el d¨¦ficit global de casi 550.000 millones de pesetas, en t¨¦rminos de contabilidad nacional. En torno a estas cifras parecen coincidir, de modo m¨¢s o menos aproximado, muchas estimaciones actuales, incluida la efectuada por la Asociaci¨®n Espa?ola de Banca, aunque quiz¨¢ la misma se reduzca algo a finales de a?o. Para completar el panorama, hay que a?adir que tan importante d¨¦ficit global es posible que se alcance, pese a un crecimiento de la inversi¨®n p¨²blica, negativo en t¨¦rminos reales.
Ante la situaci¨®n descrita, cualquier previsi¨®n razonable de las posibilidades inversoras del sector p¨²blico durante el pr¨®ximo a?o ha de contar, en el m¨¢s favorable de los casos, con el hecho de que los sueldos y salarios -aun bajo la hip¨®tesis de la congelaci¨®n total de las plantillas- crecer¨¢n al menos lo que aproximadamente crezcan los sueldos y salarios en el sector privado. Adem¨¢s, que los gastos en bienes y servicios, aun bajo hip¨®tesis de congelaci¨®n radical en la creaci¨®n de nuevos servicios, habr¨¢n de aumentar en lo que crezcan los precios de los bienes consumidos. Por otra parte, que no ser¨ªa deseable un aumento excesivo de las cotizaciones de la Seguridad Social y, finalmente, que en una econom¨ªa con d¨¦bil crecimiento no pueden esperarse fuertes aumentos en la recaudaci¨®n impositiva.
Pues bien, si con ese panorama ante la vista -que, no se olvide, constituye en cuanto al gasto corriente un conjunto de objetivos dif¨ªcilmente alcanzables- nos lanzamos a establecer reducciones impositivas y a apoyar con caudales p¨²blicos, no s¨®lo a los sectores de impulso, sino tambi¨¦n a todos los sectores en dificultad, cabe esperar un d¨¦ficit durante 1981 que posiblemente supere en algunos cientos de miles de millones al que parece pr¨¢cticamente inevitable en 1980.
La financiaci¨®n del d¨¦ficit
?Es posible financiar ordenadamente cifras tales de d¨¦ficit p¨²blico? La respuesta, a nuestro juicio, tiene que ser negativa. En buena medida, el d¨¦ficit del presente a?o est¨¢ siendo dificultosamente financiado sobre la base de un creciente endeudamiento exterior de nuestras entidades crediticias privadas que, muy posiblemente, a finales de 1980 acaben manteniendo posiciones de endeudamiento neto frente al exterior superiores a la posici¨®n acreedora neta del Banco de Espa?a. En tales circunstancias parece dif¨ªcil que pueda continuarse el proceso de endeudamiento exterior que est¨¢ teniendo lugar durante este a?o, y la financiaci¨®n de un cuantioso d¨¦ficit p¨²blico s¨®lo podr¨¢ acometerse mediante la reducci¨®n de las posibilidades crediticias privadas o a trav¨¦s de un crecimiento muy peligroso de las disponibilidades l¨ªquidas.
Estas son, en t¨¦rminos muy simplificados, las cuentas que a quienes redactamos Coyuntura Econ¨®mica nos han llevado a optar por una profunda reestructuraci¨®n del sector p¨²blico, acompa?ada de mayor libertad para el sector privado. No es tanto que deseemos -como mantiene el se?or Cer¨®n- que se apliquen soluciones caiga quien caiga, sino que nuestra postura se fundamenta tamb l¨¦n en el hecho de que los medios del sector p¨²blico no dan para m¨¢s.... y bien que a todos nos gustar¨ªa que diesen para mucho m¨¢s y fuesen gratuitos. A veces, echar cuentas obliga a olvidarse de utop¨ªas, por mucho aparente ropaje ?pr¨¢ctico? con que las mismas se pretendan encubrir.
Adem¨¢s pensamos que, en todo caso, la reestructuraci¨®n de la producci¨®n privada ha de ser tarea del mercado m¨¢s que producto de un plan o programa previamente establecido.
Planteada en t¨¦rminos tan simples como lo hace el programa aprobado por la CEOE, la propuesta acerca del aumento de los circuitos privilegiados de financiaci¨®n, contradice, no s¨®lo la opini¨®n de organismos tan autorizados como el Fondo Monetario Internacional o el Banco de Espa?a, sino que se opone tambi¨¦n a opiniones tan cualificadas como las de la mayor¨ªa de las propias entidades crediticias.
Pero, adem¨¢s, parece como si al pedir circuitos privilegiados se estuviese pidiendo algo que no existiese en nuestra econom¨ªa. Y hay que decir que para las cajas de ahorro, las colocaciones obligatorias de toda ¨ªndole se sit¨²an actualmente en torno al 60% de los recursos ajenos que administran, y para la banca, en niveles pr¨®ximos al 30%. Dejando aparte las diferencias de tratamiento entre unas y otras entidades crediticias, lo que demuestran estos porcentajes es que los circuitos privilegiados ya existen, que constituyen partes sustanciales de los canales de financiaci¨®n de nuestra econom¨ªa y que no podr¨¢n ser mantenidos a largo plazo en sus niveles actuales sin una vuelta a la intervenci¨®n de los tipos de inter¨¦s pasivos, al menos para muchas entidades de cr¨¦dito. No parece, sin embargo, que nadie sensatamente pueda pensar en esta soluci¨®n, que, por otra parte, podr¨ªa sin duda constituir una aportaci¨®n espa?ola original y destacada al c¨²mulo ya amplio de arbitrismos tercermundistas para superar -sin ¨¦xito, desde luego- la crisis econ¨®mica.
La urgencia de los problemas econ¨®micos
Deseo cerrar este largo comentar¨ªo -que espero que sea el ¨²ltimo por mi parte- insistiendo, una vez m¨¢s, en la urgencia de los problemas econ¨®micos y, muy especialmente, en la gravedad del paro. Cuantos esfuerzos racionalmente planteados se lleven a t¨¦rmino para iniciar siquiera el camino hacia su soluci¨®n, merecen el apoyo de todos. Por eso, el grupo de economistas que hemos criticado, desde un punto de vista puramente t¨¦cnico, el programa aprobado por la CEOE, estamos abiertos siempre a cualquier iniciativa que permita, mediante el di¨¢logo, el intercambio de opiniones, puntos de vista y experiencias reales.
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