Urho Kekkonen, uno de los ¨²ltimos patriarcas de la pol¨ªtica europea
El presidente de Finlandia, Urho Kaleva Kekkonen, pasa a engrosar a partir de hoy la lista, ya no tan reducida, de los estadistas que han alcanzado los ochenta a?os al frente de los destinos de su pa¨ªs. Kekkonen, el m¨¢s antiguo jefe de Estado de Europa despu¨¦s de la reina de Inglaterra y el rey de B¨¦lgica, es el arquitecto de una peculiar pol¨ªtica exterior, no siempre entendida en el exterior, y el reconstructor de un pa¨ªs con una historia azotada por la dominaci¨®n extranjera. Pero es al mismo tiempo el hombre m¨¢s popular de la historia finlandesa de este siglo y un hombre dotado de un carisma pol¨ªtico similar al de los grandes budas de la pol¨ªtica europea de las ¨²ltimas d¨¦cadas.
Si alguna vez alguien quiere visitar al presidente Kekkonen, probablemente no lo encontrar¨¢ en el severo palacio presidencial, que, situado al final de la Explanada, domina, junto con la catedral ortodoxa, el puerto de pasajeros de Helsinki. El visitante ocasional deber¨¢ dirigirse a uno de los bosquecillos de abetos y abedules del oeste de la ciudad y buscar all¨ª una modesta villa, sin protecci¨®n policial aparente, antigua propiedad de un pastelero. En este caso, quiz¨¢ mejor que en ning¨²n otro, el lugar define al individuo. Porque el que una vez fue campe¨®n de salto de altura de su pa¨ªs y miembro de su comit¨¦ ol¨ªmpico necesita todav¨ªa, a sus ochenta a?os, recorrer habitualmente a pie el per¨ªmetro de la peque?a isla situada frente a su residencia -cinco kil¨®metros de contorno- antes de atender los asuntos de Estado.Los finlandeses gustan de presumir de su presidente y comentan con orgullo que el invierno pasado todav¨ªa fue capaz ¨¢ hacerse un total de mil kil¨®metros sobre los esqu¨ªs. Urho Kekkonen desempe?a ininterrumpidamente la presidencia de la Rep¨²blica desde 1956 y su mandato actual s¨®lo concluir¨¢ en 1983, fecha en que contar¨¢ con 83 a?os de edad. En Finlandia casi se da por descontado que el viejo presidente no se presentar¨¢ a una nueva reelecci¨®n. Quedar¨¢ entonces sin sentido el viejo chiste seg¨²n el cual los alumnos de las escuelas finlandesas aprenden en sus libros de texto que ?el presidente de Finlandia es Urho Kekkonen, que es reelegido cada seis a?os?. Pero tampoco se olvida estos d¨ªas en Finlandia que, para acceder a la presidencia de la Rep¨²blica, Kekkonen tuvo que derrotar, por un solo voto de un colegio de electores de trescientos, a un obstinado anciano, Juho Paasakivi, que, a sus 86 a?os, pretend¨ªa la obtenci¨®n de un nuevo mandato de seis a?os. Meses despu¨¦s de fracasar en su intento, el presidente Paasakivi mor¨ªa.
La sucesi¨®n parece abierta ya en Finlandia, pero nadie se atreve a hablar de ella en voz alta. No es f¨¢cil llenar el vac¨ªo de este ?viejo oso? de m¨¢s de 1,85 de estatura, ojos vivarachos tras unas gafas de gruesa montura y calva resplandeciente. Muchos piensan en el actual primer ministro, Mauno Koivisto, 53 a?os, un l¨ªder socialdem¨®crata dotado de un carisma especial entre las gentes. Pero nadie har¨ªa una apuesta, y el propio Koivisto declina cualquier comentario sobre el tema.
Y es que, aunque haya que utilizar el t¨®pico, Urho Kekkonen es el verdadero constructor de la pol¨ªtica exterior de su pa¨ªs. Una pol¨ªtica que en Occidente todav¨ªa algunos simplifican con el nombre de ?finlandizaci¨®n?, y cuyo objetivo es el mantenimiento de un dif¨ªcil equilibrio, en el que la buena vecindad con el poderoso vecino sovi¨¦tico no es una opci¨®n ideol¨®gica, sino una raz¨®n de supervivencia. Kekkonen conoce bien a los rusos. Nacido en la provincia de Samo, en una de las regiones m¨¢s hermosas del continente, situada a unas decenas de kil¨®metros de lo que es ahora la Karelia sovi¨¦tica, Urho Kekkonen era ya ministro del Gobierno cuando su pa¨ªs, nacido a la independencia apenas tres d¨¦cadas antes, sufri¨® una sangr¨ªa, todav¨ªa recordada, frente a las tropas de Mosc¨² durante la segunda guerra mundial.
Pero hoy, a pesar de sus prerrogativas constitucionales, Urho Kekkonen no necesita de gestos dram¨¢ticos para imponer su autoridad. El presidente finland¨¦s ha entrado ya, por m¨¦ritos propios, en la categor¨ªa de los grandes patriarcas de la pol¨ªtica. Y, como todos los patriarcas, prefiere extenderse con el visitante sobre sus peque?as aficiones antes que sobre las razones de Estado. Enviudado hace seis a?os de la escritora Sylvi Uino, el presidente Kekkonen se refugia cada vez m¨¢s en su chal¨¦, sus esqu¨ªs y su gusto por el arte moderno, del que es un conocedor apreciable. Cuando uno se despide de ¨¦l, s¨®lo unas manos sarmentosas, atacadas por la artrosis, y un leve arrastrar de los pies delatan que aquel gigante de peque?os ojos azules es ya un octogenario.
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