Pesimismo en los medios oficiales ante la captura de los autores del "plan Esp¨ªritu Santo"
El fallo de la trampa tendida en Ginebra a los autores del llamado plan Esp¨ªritu Santo, en el que se pretend¨ªa estafar a un alto n¨²mero de espa?oles con la amenaza de una represalia pol¨ªtica, ha inspirado un cierto pesimismo a los investigadores. Se estima que la identificaci¨®n y arresto de los responsables es casi una misi¨®n imposible a corto plazo.
Por el momento se acepta la hip¨®tesis de que dos personas bien coordinadas se han bastado para concebir y ejecutar todo el plan, aunque no puede eliminarse la de que haya detr¨¢s de ¨¦l un grupo de hombres considerablemente m¨¢s amplio y perfectamente organizado.Se considera definitivamente cierto que el cerebro de la operaci¨®n es un espa?ol residente en Ginebra. Un r¨¢pido estudio del texto de la carta en la que se conmina a su destinatario a la entrega de una importante cantidad de dinero a un falso grupo pol¨ªtico ha permitido descubrir varios galicismos, seguramente incorporados al l¨¦xico que a diario utiliza el autor de la carta. La falta de e?es en el teclado de su m¨¢quina de escribir y la exigencia de que Ginebra sea el punto de cita consolidan este supuesto.
No parece, en cambio, probable que los responsables del plan sean simples aficionados: este criterio se descalifica con un peque?o an¨¢lisis. En primer lugar, han manejado con gran acierto una de las constantes de la actual vida espa?ola, o sea, la inseguridad ciudadana. La psicosis de atentado, reforzada por los cr¨ªmenes impunes m¨¢s pr¨®ximos, es el factor que se maneja h¨¢bilmente en la carta. ?Si no acepta nuestra proposici¨®n ser¨¢ el ¨²nico responsable de lo que pueda suceder a usted y a su familia? es una frase que sobresalta a cualquier espa?ol que lea peri¨®dicos.
La pretensi¨®n de que el dinero sea trasladado a Suiza por los destinatarios de las cartas, una vez que se ha aceptado el trato con la clave de un anuncio numerado en un diario, parece descabellada: nadie puede llevar un malet¨ªn lleno de dinero al embudo de una aduana sin serios temores de ser descubierto y acusado de un grave delito fiscal. Pero, a fin de cuentas, ?qu¨¦ puede importar eso a los extorsionistas? Casi con toda seguridad han utilizado un principio estad¨ªstico: ?Si nuestra historia sirve en diez casos de cada cien, su valor real ser¨¢n los treinta millones de pesetas que, m¨¢s o menos, pueden sernos entregados en Suiza?. Se ha sabido tambi¨¦n que los plazos que se han indicado a las v¨ªctimas estaban escalonados entre s¨ª: se trataba de que no pudiesen coincidir en Ginebra dos o m¨¢s porteadores. Una comparaci¨®n de fechas y plazos ha eliminado cualquier duda posible sobre esta previsi¨®n.
La decisi¨®n de utilizar frases de agradecimiento o cotas evang¨¦licas como se?al pudo ser la consecuencia de un razonamiento: en los ¨²ltimos a?os, muchos espa?oles religiosos acostumbran a agradecer los que consideran favores celestiales publicando anuncios breves en las secciones ?por palabras?. Tal costumbre est¨¢ contrastada y fuera de cualquier sospecha, as¨ª que el sistema podr¨ªa garantizar un, alto margen de confianza por parte de los lectores.
La ¨²ltima reflexi¨®n que en los ambientes policiales se ha hecho sobre el asunto es relativa al fallo de la redada en la que la banda habr¨ªa de ser detenida. Este plan se basaba en la colaboraci¨®n de uno de los ciudadanos elegidos por los extorsionistas y se desarroll¨® en Ginebra, a partir del pasado domingo d¨ªa 31. Un agente se desplaz¨® a esta capital con el dinero, como supuesto delegado de la v¨ªctima; se hosped¨® en el hotel de lujo que le hab¨ªa sido indicado por los chantajistas y esper¨® una ¨²ltima comunicaci¨®n telef¨®nica sobre las condiciones de entrega del dinero, que habr¨ªan de llegarle en un plazo m¨¢ximo de cuatro d¨ªas. El tercero y pen¨²ltimo se recibi¨® en el hotel una llamada cuando el correo estaba ausente. El cuarto, y ¨²ltimo, las tres de la tarde, alguien volvi¨® a llamar de nuevo. Cuando el polic¨ªa descolg¨® el receptor, apenas tuvo tiempo para decir dos palabras, porque su interlocutor cort¨® inmediatamente la comunicaci¨®n. ?Ocurre muchas veces con los chantajistas: en el ¨²ltimo instante se lo piensan mejor y se vuelven atr¨¢s?. Al menos, la polic¨ªa no ha podido comprobar que un espa?ol haya ingresado sumas de dinero para el grupo en alguno de los bancos suizos. Claro que si alguno lo hubiera hecho dif¨ªcilmente se habr¨ªa atrevido a confesarlo.
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